La Epístola

Isidro Fabela # 999

Col. Tres Caminos

CP 50010 Toluca, Edo. Mex.

#128 Abril, 2005

Impreso en México

Calendario

Abril 21 al 24, San Luís Potosí, J. García: jueves a domingo, conferencia sobre el ministerio y los ministros, predicada por Miguel N. Jackson.

Mayo 4 al 8, Guadalajara: miércoles a domingo, conferencia de exhortación, con Guillermo Kincaid invitado.

Mayo 13 al 15, San Luís Potosí, Selene: viernes a domingo, conferencia de exhortación, con Guillermo Kincaid invitado.

Mayo 20 al 22, Aguascalientes, San Marcos: viernes a domingo, conferencia de exhortación, con Guillermo Kincaid invitado.

Junio 1 al 5, Aguascalientes, Mitla: miércoles a domingo, conferencia con tema "la familia cristiana", con Guillermo y Déborah Kincaid.

Junio 12 al 19, Querétaro, ambas congregaciones: el domingo (12) a las 10am y 7pm, de lunes a sábado a las 7:30pm, y el domingo (19) a las 10am, conferencia de exhortación, con Flavio Santoyo y Guillermo Kincaid.

Julio 1 y 2, Morelia: Reunión de varones, empieza viernes a las 7pm, termina sábado antes de las 7pm, mas detalles después.

Septiembre 16 y 17, Querétaro: Taller Tema Ministros, predicado por Miguel N. Jackson.

Noticias

Página Internet: Miguel N. Jackson, que dirige la página de internet valera1909, nos avisa que ahora puede proporcionar cuentas de correo electrónico (tu_nombre@valera1909.com). Se cobrará $50 pesos por año. Puedes pedir mas información a puerta@valera1909.com.

San Luís Potosí, J. García: Bautizaron a 7 en febrero.

Morelia: Bautizaron a 7 en marzo.

Pachuca: Manuel Ojeda e Isaac Girón tienen linea telefónica ahora en Pachuca aunque cuando me dieron esta noticia todavía no funcionaba. Pero su número es (771) 153-1516.

San Antonio: En marzo llegaron con bien de Iraq tres soldados miembros de la iglesia, Jason Riggs, Donny Kincaid, y David Kincaid. Miguel Riggs escribió: "Mas de 1500 otros padres no experimentaron el alivio y gozo que nosotros [al recibir nuestros hijos sanos], sus hijos regresaron en ataúd." Muchos otros miles llegaron incapacitados. Los nuestros llegaron sin rasguño. Gracias por sus oraciones.

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La Muerte de un Predicador

6 Porque yo ya estoy para ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano.

7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.

8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo á mí, sino también á todos los que aman su venida

2 Timoteo 4

¡Qué muerte tan extraña esta, la muerte de un predicador! No cualquier muere así. No creo que ninguno puede hablar así antes de su muerte si no es predicador. Quizás hay éxito en la vida de muchas profesiones, quizás hay propósito en la vida mas humilde. Pero la muerte del predicador es algo extraña.

Preparación

Primeramente es extraña por la preparación invertida en ella. Fíjate que la muerte de Pablo no fue por accidente, ni por ocasión, sino predeterminada y oportuna. En algún sentido el día del nacimiento y el día de la muerte de todos los hombres está determinado por Dios. Pero existió una preparación extraordinaria en la muerte de Pablo, y otros predicadores, un propósito pensado, un especial interés de Dios en su fin, y podemos pensar que el mismo interés se toma en la muerte de todos los ministros de Dios.

La segunda epístola a Timoteo es sin duda la última epístola de Pablo que tenemos en la Biblia. Todas la epístolas de Pablo contienen planes para su futuro, la expectación de ser librado de prisiones, o de ser llevado a otra ciudad. Pero esta epístola declara su fin. No hay planes. Y no pide, ni espera, libertad. Pablo está preparándose morir. No podemos evitar comparar este texto con otras situaciones anteriores.

23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de ser desatado, y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor:

24 Empero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.

25 Y confiado en esto, sé que quedaré, que aun permaneceré con todos vosotros, para provecho vuestro y gozo de la fe;

Filipenses 1

La muerte de los apóstoles es interesante, primero, porque todos murieron como mártires según tradición antigua. Otro, porque solamente uno murió jóven. Jacobo, hermano de Juan, hijo de Zebedeo, murió en hechos 12, quizás menos de 10 años después de la resurrección. Pero luego no encontramos el martirio de ningún otro de los nombres principales en la iglesia. Pedro, aunque bajo la misma sentencia que Jacobo, no murió entonces, pues la iglesia hacía sin cesar oración por él, y se encuentra vivo mucho después. Dionysius, alrededor del año 170, escribió que Pedro murió poco después que Pablo, en Roma. No nos consta, por supuesto, siendo que las tradiciones posteriores a los apóstoles a menudo son repeticiones de simples mentiras con motivaciones siniestras (como para establecer la supremacía de Roma). Pero sabemos que Pedro vivió mucho después, pues es mencionado en Hechos 15 (probablemente alrededor del año 49), y también en 1ª de Corintios se menciona como vivo todavía (1 Cor. 9.5, probablemente escrito alrededor de Hechos 19 o 20, quizás el año 56). Además, Cristo dijo que Pedro moriría como un hombre viejo (Juan 21.18, y eso con manos extendidas, que Tertuliano, escribiendo alrededor del año 200, cuenta que Pedro murió crucificado).

