La Epístola

Isidro Fabela # 999

Col. Tres Caminos

CP 50010 Toluca, Edo. Mex.

#139 Marzo, 2006

Impreso en México

Calendario

Marzo 8 al 12, Aguascalientes, Mitla: miércoles a domingo, conferencia de evangelismo local, con Ramiro García y Guillermo Kincaid.

Marzo 18 y 19, Pachuca: Sábado y domingo, predicará a la iglesia Alberto Sotelo, misionero a Guadalajara.

Abril 1 y 2, Zacatecas: Conferencia de exhortación (tema libre), con Juan Castillo, misionero a Toluca.

Abril 9 al 16, San Antonio: Conferencia de evangelismo extranjero. Este año esperamos la participación también de Miguel y Jenny Riggs, y de Corey y Magda Riggs, que estarán visitando desde Polonia.

Abril 10 al 15, León: Semana Santa, campaña evangelística en la cual regresan los evangelistas enviadas de León para predicar en las calles de León otra vez.

Junio 4 al 11, Querétaro: Conferencia de tema libre para ambas congregaciones con Miguel N. Jackson y Juan Castillo.

Julio 7 y 8, Toluca: Reunión de predicadores en casa de Miguel N. Jackson, a partir del viernes a las 7 pm.

Agosto 2 al 6, Aguascalientes, Mitla: miércoles a domingo, conferencia de tema libre, con Miguel N. Jackson.

Agosto 4 al 13, San Antonio: viernes al segundo domingo, conferencia de avivamiento, con Guillermo Kincaid.

Diciembre 3 al 10, Querétaro: domingo a domingo, Conferencia de evangelismo extranjero, con Lyndell Kincaid, Manuel Ojeda e Isaac Girón.

Diciembre 11 al 17, Morelia: lunes a domingo, Conferencia de Tema Libre, con Lyndell Kincaid, todas las noches.

 

 

Noticias

Cuco Ruiz de Aguascalientes se casó con Marisol Salinas de Querétaro, el 25 de febrero. A Cuco le impusieron las manos el 5 de febrero para ser evangelista en Zacatecas, enviado de la iglesia de Aguascalientes, San Marcos. Su cuenta bancaria:

Héctor Refugio Ruiz Valencia Zacatecas HSBC 6223548365

Miguel y Jenny Riggs visitarán a México la última semana de abril y quedarán hasta el 9 de mayo.

 

Y Si No

17 He aquí nuestro Dios á quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.

18 Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la estatua que has levantado.

Daniel 3

El libro de Daniel relata la historia de ciertos Judíos llevados cautivos a Babilonia por el "rey" Nabucodonosor en el "año tercero de Joacim" (Dan. 1.1). Es digno de mencionar que Nabucodonosor no empezó a reinar hasta el cuarto año de Joacim (Jer. 25.1). Es también digno de mencionar que el autor de Daniel está escribiendo "historia," no ficción, y como historia siempre refiere al pasado es completamente legítimo decir que el "rey" Nabucodonosor sitió a Jerusalem. Aunque no era rey cuando lo hizo, era rey cuando fue escrito, entonces no es error. En realidad, sitió a Jerusalem tres veces. Aunque los otros sitios que hizo en contra de Jerusalem son más famosos (en su año 8 contra Joachin, y en su año 19 contra Sedecías cuando Jerusalem fue completamente destruido), verás que este cautiverio inicial, relativamente leve, y desconocido, es más significativo.

Desde el principio del reino de Joacim Jeremías había profetizado que el "rey de Babilonia" iba a tomar todas las tierras del medio oriente, y dominarlas hasta los días de su nieto (Jer. 27.1,6,7, profecía que parece incluir una curiosa profecía del reinado de Sedecías, v.3). Esta victoria babilónica empezó a suceder en el tercer año de Joacim (Dan. 1.1, 2 Rey 24.1, Jer. 25.1), que fue el año 606 AC. En su cuarto año, que fue el primer año de Nabucodonosor, Jeremías recibe la revelación que el cautiverio judío había de ser por setenta años (Jer. 25.11). Estos setenta años se cumplieron en el primer año de Ciro (2 Cró. 36.21,22, Esdras 1.1), que fue el año 537 AC. Es por estos detalles que sabemos que el cautiverio babilónico cuenta desde 606 AC, fecha desde cual son contados los "tiempos de los Gentiles" (Luc. 21.24). [De esta fecha dependen los Testigos de Jehová por su cálculo de 1914 para la venida "secreta" de Jesucristo. Proponen que el castigo de Israel tenía que ser "siete tiempos" (Lev. 26.18), y que cada "tiempo" es un año (Dan. 7.25), y cada año tiene 360 días (Ge. 7.24) y cada día del año representa otro año (Eze. 4.5), y así que los tiempos de los Gentiles tenían que durar 2520 años, (360 x 7), y contados desde 606 AC, terminan en 1914 (2520 - 606 = 1914). La matemática parece correcta, pero quizás olvidaron que no hay un año cero. No sé quién vino en 1914, pero me parece según esa teoría, Cristo debía haber venido en 1915. No sé si otro se fija, pero me divierto mucho.]

