La Epístola
Isidro Fabela # 999
Col. Tres Caminos
CP 50010 Toluca, Edo. Mex.
#117 Mayo, 2004
Impreso en México
Noticias
S
an Luís Potosí y León Se cancelaron las conferencias en que iba a participar Lyndell Kincaid, por un infarto que sufrió en abril. Ahora está recuperando de cirugía de circunvalación (bypass) con algunas complicaciones. Se posponen las conferencias para después del verano.C
elaya Conferencia de Tema Libre con Joel Martínez, el 15 y 16 de mayo, sábado y domingo.T
oluca Conferencia de exhortación, desde miércoles 19 hasta domingo 23 de mayo. Predicará Alberto Sotelo.C
elaya Mini-conferencia sobre evangelismo extranjero con Flavio Santoyo, el 5 y 6 de junio, sábado y domingo.C
elaya Conferencia de avivamiento toda la semana de junio 20 al 27, con Juan Castillo, Marco Chaires y Alberto Sotelo.M
orelia Conferencia de exhortación, desde miércoles 30 de junio, hasta domingo 4 de julio. Se predicarán Juan Castillo y Memo Kincaid.Q
uerétaro Reunión de predicadores el 9 y 10 de Julio. Empieza a las 7 PM el viernes, y termina todo a las 7 PM el sábado. Los predicadores asignados Juan Castillo, Mariano Alba, Alberto Sotelo y Juan Girón, un mensaje cada uno. Además habrán dos reuniones abiertas. Todas las comidas serán provistas por los hermanos de Querétaro, pero todos deben llevar su propia cobija y almohada.Z
acatecas Sábado 31 de julio y domingo 1 de agosto, se ha planeado una conferencia con Lyndell Kincaid. Ahora depende de su salud para entonces.A
guascalientes Del 1 al 8 de agosto, de domingo en la tarde hasta domingo en la mañana, también planean conferencia con Lyndell Kincaid y Memo Kincaid. También la conferencia depende de su salud.L
eón, Hidalgo Se planea una conferencia de evangelismo extranjero entre el 12 y el 15 de agosto. Participarán Flavio Santoyo, Memo Kincaid, Juan Tovar y Miguel N. Jackson.C
elaya Mini-conferencia sobre evangelismo extranjero con Juan Tovar, el 4 y 5 de septiembre, sábado y domingo.L
eón, Hidalgo Una semana de enseñanza sobre profecía, de lunes a domingo, entre el 1 de noviembre y el 7 de noviembre. Enseñará Guillermo Kincaid.C
elaya Conferencia toda la semana de diciembre 5 al 15, sobre evangelismo extranjero, con Memo Kincaid, E. Miguel Jackson y Juan Tovar.A todos los usuarios de email, la nueva dirección electronica de la Epístola es epistola@valera1909.com . La nueva email de Memo Kincaid es wrk@valera1909.com . Cualquiera que quiere bajar de la internet las ediciones recientes de la Epístola en cualquier formato (pdf o rtf) pueden visitar la página www.epistola.valera1909.com . Si quieren bajar un archivo, tecla el botón derecho del mouse, y guarda el archivo al disco. Pdf requiere el Acrobat Reader.
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La Señal de los Clavos
y otros misterios
24 Empero Tomás, uno de los doce, que se dice el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Dijéronle pues los otros discípulos Al Señor hemos visto. Y él les dijo Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
26 Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Vino Jesús, las puertas cerradas, y púsose en medio, y dijo Paz á vosotros.
27 Luego dice á Tomás Mete tu dedo aquí, y ve mis manos y alarga acá tu mano, y métela en mi costado y no seas incrédulo, sino fiel.
28 Entonces Tomás respondió, y díjole ¡Señor mío, y Dios mío!
29 Dícele Jesús Porque me has visto, Tomás, creiste bienaventurados los que no vieron y creyeron.
Juan 20
Esta narración sobre la conversión de Tomás me es muy interesante por varias razones. Es un texto importante como testimonio de la resurrección de Jesucristo. Ademas forma parte de un misterio sobre los eventos después de la resurrección de Cristo. Y me despierta ciertas otras curiosidades.