También Pablo ya se contaba como viejo para fines de su primera prisión (Filemón 9, quizás alrededor del año 61). De los que tenemos evidencia (y sin descontar las tradiciones extra-bíblicas), que son Pablo, Pedro, Jacobo hermano de Jesús, y Juan hijo de Zebedeo, aunque siempre en peligro, llegaron a su vejez antes de morir. Parece que murieron poco antes de la guerra en Judea (año 66) todos excepto Juan, que según Irenaeus (177), vivió hasta el emperador Trajan (96 - 117). Todo esto me hace recordar las palabras de Jesús,

16 Mas seréis entregados aun de vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán á algunos de vosotros.

17 Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre.

18 Mas un pelo de vuestra cabeza no perecerá.

Lucas 21

Es curioso cómo Cristo puede decir que algunos serán matados, pero "un pelo de vuestra cabeza no perecerá." Bueno, quizás significa que no perecerá sin la voluntad directa de Dios. A pesar del martirio de Jacobo hijo de Zebedeo, y los continuos sufrimientos de Pablo, me es obvio que los apóstoles fueron protegidos por Dios.

10 Porque yo estoy contigo, y ninguno te podrá hacer mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

Hechos 18

Tenían la promesa que ningún veneno les haría daño (Mar. 16.18), y que ni un pelo perecería hasta cumplir su misión. Y el hecho que todos menos uno murieron contados meses antes de la guerra de Judea me es demostración que Dios tenía todo bajo su control. Los apóstoles se quebrantarían de corazón al ver su nación así destruido, pero murieron oportunamente, justo en el momento mas propicio, después de larga y provechosa vida. Me hace pensar que Dios también tiene nuestras vidas pensadas, preparando para nosotros no solamente una vida provechosa, sino también una muerte oportuna.

Logros

La muerte de Pablo también es extraña por los logros que alcanzó, y que supo apreciar antes de morir. Nos hace claro que nosotros como predicadores podemos alcanzar lo mismo. "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe." Pensando en estas palabras finales de Pablo, no puedo imaginar una "partida" mejor. Queremos poder decir lo mismo cuando nuestra partida llega.

Vemos aquí algo de primera importancia, de pelear la buena batalla. Primero debemos considerar cuál batalla estamos peleando. No es necesario recordarnos que es demasiado fácil pelear una batalla equivocada, o una tonta. Pienso en tantos cristianos que se "embarazan" en los negocios de esta vida, peleando por riquezas u honores temporales. Pienso en ministros que sacrifican sus vidas en "servicio público," metiéndose en disputas políticas, peleando por "justicia social," y cosas al estilo. Aun pienso en misioneros que recorren el mundo entero para distribuir alimentos, establecer hospitales, u hospedar a refugiados y víctimas de guerra. Nada de esto es malo, por supuesto, pero tampoco es la "buena batalla" de que habla Pablo.

10 Por tanto, todo lo sufro por amor de los escogidos, para que ellos también consigan la salud que es en Cristo Jesús con gloria eterna.

2 Timoteo 2

La buena batalla es la batalla espiritual por el alma de los hombres, que "consigan" la salvación, el perdón de los pecados, y la "gloria eterna." Demasiados se equivocan en esto, aun algunos predicadores pentecostales, que ofrecen sanar el cuerpo, y ojalá que pudieran, pero mientras oran por los enfermos, pasan por alto la salvación del alma. Miles de evangélicos desconocen la salvación por ese error.

Pero pelear la buena batalla no habla solamente de cuál batalla, sino de cómo la peleamos. Sabiendo cuál batalla pelear es solamente la primera parte de la ecuación. Pelearla bien es la otra. Y en esto creo que todos hemos fallado, por lo menos en parte.

3 Tú pues, sufre trabajos como fiel soldado de Jesucristo.

4 Ninguno que milita se embaraza en los negocios de la vida; á fin de agradar á aquel que lo tomó por soldado.

5 Y aun también el que lidia, no es coronado si no lidiare legítimamente.

6 El labrador, para recibir los frutos, es menester que trabaje primero.

2 Timoteo 2

Pelear para el evangelio es trabajo. No es fácil, no es rápido, y no es ocasional. No predicamos porque nos nace. No damos estudios porque nos interesa. Lo hacemos a tiempo y fuera de tiempo. Tenemos que hacerlo. Es la buena batalla, y tenemos que pelearla bien.