Bueno, volviendo al caso, cuando Nabucodonosor tomó a Joacím en su tercer año, llevó un número de "muchachos," los mejores prospectos del reino de Judá, del "linaje real," todos príncipes, y les hizo "eunucos." Entre estos muchachos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías (Dan. 1.3,4). Nabucodonosor dio instrucciones que les "criase tres años," enseñándoles Caldeo, dándoles buena comida, todo para presentarles como siervos en el palacio del rey. Puedo imaginar estos "muchachos" llevados de sus casas por fuerza, castrados, forzados a aprender un idioma extraño, para servir a un rey que conocían como violento en extremo. Entre los muchachos Judíos llevados a Babilonia, Daniel se propuso guardar los mandamientos de Dios en su cautiverio, y halló otros tres que pensaban como él. ¡Cuán buena es la hermandad de creyentes en tiempos difíciles! Especialmente cuando son de semejante espíritu.

Fe naciente

Yo no puedo evitar pensar en la fe naciente de estos niños Judíos. Sin mentores espirituales, lejos de su hogar, desean servir a Dios. Cuántos jóvenes se desvían tan pronto que salen de debajo del mando de sus padres. Cuánto más cuando están rodeados de tales circunstancias. Todos tendemos a buscar el camino más fácil, y ¿quién puede culpar a estos jóvenes por no más seguir el corriente? Pero dice que estos cuatro "propusieron" en su corazón no contaminarse. No es que decidieron con convicciones morir antes de desobedecer a Dios. No empezaron con esa clase de fe. Era fe sencilla, un deseo, una propuesta, un acuerdo entre varios de semejante parecer. ¿Cuál de estos hubiera atrevido firmemente seguir la ley sin quién le apoya? ¿Cuántos de nosotros somos fuertes, decididos, firmes, inmóviles en la fe, cuando estamos solos? Pero ¡qué rica es la comunión de hermanos espirituales en aflicción! ¡Cuán hermosa es la reunión de predicadores en la cárcel! Dios bendijo su propósito, y fueron presentados al rey en el "segundo año" de su reino (1.18, 2.1), o sea, tres años después de su cautiverio.

Sucedió poco después que Nabucodonosor tuvo un sueño estorboso que no podía recordar, cual luego fue revelado a Daniel. En su sueño había visto una "muy grande imagen" por medio de la cual Dios mostró lo que había de ser. Esa imagen marcaba los tiempos de los Gentiles desde Nabucodonosor (la cabeza) hasta los diez reyes (los dedos del pie). Para ayudar a nuestros amigos Testigos de Jehová, no hay siete tiempos de los Gentiles (a pesar de Lev. 26.18), hay cuatro, según el futuro que Dios reveló (Dan. 2.29, 40). La imagen habla de cuatro imperios de los Gentiles, Babilonia, Medo-Persia, Grecia (Javán), y Roma. En tiempo del cuarto imperio el Cristo vendría y moriría. El imperio de hierro, entonces, es el romano, y exactamente como en la imagen, se dividió en dos (piernas), luego se mezcló con barro cocido (el "Santo Imperio Romano" o el papado), y al fin será dividido en diez (dedos - diez reyes muchas veces profetizados). Por esto sabemos que este imperio romano "vestigial" hoy en día (el "occidente," o sea, Europa y las Américas) será vigente y dominante hasta la venida de Jesucristo.