El texto es importante en primer lugar como historia, porque cuenta punto por punto, en suficiente detalle, la manera en que los apóstoles experimentaron el evento mayor de la historia. Forma parte del testimonio irresistible de estos hombres angustiados y desesperados, que en un instante ya son confiados, celosos y vehementes, y eso por lo demás de sus vidas. En particular, es otro relato de un hombre, mas que incrédulo, mas que escéptico, sino obstinado, hasta desafiador, que luego se convirtió en un momento. Al igual que la conversión de Jacobo, hermano de Jesús, y Saulo de Tarso en camino a Damasco, es un testimonio incontrovertible, porque no estaban "intentando" creer. Si Pedro o Juan fueran acusados de robar el cuerpo, eso es una cosa, pero ¿quién puede creer que así lograran convencer al terco Tomás, al cínico Jacobo, o al feroz Saulo? El evangelio de San Juan es el más criticado como falso por los "expertos incrédulos" porque contiene "teología desarrollada" en ella. Pero esta historia, únicamente relatada aquí, en mi opinión establece la autenticidad del libro por sí sólo. Aquí no hay mecanismos literarios. Aquí la realidad brota de la página. Tomás está descubierto, es revelado desde su interior. Ya no es un testigo desconocido. Le conocemos bien. Es como nosotros.
Recientemente he leído algunos libros sobre la resurrección de Jesús. Se ha comprobado que la muerte y resurrección de Jesucristo es de todos los eventos en la historia remota, el mejor atestado que cualquier otro. Sabemos que Julio César fue asesinado, que Mahoma era un bandido en Arabia, que Aníbal cruzó las alpes y saqueó a Roma, pero existe mas evidencia que Jesús de Nazaret murió en Jerusalem y que después fue visto vivo. Hay mas testimonios genuinos escritos sobre ello en la misma generación del evento que para ningún otro evento tan remoto. Y aparte de la extensa literatura apostólica, que se ha colectado en un solo volumen llamado el Nuevo Testamento, existen muchas otras evidencias que sostienen la verdad de ella. Las evidencias aun abundan en los escritos de los incrédulos y enemigos de cristianismo.
Cornelio Tácito (55-120 DC) escribió sus "Anales" de Roma alrededor del año 115. Para explicar el incendio de Roma en tiempos de César Nerón (64 DC) nos cuenta de un "Christus" que fue ejecutado en el reinado de César Tiberio (14-37 DC) por uno de sus procuradores "Poncio Pilato," para acabar con una "superstición traviesa," pero que se detuvo solamente por un momento, y brotó de nuevo después, no solamente en Judea, sino aun en Roma (Gary Habermas, Ancient Evidence for the Life of Jesus, Nelson, 1984, p. 87). Tácito, un "testigo hostil," corrobora el testimonio de los apóstoles al pie de la letra, incluyendo el fracaso de la pena capital en este caso.
Josephus (37-98), un judío apóstata, desertor en la guerra de Judea, escribió la historia de Israel para los Romanos, ya que habían destruido a Jerusalem, y suponían la pronta desintegración de la nación. Judea se había convertido en noticias de primera plana por la guerra (66-70). Al contarnos los eventos de Judea recientes, menciona a Jesús. Aunque los manuscritos latinos de Josephus muestran alteración posterior hecha por manos "cristianas," existen manuscritos en otros idiomas (arábico), y entre todos podemos distinguir lo que Josephus sabía acerca de Jesús. Nos dice que fue condenado por Pilato y que fue crucificado. Pero luego dice que sus discípulos reportaron que apareció vivo a ellos después (Josephus, Antiquities, 183). Además al contar los eventos mas cercanos a la guerra explica la ejecución de "Jacobo el Justo," hermano de "Jesús que le llaman el Cristo." (Antiquities, 209). Otro testigo hostil sostiene el testimonio de los apóstoles, incluyendo la conversión sorprendente de Jacobo.