El haber acabado la carrera es también un logro de mucho valor. Nos hace recordar que todos tenemos una carrera personal que correr. Cuando Pedro pregunta acerca del fin de Juan, Cristo le hace claro que no le incumbe saber, y que no debe curiosear (Juan 21.22). Tiene su propia carrera que correr. Pablo lo expresó en otras palabras:

12 No que ya haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para lo cual fuí también alcanzado de Cristo Jesús.

Filipenses 3

Fuimos alcanzado de Cristo para alcanzar algo. Nuestra carrera es alcanzar aquello. Pablo buscaba fruto de los Filipenses (Fil. 4.17). Cristo amonestaba a los Laodicenses para que sean "hechos ricos" (Ap. 3.18). Hay victorias contra pecados que nos están esperando, hay almas preparadas para ser rescatadas del fuego por nosotros, hay conocimiento de Dios y de su doctrina que están a nuestro alcance, pero tenemos que acabar la carrera que nos es propuesta.

9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; que á su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado.

Gálatas 6

Pablo también dijo que había guardado la fe. Esto es más que decir que no cayó en herejía, aunque eso es un buen logro por sí solo. Pero Pablo significa que no había negado su profesión de fe en Cristo, ni por temor, ni por conveniencia. Pablo había hecho que otros blasfemen a Cristo antes de ser convertido (Hec. 26.11), entonces bien sabía el peligro de negar la fe bajo tortura o miedo. Y no debemos pensar que Pablo era demasiado fuerte para ser igualmente susceptible. El mas fuerte entre nosotros es débil en cualquier momento. Pedro, fuerte en fe al ver a Cristo caminando sobre el mar tempestuoso, fue débil cuando se sentía fuera del alcance del barco y todavía lejos de Cristo. El ánimo del hombre cambia en un instante. Los que somos fuertes en la reunión, a menudo somos débiles cuando estamos solos en el mundo. Pedro estaba preparado a pelear una multitud en el huerto por amor de Cristo, pero una hora después se encuentra calentándose junto al fuego, y negando que le conoce. Si te sientes fuerte ahora, admítelo sin reservación, que estarás débil en otro instante. Era grande logro que Pablo durante tantas tribulaciones no había negado la fe que una vez profesó.

Pero muchos más niegan la fe por conveniencia que por temor. Ananías y Safira negaron su fe por amar un poco el dinero, y amar un poco la honra que no les tocaba (Hec. 5). Demas desamparó el evangelio por amar al mundo (2 Tim. 4.10). Pienso que en nuestros días negamos la fe que tenemos en Cristo, y en el evangelio, diariamente, por las conveniencias de este mundo. Profesamos fe en el Cielo, pero amamos al mundo. Profesamos fe en la vida eterna, pero cuidamos demasiado esta vida. Profesamos fe en el evangelio, pero nos ocupamos en demasiadas cosas que ahogan el evangelio. Que Pablo guardó la fe que profesaba es grande logro.

Actitud

La muerte de Pablo es extraña también por la actitud que demuestra hacia ella. Te fijaste sin duda que Pablo no temía la muerte. Para los apóstoles creo que eso es muy lógico, pues habían visto con sus ojos la demostración de la resurrección. Pero tengo que decirles que yo también soy persuadido de la resurrección, no solamente por el testimonio de los apóstoles, sino también por las figuras de ella en la naturaleza, y aun por los argumentos filosóficos que me dejan sin alternativa. Para mi es mas que absurdo pensar en un artesano experto utilizando toda su pericia lograda a través de años, para crear una obra maestra durante largo tiempo, solo para destruirla cuando termina. Dios tampoco lo haría. Además, el bien y el mal no pueden existir sin la resurrección, y son cosas que yo sé experimentalmente que existen. El mundo mismo no tiene sentido sin la resurrección. Claro que Pablo no temía la muerte, pero nosotros que verdaderamente creemos en la resurrección, por esa fe tampoco tememos la muerte, aunque no estoy solicitando la experiencia.

Sin embargo, pienso en otras actitudes que tenía Pablo antes de morir, y me bendicen, porque son humanas, o por lo menos alcanzables. Por ejemplo, no sé si tu lo ves igual, pero yo veo en estas palabras de Pablo cansancio. "Haz la obra de evangelista" dijo. Se me hace que Pablo estaba cansado, y que deseaba reposar. Y todos los que hemos predicado el evangelio durante años podemos relacionarnos con eso. El evangelio es trabajoso, y nos cansamos en ello. Yo sé que el himno dice:

Grato es decir la historia, que antigua, sin vejez,

Parece al repetirla más dulce cada vez;

Me agrada referirla...