Por la revelación Daniel fue exaltado hasta ser gobernador sobre la provincia de Babilonia, y príncipe de todos los demás gobernadores. En su capacidad de príncipe, exaltó a sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías, que ahora se conocían como Sadrach, Mesach y Abed-nego. Te fijaste seguramente en el pronto éxito de su fe inicial. No sé cuantos años tendrían para entonces, pero suponiendo que fueran menores de edad al principio, lo cual es toda la indicación, tres años más tarde dudo que ninguno pasaría los 20 años. ¿Puedes imaginar los celos de otros gobernadores que cuatro muchachos Judíos son elevados sobre los mismos Caldeos en Babilonia?

Además puedes imaginar cómo esa visión y su revelación agradó a Nabucodonosor. "Tu eres aquella cabeza de oro." Ah, por supuesto, "yo lo soy, eso sí tiene sentido, dime más, Beltsasar." No creo que pasaría ni una semana antes que Nabucodonosor se propusiera hacer una imagen semejante, para enfatizar su grandeza, para recalcar lo que los "dioses" habían dicho acerca de él. Y en efecto lo hizo. Bueno, dice "Nabu," no tiene caso duplicarlo exactamente, incluyendo lo del reino de los Persas, odiados enemigos del norte. Haremos la imagen grandísima, pero toda cubierta de oro, 30 metros de alto y 3 de ancho. Grande proyecto, tomando mucho tiempo. Haremos una dedicación esplendorosa. Todos los "grandes, capitanes, los del consejo, presidentes y gobernadores" vendrán. Todos se humillarán delante de la imagen. Seré más grande que mi padre.

El drama inescapable

Yo sé que los autores de la Biblia no son dramaturgos profesionales, pero el drama en esta historia es difícil pasar por alto. El día viene y la imagen está lista. Al frente de la congregación están todos los príncipes grandes, de punto en blanco, con toda su regalía. Atrás de ellos están los asistentes rodeados de siervos, Sadrach, Mesach y Abed-nego en medio de ellos, junto a los capitanes en pleno uniforme decorado. Por ahí están los oidores, o los jueces, en hábitos de corte. También están los receptores, o sea los tesoreros del rey. Procesando en medio están los consejeros del rey, sus canas descubiertas, junto con los presidentes y gobernadores provinciales. En medio de pompa grande el rey sube a la plataforma, y se siente en su asiento, medio metro más alto que los demás asientos en las tablas. Sus hijos se sienten atrás de él. Los hombres nobles y más grandes en el reino se sienten a sus lados. Daniel, el único Judío sobre el escenario, está sentado a la orilla extrema. Cuando todos toman su lugar la congregación aplaude. Detrás de la congregación están representativos de todos los pueblos conquistados, cada quien en su vestimenta tradicional, profundamente asombrados por el fausto. Algunos entre el gentío gritan "Rey, ¡para siempre vive!" Es la más grande fiesta vista en Babilonia en muchas décadas.

Viene corriendo un mancebo fuerte delante de la muchedumbre y se para en el púlpito delante de la imagen. El escándalo de la multitud se desvanece y pronto no hay más ruido que la brisa en los árboles. El joven levanta la voz, "mándase a vosotros, o pueblos, en oyendo el son de la bocina y todo instrumento músico, os postraréis y adoraréis la estatua de oro." Intento imaginar la consternación de los hebreos fieles entre la multitud al oír la proclamación. No estoy seguro si la proclamación en la dedicación de la imagen es la primera noticia de su propósito. El sueño fue grande, la imagen no era un símbolo religioso, tenía significado profético. Por lo que supieran, la dedicación pudo haber sido una "ayuda visual" para enseñar a los pueblos lo que Dios había mandado decir acerca del rey. Es posible que no tenían idea hasta oír la proclamación, "Todos tendrán que adorar a la imagen." La frente de Azarías se arruga mientras intenta asimilar lo que acaba de oír. Misael mira a su alrededor a la congregación. El mancebo en el púlpito continúa, "Y cualquiera que no se postrare y adorare, en la misma hora será quemado vivo."

Ananías nerviosamente da una ojeada hacia sus compañeros, que por su parte tienen esa mirada hueca de descreimiento, la boca medio-abierta. La banda está subiendo al púlpito llevando en sus manos bocinas y pífanos, dos mozos cargando cada arpa mayor, una docena en total, y las colocan en hilo al fondo del escenario. Azarías susurra a Misael, "¿Oíste eso? ¿Qué vamos a hacer?"