Julio Africanus en el año 221 cita el historiador Thallus, que en su historia de Asia Menor (escrita en 52 DC) intenta "explicar" la oscuridad que había sucedido el año de la crucifixión, como un "eclipse del sol." Así que estaban buscando explicaciones aun 20 años después del hecho, que si fuera un eclipse común, ya se hubiera olvidado para entonces. Y esa explicación miserable solamente pudo ser sostenida muy después y muy lejos del hecho, siendo que mientras estaba reciente, todos habrían recordado que sucedió el día de Pascua, que siempre ocurre en luna llena. Eclipses sólo ocurren en luna negra. Este supuesto "eclipse" no era local a Judea tampoco según Tertuliano (200), sino que había sido visto en Roma también. Phlegon reportó en 137 DC, que en la olimpíada 202 (33 DC) había algún "gran" eclipse del sol en Caria (Grecia), que sucedió junto con un terremoto en lo que es ahora Turquía (Lee Strobel, The Case for Christ, Zondervan, p.85). Si todos estos hablan del mismo evento, vaya qué testimonio se da a la veracidad de los evangelios.
Los Judíos incrédulos después de ser expulsados de Jerusalem (70 DC) también escribieron acerca de Jesús. En el Talmud, Sanhedrin 43, escribieron que Jesús "practicaba hechicería" (hizo milagros) y que seducía a la apostasía. Dice el Talmud que fue condenado a ser apedreado, pero al fin fue "colgado" en la tarde de la Pascua (Habermas, p. 98). No elaboran porqué fue ejecutado al estilo romano en vez del estilo judío, pero aun sin quererlo, establecen la veracidad de los apóstoles. Argumentos entre Judíos y Cristianos de la época demuestran que los Judíos todavía acusaban a los apóstoles de haber robado su cuerpo, algo que también sin querer hacerlo, han establecido hasta nosotros el hecho que la tumba estaba vacía. Junto con los testimonios como nuestro texto, la resurrección de Jesucristo es el evento mejor atestado de la historia remota.
La doctrina del texto
Ahora, este texto es también importante en cuanto a su doctrina. Fue escrito después de los otros evangelios, y no solamente relata el evento, establece la teología "primitiva," la teología de los apóstoles. Fíjate en la reacción de Tomás cuando por fin es vencida su incredulidad, "mi Señor y mi Dios." La doctrina de la "trinidad," o mas bien, la divinidad de Jesús, es tan clara en la Biblia, en ambos testamentos, que solamente los "voluntariamente ignorantes" pueden negarla. Los Judíos que niegan esta doctrina como herejía son ignorantes de las mismas profecías en el AT. Jehová promete llegar a la tierra, vencer a sus enemigos personalmente, promete habitar con humanos y reinar en Jerusalem. Los Testigos de Jehová que pretenden que esta doctrina es novedosa o corrupción romana impuesta en el segundo siglo tienen que inventar explicaciones torturadas para estos textos. No solamente aquí tenemos otra declaración bíblica de la divinidad de Jesucristo (y hay muchas), aquí tenemos la conclusión de un apóstol en el momento clave de su conversión, el consentimiento de los demás apóstoles, no solamente por callar en el momento, sino por escribir mas tarde el incidente sin corrección ni cualificación, y sobre todo, tenemos la confirmación por Jesucristo mismo. Cuando Tomás le llamó su Dios, Jesús le respondió afirmativamente, "porque viste, creíste." Negar la divinidad de Jesucristo mientras profesas creer la Biblia es nada menos que absurdo.
Y considera también esta respuesta de Jesús, la moraleja de la narración, "Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron." Olvida por un momento la necesidad de haber testigos que no fueran incautos o "credulentos." Seguramente era importante a Dios convencer a por lo menos algunos sospechudos. Pero el regaño de Tomás es mas profundo que uno piensa. Aquí no solamente expone la humanidad de Tomás, y denuncia su error, aquí explica la misma naturaleza de la fe verdadera, y declara la diferencia definitiva entre los apóstoles y todos los demás cristianos en la historia. Los apóstoles no creyeron. Vieron. Seguro, algunos eran menos resistentes a creer que otros. Pero los hechos son innegables. Ninguno de ellos creyó en la resurrección de Jesucristo sin haber visto. A Juan era suficiente ver la tumba vacía (v. 8), pero no había creído en su resurrección cuando María Magdalena le contó que "han llevado al Señor, y no sabemos dónde le han puesto." A Pedro ni ver la tumba bastó, sino siguió dudando hasta ver a Jesús a solas mas tarde ese mismo día. Ninguno de los apóstoles "creyó el evangelio." Fueron escogidos a verlo con sus ojos.
