La Epístola
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L
eón: La convivencia de jóvenes era de mucha bendición. Asistieron alrededor de 160 jóvenes de casi todas las congregaciones. He oído de muchas fuentes que las predicaciones eran atinadas, y que la organización del evento fue muy superior. De parte de todas las iglesias les damos gracias especialmente a los pastores de León, pero también a tantos hermanos y hermanas de las iglesias en León que se esforzaron en atender con tanta solicitud a nuestros jóvenes.
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22 Mas el fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe,
23 Mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley.
Gálatas 5
Superficialmente me pongo a curiosear de porqué este pasaje se divide en dos versículos. Es un solo enunciado, y de nueve "frutos" del Espíritu siete se encuentran en uno, y dos en el siguiente. En primer lugar, les diré, no sé. Hay muchas divisiones en los versículos de la Biblia que no entiendo. En segundo lugar les diré, seguramente es la voluntad de Dios. Todas las Biblias que conozco así son divididas. En tercer lugar les diré que seguramente tiene sentido aún si lo desconocemos. Cosas muy menores al parecer después se descubren ser muy significantes. Y en cuarto lugar les diré, la misma pregunta ilustra un problema con mi actitud hacia la Biblia. Leo estos versículos de suma importancia, y lo que me viene a la mente es algo de casi ninguna. Cristianos podemos memorizar pasajes de la Biblia y nunca ponerlos por obra, a veces ni siquiera reconocer su importe. Este pasaje es uno de ellos. No fue escrito para memorizar los nueve frutos, sino para anhelarlos, y asimilarlos.
Entre los propósitos de Dios contamos la salvación, la iglesia, el reino de Dios, la gran comisión, las bodas del Cordero, el Reino de los Cielos (milenio), la nueva Jerusalem, el gran trono blanco, y un Cielo nuevo y tierra nueva. Reconocemos que Dios tiene grandes ideas, grandes planes para la tierra y para la iglesia. El cristiano fiel se ha entregado al cumplimiento de estos propósitos. Muchos de nosotros nos hemos entregado a la obra de Dios. Predicamos regularmente para cumplir, para ver almas salvas. Les doctrinamos todas las enseñanzas de Cristo como nos mandó. Nuevos creyentes tiran sus imágenes, desechan sus vicios y pagan sus deudas. Los concienzudos entre nosotros ajustan nuestros orarios para ser fieles a las reuniones, leemos la Biblia diariamente, cambiamos nuestra música mundana para música de adoración. En fin, la vida cristiana rápidamente logra un nivel necesario, básico, sano, adecuado. Los nuevos creyentes que no logran este nivel, mayormente son olvidados, y con mucha razón ni siquiera son contados como parte de nuestras iglesias, no los consideramos salvos. Es casi seguro que no son salvos. Y, como pastores todos sabemos, los nuevos adeptos que no logran este nivel rápidamente, no lo logran nunca. De haber excepciones, sí las hay. Pero por lo general sabemos que si la persona que acaba de bautizarse no empieza a ser fiel a las reuniones inmediatamente, o leer su Biblia, o cambiar sus costumbres, nunca lo hará.
Sin embargo, después de lograr este nivel de vida cristiana, la mayoría de nosotros nunca progresamos más. Para la mayoría de cristianos en todo el mundo, su "cristianismo" nunca llega a ser mas que eso, asistir, orar y leer, y muchos de ellos nunca ni llegan al nivel de diezmar o testificar en toda su vida. Podemos culpar al evangelismo de atracción. Para atraer adeptos muchos predican un evangelio antropo-céntrico (centrado en el hombre), o conveniente, o entretenido. Iglesias son centros de diversión, nada se espera del miembro mas que asistir, ofrendar e invitar. No por eso son falsos hermanos. Han creído el evangelio, se han arrepentido de sus pecados, se han enderezado sus vidas, y ahora son "fieles" cristianos. Y se quedan así otro medio-siglo de sus vidas. Esto no es tragedia. Es impresionante. Solamente tampoco es el propósito de Dios. De todos modos, no creo que el evangelio aguado es responsable para esta circunstancia. Nosotros no predicamos un evangelio superficial, y nuestras iglesias padecen de la misma niñez espiritual.