Misael le mira y encoge los hombros. Azarías vuelve a Ananías, "¿Sabías tu algo de esto?"

"No," responde, "pero no podemos adorarla." Ananías mira al suelo meneando la cabeza, "No puede ser."

Azarías repite, "Qué vamos a hacer?"

Ananías mira hacia el lado de la plataforma donde está sentado el rey y su cortejo, "¿Dónde está Daniel?"

"Ahí está, al extremo sentado, ahí mírale, vestido de púrpura," dice Azarías.

Misael se pone pensativo, y luego su rostro brilla, "Quizás podemos dejar caer un tostón y al momento preciso empezar a buscarlo en el piso."

Ananías le mira y se sonríe, sin menosprecio, pero sacudiendo la cabeza, se pone serio, "Yo no voy a hincarme."

La cara de Azarías pierde su color, "Es pena de muerte, Ananías."

Ananías está pensativo. "Yo sé, pero no me voy a hincar. No podría vivir conmigo mismo después de adorar a esa imagen. Prefiero morir."

Sus compañeros se miran uno al otro, y bajan sus cabezas. Misael se fija en el suelo, "Es una prueba de Dios, ¿verdad?"

Azarías mira hacia adelante, "Sí, mira lo que Dios ha hecho para nosotros hasta ahora. ¿Quién lo hubiera creído? Esto es una prueba."

"Entonces Dios tiene que librarnos de esto, ¿o no?" Misael está mirando a Ananías buscando una respuesta.

"Dios no tiene que hacer nada, Misael."

Los tres se miran entre sí por un largo momento. "Dios puede salvarnos de esto, no le es difícil," dice Azarías. Ananías no responde.

Misael se anima, "Mira como nos ha bendecido. No nos desampararía ahora, no tiene sentido."

"No, no tiene sentido," dice Ananías, "pero lo único que yo sé, es que yo no voy a hincarme a esa imagen."

Los tres reciben en ese instante una paz que sobrepuja el entendimiento. No hay duda de lo que deben hacer. No hay duda de que es Dios que les está animando. La conclusión es obvia. Dios está con ellos. Dios no les desamparará.

Las trompetas empiezan a sonar, las flautas armonizan y las arpas rellenan el aire con su tañido. Es una verdadera sinfonía oriental. Toda la congregación se arrodilla. Algunos están gimiendo, otros cantando una melodía hipnótica en escala menor, algunos hasta atrás están aullando. Toda la congregación levanta las manos como una sola persona, y se inclinan lentamente hacia adelante, bajando sus rostros en unisón hasta terminar postrados en tierra. (Este espectáculo puedes ver hasta ahora en el medio oriente, cuando los musulmanes se inclinan hacia Meca. No están adorando a una imagen, pero lo que es seis en Babilonia es media docena en Meca.) El campo se ha cubierto de cuerpos derribados, sus frentes al suelo, presidentes, abogados, Sirios y Egipcios, cientos de Judíos entre ellos (buscando sus tostones en el suelo, por supuesto... siempre hay pretexto para una falta de fe). Pero en medio, hacia adelante, tres solitarios jóvenes están plenamente parados, sus cabezas levantadas, sus ojos abiertos. Los Caldeos sentados en la plataforma miran hacia ellos en incredulidad. Los reconocen inmediatamente. Son aquellos niños Judíos que tampoco adoran a los dioses babilónicos. Muchachos atrevidos. No lo pueden creer.

Pero el rey no se fijó. Está disfrutando el espectáculo, admirando su imagen de oro, hablando con sus compañeros. Daniel está doblado en su silla, cabeza en las manos, sus labios moviéndose. Los gaiteros comienzan con las zampoñas, su sonido gimiendo arriba del salterio. La obertura aumenta, todos los instrumentos están sonando. El maestro de los músicos extiende sus manos hacia el cielo y las detiene por un largo momento, y de repente las baja a las caderas, e inclina la cabeza. El silencio reina. El viento sopla en el campo primaveral de Dura sobre un mar de cuerpos humanos. Tres hombres están parados en medio del campo, cerca del frente de la congregación. El momento pasa lentamente. Los Caldeos no pueden quitar los ojos de los atrevidos Judíos, cuales tampoco se mueven, retornando la mirada. Después de lo que parece horas, aunque no más unos minutos, el maestro de la ceremonia se levanta, y empieza a gritar instrucciones. La congregación se levanta y empieza a gritar, "rey, siempre vive." Ananías mira a sus compañeros. Misael levanta las cejas. Pasó. Ya terminó.