La verdad de elección es altamente visible aquí también. Si tu, o tu vecino, fueran igualmente incrédulos como lo fue Tomás, terminarías en el infierno. Si Dios concedió a Tomás lo que no te concederá a ti, es porque él es soberano, hace todas las cosas según el "puro afecto de su voluntad." Fíjate que nuestra elección no dependió de nuestra fe, sino nuestra fe dependió de nuestra elección. La tendencia entre cristianos evangélicos es de suponer que la elección realmente no significa nada. Suponen que Dios escoge a los que creen, a los que primeramente le escogieron a él. No importan cuantas veces la Biblia dice lo opuesto, no pueden creer que Dios sea "injusto" o parcial, que diera a unos lo que no dio a todos. Pero la doctrina de la elección es bíblica. Dios hace lo que quiere, porque tiene propósitos eternos. El reserva el derecho de negar la gracia sobre-abundante (aunque en todo caso dio mucha gracia) según sus propios criterios. Y en este texto la elección es demostrada. Dios dio a Tomás lo que no te daría a ti. ¿Cómo pueden suponer la "igualdad" de Dios al ver la gracia dada a Tomás, a Jacobo o a Saulo? Era "gracia abundante," extraordinaria, soberana. No fueron, y por lo mismo tampoco fuimos escogidos por haber creído, ni por la presciencia de que "íbamos a creer." Eramos igualmente incrédulos en un tiempo como lo fue Tomás. Creímos porque Dios nos persuadió, como persuadió a Tomás, venciendo nuestra incredulidad natural, concediéndonos lo que necesitábamos para creer, aunque en nuestro caso no usó la vista, sino otras evidencias.
Además la moraleja nos lleva a una conclusión importante. Mira que el don de apóstol es sin igual en la iglesia. No hay, ni pueden haber "sucesores" de los apóstoles. Ellos vieron, y no solamente no creyeron hasta ver, rehusaron creer a otros que le habían ya visto. Esto no solamente aclara la culpa de estos. Es lo contrario a la experiencia de todos los demás cristianos en la historia. Ninguno desde la muerte de aquellos, ni Witness Lee ni el Papa, ni el papá luz del mundo, debe jamás considerarse apóstol. La distinción entre ellos y nosotros es imperativo.
Esto no es para venerarles tampoco. Para acabar pronto, considera la comparación hecha por Cristo, mira cuál de los dos es "mayor." El católico insiste que los "santos," especialmente María, son los bienaventurados (aunque Cristo ya había negado eso directamente en caso de su madre, Luc. 11.27). Sin embargo, aquí Jesucristo pronuncia la bienaventuranza sobre nosotros, no sobre los apóstoles, y por asociación, ni sobre su madre. Ellos vieron para creer, nosotros creímos sin ver, así que, somos nosotros mas bienaventurados que ellos.
Existe enseñanza práctica aquí también. Fíjate en las fechas de la narración. Jesucristo apareció a diez apóstoles la tarde del domingo de su resurrección (v.19). Luego aquí nos dice que les apareció ocho días después. De por sí solo esta circunstancia es un poco curioso. Mientras todos los demás lo vieron el primer día, Tomás tuvo que esperar una semana entera. Ahora, esto no fue una coincidencia. Como tantas otras cosas en el NT, lo que sucedió en los momentos salientes establecía un patrón. Tanto significado tuvo esto que los discípulos empezaron a reunirse regularmente el primer día de la semana. Y tan universal llegó a ser este costumbre que los gentiles, mucho después, lo siguieron. Cuando Pablo visitó a los hermanos en Troas (Hec. 20) quedó con ellos buen tiempo esperando sus compañeros. Y cuando sus colegas llegaron después, llegaron en un martes, pero esperaron hasta el domingo para reunirse con la iglesia, planeando partir tan sólo hasta el lunes. Y esto no fue por el orario de barcos tampoco, pues Pablo, o por mareas, o quizás por haber sufrido dos naufragios, sin contarnos porqué, estaba viajando a pie. Cuando Pablo exhortó a los Corintios juntar ofrendas para los necesitados de Judea, les impuso colectarlas los domingos, porque se acostumbraban reunirse entonces (1 Cor. 16). Los "Adventistas del Séptimo Día" sugieren que la reunión en domingo es la "marca de la bestia" (no te ríes, así creen "sinceramente") pero ni una vez encontramos los cristianos reuniéndose en sábado. En todos los casos usaban el sábado para evangelizar a los Judíos.