Pero hay veces que no me agrada referirla. Hay años que la historia no me ha sido tan dulce como cuando primeramente creí. Yo todavía amo el evangelio, sin duda, pero me acuerdo antes cuando derramaba lágrimas de gozo por oír la historia, y ya no tengo tan frecuente las mismas emociones. Me canso de oír los mismos mensajes de los hermanos, y de predicar los mismos día tras día. Si tu no has experimentado lo mismo, no me juzgues, predica mas. Si tu no sientes cansado es porque no has estado trabajando suficiente.

Cansancio no es malo. Salomón dice que "dulce es el sueño del trabajador" (Ecl. 5.12). Pablo tenía deseo de "ser desatado," y sospecho que era porque quería "entrar en el reposo." Trabajamos para entrar en el reposo, o sea, tenemos que trabajar primero. Debemos trabajar hasta estar cansado, y temo que muchos, aun los con muchos dones, nunca experimentarán el cansancio sano y santo que infunde el epitafio de Pablo.

Otra actitud que veo es satisfacción. Se dice que ninguno lamenta en su lecho de muerte por no haber gastado mas tiempo en la oficina. Muchos, sin embargo, lamentan no haber pasado mas tiempo con su esposa, con sus hijos, disfrutando la amistad, o aun la naturaleza, o la aurora. Pablo no tuvo hijos, no dejó herencia, y no murió en paz, rodeado por sus familiares y amigos. Pero no hay remordimiento en su soliloquio. Hay un sentido de logro, de cumplimiento, de contentamiento. En tiempo de muerte el trabajo no parece tan importante, con la singular excepción de los que trabajamos en el evangelio. Creo que el gemido principal de los cristianos después de la muerte será por no haber hecho más para el evangelio. El evangelio era el último mandamiento de Cristo. El evangelio es el clamor de los muertos condenados (Luc. 16). Y por eso, el que predicó el evangelio diariamente durante su vida de cristiano, siente tal satisfacción antes de morir. Es para nuestra consideración, los que predicamos, que la vida de predicador, si logramos el cansancio, es una vida cumplida, y resulta en una partida contenta.

Además veo en Pablo gozo. No es gozo declarado en tantas palabras, y claro no es una felicidad como la que sentimos cuando nos casamos, o cuando nace un bebé. La muerte, aun para un cristiano, es triste. Es una separación, una pérdida, una angustia del alma que es imposible describir con palabras. No hay consolación humana, y aun la fe que mueve montañas no evita el dolor en el evento. Aun Jesús lloró. Pero en medio del dolor existe un gozo no fingido, especialmente para los que han anhelado las cosas celestiales. Las cosas importantes se empiezan a descubrir, y las invisibles se empiezan a aparecer. La verdad de las doctrinas se empieza a concretarse, las dudas se empiezan a disolver. No así entre los incrédulos, que a menudo gritan desesperados al morir. Las últimas palabras de Watchman Nee él escribió en prisión en China a su hermana, "tengo gozo." ¿Quién es mas rico que eso?

Por último, veo en Pablo expectación. "Me espera corona." No estaba terminando, estaba comenzando. No sé si te parece egoísta que los cristianos deseemos galardones en el cielo, pero es la motivación principal que nos da Dios para servirle. Creemos que le hay, y que es galardonador. Aunque Cristo nos avisó que nuestra vida no consiste de las cosas que poseemos, en esta vida seguimos tercamente queriendo cosas, y con ojos grandes también, como los niños en el día de los reyes, o en la madrugada de Navidad, que no se contienen por la imaginación de algún juguete hasta entonces invisible. Pero la cercanía de muerte quita el deseo de cosas, ¿o no? No para todas las cosas. Hay cosas que el predicador quiere hasta la muerte. Aquí Pablo levanta ojos hacia el cielo, con la expectación, en sus propias palabras muchas veces repetidas, de "cosas de arriba," "cosas nuevas," "cosas inmutables," "cosas mejores." Pero no solamente esperaba cosas.

19 Porque ¿cuál es nuestra esperanza, ó gozo, ó corona de que me gloríe? ¿No sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo en su venida?

1 Tesalonicenses 2

La expectación de Pablo es la expectación del predicador, de pasar por la puerta de la muerte y encontrar no solamente "cosas" esperándole, sino almas. Con los del mundo, no saben qué esperar después de la muerte. Con los cristianos, esperan su lugar en el reino de Dios, no la esperanza de incertidumbre, sino la "buena esperanza", la "esperanza bienaventurada," la "mejor esperanza," la "esperanza de la promesa," y la "esperanza de nuestra vocación." Pero el predicador espera más. Espera galardón, espera corona, espera estar rodeado de almas. La expectativa del predicador fiel es grande en su muerte. ¡Qué muerte tan extraña esta, la muerte de un predicador!