Pero los Caldeos en la plataforma están hablando entre sí, de vez en cuando mirando hacia ellos, o hacia el rey. No pueden creer que no los vio. Al rato, dos o tres de ellos se levantan y se acercan al rey. Daniel todavía tiene la cabeza inclinada. Los Caldeos hablan al rey. "Hay unos Judíos que pusiste sobre los negocios de Babilonia, o rey, pero no hacen cuenta de ti. Habíamos fijado que no adoran tus dioses, lo cual disimulamos por guardar la paz. Bueno, no sabemos si te fijaste, o rey, pero ahora cuando se debían inclinar a la imagen de oro que has hecho, no lo hicieron. Ahí están, o rey, parados entre los asistentes." Imagino que el furor del rey, especialmente de este rey violento y soberbio, sería espantoso presenciar. Nabucodonosor se enojó al oírlo. Tampoco lo puede creer. Cuando los soldados traen a los muchachos delante del rey, les reconoce, y pregunta, "¿Es verdad Sadrach, Mesach y Abed-nego? Yo no lo creo. Pero les voy a dar otra oportunidad. Si la riegan esta vez, será el horno de fuego."

Pocos momentos en la historia son más impresionantes que lo que sucedió en ese instante. No creo que ni la fe de Abraham es más emotiva. Estos niños fueron criados en un país idólatra. Profetas fueron burlados, o encarcelados. Habían visto su nación perder guerra tras guerra. Fueron conquistados y llevados como esclavos. Es cierto que en su humillación habían visto un avivamiento espiritual. Atrevieron confiar en Dios y les había bendecido. Vieron el milagro de la revelación a Daniel. Pero nada de esto me explica la fe que mostraron delante de un rey lleno de cólera. Fíjate, no aceptaron la demora ofrecida. No temieron responder. Ni cuidaron de responder. Estaban preparados para lo que sea. Pero estos jóvenes no iban a morir. El rey se enfurecerá, calentará el horno siete veces más, los mismos hombres que tienen que cargarles para echarles en el fuego morirán lentamente de quemaduras sobre todo el cuerpo. Pero el rey no hubiera retado a Dios. A estos muchachos ni el olor de fuego les pasará. Fíjate en la respuesta extraordinaria. Demostraron tres pasos de fe que valen considerar.

1. Fe decisiva

"He aquí nuestro Dios á quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo." Es que, no entiendes, o rey, nuestro Dios es el Dios vivo. El Dios verdadero. No como tus pequeños toritos que venden en el mercado, ves. No como tus solecitos que te cuelgas para traerte suerte. No necesitamos suerte. No queremos suerte. Conocemos a Dios. Nuestro Dios puede. No somos babilónicos ignorantes, o rey enojado. Somos el pueblo escogido de Dios. No parece, por supuesto, siendo esclavos y todo eso. Pero todavía es nuestro Dios. Harás bien de cuidarte de no ofenderle a él. Y tenemos por buena fuente que tu le has ofendido con tu insolente estatua de oro. Tu crees que estamos en peligro por tu horno candente pero te estamos avisando de una vez que tu estás en más peligro por haberle retado.

Bueno, aunque es fe profunda y sorprendente, no debe asombrarnos tanto. Es fe atrevida, confiada, sabia, informada y directa, pero en realidad excepto por el hecho de que se dijo bajo pena de muerte, es la fe de cualquier cristiano. Somos creyentes, y justos en la polémica, así que somos "confiados como leoncillos." Es la confianza de decir "tu adoras lo que no sabes, sabemos a quien adoramos." Es la fe de deshacerse de pretensiones, de no perder tiempo con la cansada y patética "oh rey, siempre vive" cuando no lo crees ni tampoco lo deseas verdaderamente. Es la fe de decir lo que sabemos, sin disculpas, mientras otros nos acusan de ser agresivos, o discutir, o faltar amor. Pero sabemos los mandamientos, sabemos el poder de Dios, sabemos el evangelio, sabemos la sana doctrina. No hemos presenciado muchos prodigios personalmente, quizás, pero creemos la Biblia. De eso ya no hay debate. En ella estamos firmes. Nuestro Dios puede librarnos.