El paradero de Tomás
Ahora, hay otras circunstancias que me son muy curiosas. Por ejemplo, ¿dónde estaba Tomás? ¿Porqué no estaba con ellos esa primera noche? Al momento uno puede pensar que no es mucho misterio, porque sería casi ilógico que todos estén juntos en cada momento desde la crucifixión. Pero eso es sin considerar la situación verdadera. Y para entender el misterio tienes que entender el orden de eventos muy bien.
Los textos que narran los eventos después de la resurrección tienen contradicciones aparentes que han confundido estudiantes bíblicos por siglos. Al principio uno piensa que no se pueden reconciliar. Incrédulos acusan los textos así de falsedad. Te daré algunos ejemplos. Mateo, Marcos y Lucas relatan que muchas mujeres fueron al sepulcro mientras Juan solo menciona a María. Mateo, Marcos y Lucas relatan que ellas vieron a los ángeles, pero Juan dice que María estaba sola cuando le aparecieron. Mateo dice que ellas fueron en "la víspera de sábado" pero los demás dicen que fue el primer día, muy de mañana. Mateo habla de los guardas todavía en el huerto, mientras Marcos y Lucas tienen el huerto abandonado. El ángel en Mateo que habla con las mujeres, había revuelto la piedra, espantado a los guardas, y se había sentado sobre la piedra. Marcos tiene al ángel adentro del sepulcro, al lado derecho. Lucas tiene a dos hombres parados "junto a ellas." Juan también tiene a dos ángeles, pero están sentados, uno a la cabeza y otro al pie del lucillo. Mateo dice que se fueron del sepulcro con "gran gozo" a dar nuevas a los discípulos, pero Marcos dice que no decían nada a nadie por "temor y espanto." Mateo dice que Jesús apareció a las mujeres en el camino mientras iban a los discípulos, pero Juan dice que apareció a María sola en el huerto. Mateo y Marcos cuentan que el ángel les manda ir a Galilea para ver a Jesús, y en el camino Jesús les dice a las mujeres que fueran todos a Galilea porque "allí me verán." Pero el evangelio de Juan tiene a Jesús apareciendo a todos por mas de una semana ahí mismo en Jerusalem. Mateo termina los encuentros en un monte en Galilea, Marcos dice que el encuentro final era sentado en una mesa, Lucas dice que fue en Betania, pero otra vez dice fue el monte del olivar, cerca de Jerusalem. Con razón los incrédulos son tan presumidos.
Sin embargo, nada de esto se contradice. En primer lugar, no es justo exigir que los evangelios siempre relaten todo en orden cronológico, aunque en este caso eso ni es necesario aplicar. Pero también deben recordar que mientras un autor se enfoca sobre una persona, otro se enfoca sobre varios. Y a veces el relato es resumen de varios eventos, mientras otras veces es un acontecimiento en particular. Con un poco de atención a los detalles, y una fe firme en la verdad de todos los textos bíblicos, podemos reconstruir los eventos con mucha precisión, sin contradicción, y con casi nada de reorganización. Te daré una reconstrucción ejemplar para demostrarlo. (Fíjate que en esta reconstrucción la única parte relatada fuera de orden es Luc. 24.12, y ni eso hace violencia al texto, porque Luc. 24.10-12 es un resumen de varios eventos.)
Mat. 28.1-4 Hay un terremoto mientras ciertas mujeres van al sepulcro, un ángel revuelve la piedra y se sienta en ella, espanta los guardas, y cuando se recuperan, abandonan el sepulcro.
Mat. 28.1, Mar. 16.1-4, Luc. 24.1-3 Por lo menos cinco mujeres, María Magdalena, Juana (mujer de Chuza, procurador de Herodes), la otra María (madre de Jacobo, mujer de Cleofas, y tía de Jesús), Salomé (madre de Jacobo y Juan, mujer de Zebedeo) y por lo menos una mas, quizás Susana, parten hacia el sepulcro antes de amanecer. Llegan al sepulcro muy de mañana, ven a la piedra ya revuelta, y el huerto abandonado.
Juan 20.1-3 Una de ellas, María, corre a encontrar a Pedro y Juan para contar lo de la tumba vacía, mientras las otras esperan. (Probablemente estaban en el aposento con los otros porque dice que después "volvieron" a los suyos.) Pedro y Juan se dirigen hacia el sepulcro.
Mat. 28.5-7, Mar. 16.5-7, Luc. 24.4-8 Mientras esperan, las demás mujeres vuelven a entrar en el sepulcro. Aparecen dos ángeles junto a ellas, y luego uno se siente al lado derecho. Les dicen que Jesús está vivo, y les encargan decir a los discípulos que Jesús les irá delante a Galilea.
Mar. 16.8, Mat. 28.8 Las mujeres se dirigen hacia el aposento con temor y gozo, pero sin atrever hablar a nadie mientras.
Luc. 24.12, Juan 20.3-10 Pedro y Juan llegan al sepulcro, lo ven abandonado y vacío, y vuelven.
Juan 20.11-13 María Magdalena llega otra vez al sepulcro, que ahora está abandonado, se siente afuera llorando. Luego ve a los dos ángeles adentro, uno al pie y otro a la cabeza. Ella todavía cree que alguien ha llevado el cuerpo.
Marcos 16.9, Juan 20.14-17 Llorando en el huerto, María es la primera que ve al Señor.
Mat. 28.9,10 Mientras están en camino las otras mujeres ven a Jesús. Después llegan y dan las nuevas a los discípulos. Los discípulos oyen a las mujeres y no las creen.
Luc. 24.9-11, Mar. 16.10,11, Juan 20.18 Pedro y Juan llegan otra vez al aposento. Tampoco creen a las mujeres. María Magdalena regresa al aposento y también les dice que vio al Señor. Tampoco la creen.
Mat. 28.11-15 Unos de la guardia reportan a los sacerdotes.
Luc. 24.34,35, 1 Cor. 15.5 Jesús se manifiesta a Pedro solo.
Mar. 16.12-14, Luc. 24.13-33 Mas tarde Jesús camina con Cleofas y otro hasta Emmaus. Después vuelven ellos a Jerusalem.
Luc. 24. 36-43, Juan 20.19-23 Esa misma noche Jesús aparece a diez apóstoles, junto con Cleofas y su compañero en el aposento.
Juan 20.24-25 Los discípulos cuentan a Tomás que acaban de ver al Señor.
Mar. 16.14-18, Juan 20.26-29,1 Cor. 15.5 Una semana mas tarde Jesús aparece de nuevo a los once en el aposento, junto con Matías.
Juan 21.1-24 Jesús se revela a Pedro, Tomás, Natanael, Juan, Jacobo, y otros dos en el mar de Tiberias (Galilea).
Mat. 28. 16-20 Jesús se manifiesta a los once en un monte en Galilea.
1 Cor. 15.6 Jesús se muestra a mas de 500 juntos.
1 Cor. 15.7 Jesús se descubre a Jacobo su hermano.
Luc. 24.44-49, 1 Cor. 15.7, Hec. 1.22,23 Jesús se manifiesta a ellos otra vez en Jerusalem, en el aposento. Este grupo también incluyó a Matías y Barsabas Justo.
Mar. 16. 19, Luc. 24.50,51, Hec. 1.4-11 De ahí Jesús les lleva a Betania, sobre el monte del olivar, y allí asciende al cielo.
Hec. 9.3-6, 1 Cor. 15.8 Jesús aparece a Pablo en camino a Damasco.
Las historias de Mateo y Marcos cuentan puntos importantes, y resumen los mayores encuentros, mientras Lucas y Juan cuentan varios eventos en mas detalle. La solución sencilla a todas las contradicciones alegadas es creer lo que dice el texto al pie de la letra. Son necesarios todos los evangelios, porque los detalles diferentes descubren las abreviaciones de cada uno aparte.