Ahora, es una buena cosa tener fe en la Biblia. Es grande paso de fe, ordenar la vida conforme a la Biblia, para agradar a un Dios invisible, sin provecho material inmediato, y a veces con consecuencias muy negativas. Pero todo cristiano tiene tal fe. Los que no, no son cristianos. La fe en la Biblia es la victoria sobre el maligno y sobre el mundo. Es la salvación. Pero hay grande diferencia entre fe decisiva en la Biblia, en un Dios que puede, y la fe asegurada, en un Dios que lo hará.

2. Fe asegurada

"Y de tu mano, oh rey, nos librará." Yo he orado muchas veces por cosas más allá de mis poderes y mi sabiduría. He orado por sanidad de enfermos. He orado por grandes cantidades de dinero para publicar el evangelio. He orado por seguridad y protección sobrenatural. Y siempre he orado con la fe de que "Dios puede." Y muchas veces Dios ha concedido mi petición, como también muchas veces me la ha negado. La fe que Dios puede es fe importante y eficaz. Dios oye esa fe. Pero no es fe segura. Nunca he pedido un milagro de Dios con la fe positiva que Dios lo hará. No he tenido hasta la fecha la experiencia ni el entendimiento espiritual para asegurar nunca que Dios hará un milagro no más porque lo pido, o lo espero o lo quiero. He oído a otros hermanos orar con esa fe. Y en los casos que he sabido el resultado, siempre ha fallado. Hasta la fecha no he visto tal fe exitosa. Y cada vez que veo otro ejemplo que falla, pierdo confianza en el concepto mismo.

Bueno, ¿no es semejante fe cuando acogemos las promesas grandísimas de la Biblia? Uno intentando dejar de fumar se refugia en "todo lo puedo en Cristo que me fortalece." El que está llorando se acoge de "echando toda vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros." Papás jóvenes se plantan firmes sobre, "instruye al niño en su carrera: aun cuando fuere viejo no se apartará de ella." En esto hay una certeza, una confianza, pero más bien esa es fe decisiva. No es fe precisa y particular sobre alguna circunstancia. Compárala con la de Abraham, el sacrificar su hijo sobre un altar con plena confianza que Dios le va a resucitar. Es otra cosa.

Para tener tal fe se necesita un entendimiento especial. Para estar seguro de la voluntad de Dios en una cierta y precisa situación, necesitamos una directa revelación de Dios. Un profundo conocimiento de la Biblia quizá sería suficiente en algunos casos, pero en muchos de los casos no basta. Un Michêas puede decir, "si llegares a volver en paz, Jehová no ha hablado por mí. Oíd pueblos todos." Pero no podía decirlo por haber leído la Biblia. Jehová le había hablado, algo que no he experimentado. Un Elías puede decir, "no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra," pero cuando yo cierro la llave del fregadero no deja de gotear. Elías pudo decir, "si yo soy varón de Dios, descienda fuego del cielo, y consúmate con tus cincuenta." Pero si yo lo dijera te aseguro que ni una chispa se caería de un cigarrillo por mi dicho.

Aun así, yo no descuento la posibilidad que en alguna circunstancia Dios puede darnos el entendimiento para asegurar un milagro. Dios me ha hablado en pocas ocasiones, aun sin voz tangible, pero me ha hecho ciertas decisiones tan claras en mi vida, tan oportunamente, que da lo mismo. No habría sido más claro si me hubiera hablado desde el cielo. No sé cómo explicártelo, pero todos los a quienes ha sucedido comprenden. Obviamente, estos niños hebreos habían oído a Dios. Dios les había aclarado su intención. Y tenían la fe asegurada que Dios lo hará.

Sin embargo, aunque muchos cristianos sinceros anhelan esa fe, la que mueve montañas, y luchan para lograrla, están desperdiciando su tiempo. Cuando las Biblias modernas nos insisten que la fe de Heb. 11.1 es "certeza" o "seguridad" o "constancia," están imaginando la fe más insignificante, la del "grano de mostaza." Esa fe no es difícil. No viene con esfuerzo. Viene con revelación. No hay que buscar esa fe. Canturrear o zumbar con los ojos cerrados no ayuda. Cuando llega el momento, llegará la claridad. Si no tienes la claridad, no es el momento para declarar una fe asegurada.