Ahora, lo que sabemos acerca de Tomás es que estaba con los once apóstoles los tres días después de la crucifixión, viviendo todavía en el aposento alto donde comieron la última cena. Probablemente estaba presente cuando María primeramente les contó del sepulcro vacío, porque Pedro y Juan "volvieron" a ellos. Tomás oyó a las mujeres que vieron a Cristo en el camino. Estaba también cuando María llegó. Además Tomás sabía que el Señor se había presentado a Pedro, porque él estaba ahí cuando eso lo comentaron a Cleofas (Luc. 24. 33 y 34). Cleofas había llegado al aposento alto para contar su propia experiencia ese mismo día. Ya era muy tarde, pues Cleofas estaba en Emmaús con Cristo después de haber "declinado" el día, y tuvo que caminar sesenta estadios (como 12 o 13 kilómetros) para llegar a Jerusalem. Y al llegar Cleofas, encontró a los once reunidos con varios otros (Luc. 24.33). Así que Tomás estaba allí hasta entonces. Luego todos juntos estaban hablando de los eventos del día hasta muy noche. Es durante esa conversación que Jesucristo mismo les apareció, y nos dice Juan que para entonces Tomás ya no estaba presente. Eso se me hace una circunstancia demasiado misteriosa. ¿A dónde fue en medio de esa conversación? De toda la mala suerte que puede suceder a uno, ¿cómo es posible que en el mismo momento que Cristo se deja ver, Tomás se había salido para "tomar aire" o usar el baño? Luego vuelve a entrar a la casa esa misma noche y le cuentan lo que perdió.
La incredulidad de Tomás
Además me es demasiado curioso que en tales circunstancias Tomás no creyera. Oyó en el mismo instante que la tumba era vacía, oyó el reportaje de Pedro y Juan cuando volvieron, oyó de las otras mujeres que lo vieron en camino, oyó de María que estaba vivo, luego oyó a Pedro contar que lo había visto, y oyó a Cleofas que llega corriendo desde Emmaús para contar lo mismo. Por mala fortuna salió un breve momento y al regresar, los diez apóstoles juntos le están contando que acaban de ver a Jesús en ese mismo cuarto, hace unos minutos. Se me hace demasiado curioso que Tomás todavía no fuera convencido. O por lo menos dispuesto a creer. Eso me convence a mí dos mil años después del hecho.
Bueno, la incredulidad en cualquier es curioso seguramente, aunque en el caso de Tomás, se me hace demasiada. Era incredulidad natural seguramente. Algunos son demasiado descreídos. Dudan de todos, no saben confiar, ni en sus propios padres (como Jacobo). Y no es del todo malo. La cautela es buena. Pero en caso de Tomás, era mas que incredulidad terca. Era incredulidad intencional. Seguramente, después de tantos testimonios, para que Tomás siga resistiendo, tenía que adoptar la resistencia como un propósito. No era una renuncia de fe, pues Tomás siguió con ellos toda esa semana también. Quizás sentía frustración por haber todos los demás ya visto al Señor, mientras él siempre quedaba mirando la dirección equivocada. La determinación de no creer tenía que ser la desesperación de ver también. No quería ser pasado por alto. Quizás era una lamentación de que necesitaba ver. Que nunca estaría satisfecho hasta ver. No aguantaba la vida sin verlo como los demás. En tal caso eso explica la blanda respuesta de Jesús. Jesús regresó ocho días después precisamente pensando en Tomás. No le había olvidado. Le responde por nombre, "mete tu dedo, Tomás, alarga acá tu mano." Por fin, Tomás recibe lo suyo, lo prometido, la razón porqué fue llamado, y así se convierte en uno de los testigos mas persuasivos a nosotros.
La señal de los clavos
Una curiosidad mas, y quizás la mas interesante, es que al instante no me parece explicable porqué Jesucristo todavía tiene la señal de los clavos en sus manos. Es cierto, como nos aseguran los Testigos de Jehová, que hay dos clases de resurrección. La resurrección de Lázaro, la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín, y Dorcas, son ejemplos de una resurrección terrenal, que al considerarla, es muy mediocre. Eliseo resucitó a muertos también, y volvieron a morir, como todos estos. Está establecido a los hombres que mueran una vez, pero si recibes esta resurrección, tienes que morir dos veces. No sería sorpresa que Lázaro todavía tuviera imperfecciones en su cuerpo cuando fue resucitado, que todavía tuviera la misma edad, las mismas arrugas, y todas las cicatrices acumuladas en su vida. Pero me es demasiado curioso que Jesucristo las tuviera. Jesucristo resucitó por una resurrección muy superior, la resurrección prometida, para nunca mas morir. Es una resurrección gloriosa, y la Biblia hace claro que el cuerpo así resucitado ya no padece. El cuerpo espiritual que tuvo Jesucristo, y que vamos a tener nosotros, no es limitado a la tierra, pues es celestial. No es limitado a la vista, pues Jesús apareció y desapareció de la vista. No es limitado por paredes, pues el Señor entró al aposento sin tocar la puerta, la cual estaba cerrada por miedo de los Judíos.
Por estas razones los Testigos de Jehová niegan la resurrección corporal de Jesús. Suponen que Cristo "resucitó" tan solo en espíritu. Una vez yo pregunté a un anciano de ellos, ¿qué cosa, entonces, pasó con el cadaver? Me dijo que no importaba. Vaya, qué respuesta esa. La tumba era vacía, el cuerpo material se había desaparecido, era la primera pista de la resurrección, pero al TJ eso no importa. Jesucristo cuando resucitó dijo que no era espíritu, sino que era un cuerpo, y para certificarlo comió pan con ellos. Ellos le tocaron, le palparon, le abrazaron sus pies. El mismo dijo que tenía huesos y carne. Pero su cuerpo era glorificado. ¿Porqué entonces todavía tiene las señales de su muerte violenta?
Una respuesta inmediata que he considerado es que las heridas de Cristo no eran como las nuestras, resultado de accidentes o desgracias. La resurrección promete sanarnos, devolvernos la perfección, tanto en espíritu como en cuerpo. Las heridas de Cristo eran parte del precio que pagó por nuestra salvación, y se puede suponer que por eso las señales serán eternas. Si Cristo llevó nuestras enfermedades y pecados para darnos vida eterna, se puede suponer que tendría que llevarlos siempre. Pero Cristo no quedó muerto para siempre. Y las señales no son heridas. Ya se sanaron. Solamente son cicatrices.
Creo que la respuesta verdadera es una revelación importante. Conocí un evangelista bautista en los estados unidos que había sido quemado cuando era niño. La mitad de su cara era horriblemente desfigurado. Uno sentía incómodo no mas en mirarlo. No sé cómo tuvo éxito como evangelista, pero sí tenía un ministerio amplio. En esta vida, cicatrices pueden ser algo muy feo, especialmente a niños. Pero también las cicatrices son a veces medallas de honor. Soldados que fueron heridos por luchar con valor no se esconden por ser desfigurados. Moshe Dayan, el general genio de Israel moderno llevaba una venda negra en su ojo, ojo que había perdido en la guerra de independencia o la de Suez. El parche llegó a ser su símbolo, su distinción visible, su escarapela de valor.
Las cosas que padecemos en esta vida son las raíces de nuestra vida eterna. La resurrección no nos da un nuevo cuerpo, sino el mismo cuerpo transformado. Las heridas que recibimos por servir a Dios determinan la calidad de nuestra resurrección (Heb. 11.35). Nuestra fe en esta vida formará nuestra apariencia en aquella. Pablo dijo que llevaba en su cuerpo las marcas del Señor Jesús. No lo dijo por lástima, sino por establecer autoridad y honra. Y seguramente las llevará en su cuerpo glorificado. Jesucristo aparece a los discípulos con un cuerpo glorificado, pero todavía tiene las señales de su obediencia, de su grande fe en su vida terrenal. No eran cicatrices feas, sin hermosas. Es de concluir que nosotros también llevaremos las señales de nuestra fe en nuestro cuerpo glorificado. Si es que tuvimos fe alguna.