3. Fe determinada

"Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos." Sucede, amigos traductores modernos, que aun cuando tienes la claridad de Dios sobre algún asunto, y la "certeza," la mente puede dudar. Ananías, Azarías y Misael tenían la confianza positiva que Dios estaba con ellos, que no iban a ser dañados. Pero ellos no fingieron una fe sobrehumana, ni trataron de resolver todas las dudas. Declararon su fe, pero reconocieron la posibilidad de error. No es como el padre de ese muchacho endemoniado que dijo, "Señor, creo, ayuda mi incredulidad." Eso parece más como nosotros. Es el intento de creer. Fe, en tal caso, es una meta, mientras reconocemos nuestra incredulidad. Pero estos tan solo están reconociendo su humanidad. No podemos usurpar el lugar de Dios. Dios tiene la palabra final. Dios no tiene que explicarnos todo lo que está haciendo. Dios rara vez explica todo. Así que, no fingimos ser lo que no somos, ni saber lo que no sabemos. Confiamos porque Dios nos lo ha aclarado, pero si estamos equivocados, eso no cambia nada. Todavía creemos.

Has oído el proverbio, "lo que has visto en la luz, no dudes en la obscuridad." El proverbio es sabio, pero precisamente porque existe la tendencia de después dudar lo que una vez supiste. Es una de las grandes debilidades de señales. Cristo hizo muchos milagros, pero ¿cual de ellos llegó a la mente cuando Pedro estaba calentándose en el atrio? Se olvidan, o empiezas tu a dudar la misma memoria. Algo sucede que no esperabas. Parece que Dios te ha desamparado. Sospechas que tienes que haber fallado en algo para que te decepcione así. Pero, aunque sabes que has fallado en mucho, no ves ninguna falla más notable ahora en tu vida que antes. Te quedas confundido, sin dirección, sin respuesta. "Tus cielos son de metal," y "todos tus huesos tiemblan." Pentecostales te dirán que has perdido la fe. Que nunca debes dudar. (Algunos te regañarán si acudes a un médico, o si compras un seguro.) Te asegurarán como los amigos de Job que tus desgracias son por tus culpas. Te diré algo. La fe en tales circunstancias es fe bajo fuego, y es más preciosa que el oro.

Yo creo que esta fe determinada es la fe que cuenta más. Fíjate, todo cristiano tiene fe decisiva. Y no más de vez en cuando podemos tener fe asegurada. Pero ambas refieren a fe en progreso, de promesas y victorias. A cambio, esta fe es en medio de derrota. Esta es la fe que tenemos cuando predicamos y se mofan. Es fe obstinada. A veces es fe sin sentido. Fue Job que dijo, "aunque me matare, en él esperaré." ¿Confiar en él que te mata? Eso no tiene sentido. Por eso, es fe inexplicable. Pero es la fe que verdaderamente cuenta. De los de esta fe "el mundo no era digno." Es la fe que Pablo tuvo cuando le "desampararon todos" y ya estaba "para ser ofrecido." Es la fe que tenemos cuando pensamos en nuestros amados familiares en el infierno, fe en medio de lágrimas. Es la fe que mantenemos en el Dios de toda consolación cuando un hijo pequeño muere, o peor aun, cuando uno grande se desvía del camino de Dios. Es la fe tras el temor, tras el fracaso, tras el pecado, tras el divorcio. Es la fe que tenemos en el lecho de muerte, mientras nuestros hijos pequeños están llorando. Es la fe de Jeremías cuando lamenta la ciudad derribada, y la de los hebreos cristianos cuando a la tierra se acercaba la maldición profetizada. Es la fe que Juan Bautista tuvo en la cárcel, tras "la esperanza que se prolonga, que atormenta el corazón." Es la fe que tuvieron sus discípulos cuando tomaron su cuerpo y le pusieron en un sepulcro. Es la fe que tuvo Pedro cuando regresó al aposento alto después de haber negado a Cristo. Es la fe de predicadores no tan buenos saliendo a predicar después que Esteban fue apedreado. Es la fe del "sin embargo." La fe del "amen" y "aleluya" es gloriosa. Pero la fe del "y si no," la fe del "aunque," la fe del "ay de mí," y la fe del "quién sabe," es la fe que más cuenta en la vida y en la muerte.