La Epístola
1ª Privada de Isidro Fabela # 999
Col. Tres Caminos
CP 50010 Toluca, Edo. Mex.
#108 Agosto, 2003
Impreso en México
Noticias
León: La reunión de varones se anunció equivocadamente en la epístola pasada. Se llevará a cabo el domingo 17 de agosto en la deportiva del estado, que es la deportiva a la salida a Silao, no la deportiva de la vez pasada (que fue en la salida a San Francisco del Rincón). Comida a las 4 pm, reunión empieza a las 5:30.
Toluca: Las familias Jackson y Kincaid contrataron lineas telefónicas. El nuevo número de los Jackson es (722) 296-7829. Está en servicio ya. El nuevo número de los Kincaid es (722) 272-4947. Será vigente empezando en septiembre. Mientras, el teléfono celular es (722) 149-2260.
San Antonio: Empezando desde el 28 de Julio hasta el 3 de Agosto se realizó una campaña de evangelización e invitación a una conferencia del evangelio predicado por Joe West (hermano de Dale West). Muchos hogares fueron visitados, dejando un paquete de literatura, incluyendo un evangelio de Juan, un folleto evangélico, y una invitación a las reuniones. Mas de 6000 paquetes fueron distribuidos y hubo visitas a la iglesia por tan solo las invitaciones dejadas en las puertas.
León: Se ha cambiado las fechas de la Conferencia de Evangelismo Extranjero. Antes empezaba el 21 de agosto, ahora se cambia a jueves 14 de agosto hasta domingo 17 de agosto. Se llevará a cabo en la concha acústica del parque Hidalgo. Predicarán Juan Girón, Juan Tovar, Memo Kincaid y Flavio Santoyo.
Aguascalientes: Conferencia de Evangelismo Extranjero desde jueves, 28 de agosto hasta domingo, 31 de agosto. Predicarán Flavio Santoyo, Memo Kincaid y Ramiro García.
León, San Juan Bosco: Preparan una conferencia de exhortación desde jueves, 13 de noviembre hasta domingo, 16 de noviembre en el parque de San Juan Bosco. Predicarán Memo Kincaid y otro por confirmar.
León: Piden de los pastores que traigan a la reunión de varones en agosto una aproximación probable de cuántos jóvenes asistirán de cada iglesia a la convivencia de Noviembre, para poder finalizar los planes.
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El Día Malo
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado todo.
Efesios 6
Mis abuelos odiaban la deuda. Mi abuelo se cambió a San Antonio durante la segunda guerra mundial para trabajar en la base de la fuerza aérea como mecánico. Compró una casa por medio de un préstamo pero no se preocuparon por comprar muebles y otras necesidades durante tres años hasta pagar por completo la deuda de su casa. Mi abuelo toda su vida llevaba su lonche cada día en la misma usada bolsa de papel (que regalaban en el supermercado) y llegó a ser un chiste general entre sus colaboradores durante años. Aunque nunca eran mas que trabajadores comunes, (mi abuelo era mecánico, y mi abuela era estilista) cuando tenían necesidad compraban nuevo y con efectivo, aun automóviles. Puedes imaginar la envidia que sentían sus amigos de trabajo, aun sus patrones, cuando llegaba en un auto nuevo pagado en efectivo. ¿Cómo tienes para comprar un carro nuevo al contado? le preguntaban. Con una sonrisa levantaría su arrugada bolsa de papel sin necesidad de responder.
No era único mi abuelo en este sentido. Muchos otros ancianos tenían la misma actitud. La diferencia entre mi abuelo y sus co-empleados y patrones mas jóvenes era "el día malo." Muchos de aquellos ancianos de la generación de mi abuelo habían pasado tiempos económicamente difíciles. En el rancho mi abuelo tenía una tienda de abarrotes y una gasolinera (socio con su hermano) pero la "gran depresión" le quitó ambos. Muchos del pueblo terminaron debiéndole grandes sumas porque le compraban fiados y no tenían con qué pagar. Por fin la bancarrota le dejó sin nada de valor económico. Tomó su esposa y dos hijos y se cambiaron a San Antonio para buscar empleo. Después de haber visto tantos perder todo lo que tenían por bancarrota, mis abuelos llegaron a temer cualquier deuda. Sucede que desde la guerra hasta sus muertes (mi abuelo murió en 1973) no llegaron mas días malos. La economía creció siempre, las cosas mejoraron, no perdieron sus empleos, vivieron cómodamente desde entonces. Pero no se relajaron. El día malo había marcado sus espíritus. Aun en la abundancia no se permitían desperdiciar nada. Siempre, en todo momento, estaban preparándose para otro día malo que venga.
Las Circunstancias del día malo
En nuestro texto se pueden observar cuatro circunstancias auto-evidentes alrededor del día malo. En primer lugar, Pablo describe la circunstancia inevitable, que al cristiano vendrán días malos. O sea, días malos existen para cristianos. Aunque parece repetitivo decirlo, muchos cristianos no reconocen esta verdad tan sencilla, que es de esperar en la vida de cristianos el día malo. La idea que Cristo quita toda enfermedad y nos promete prosperidad en esta vida no es de la Biblia. Jesucristo promete algo contrario:
33 Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo.
Juan 16
Los apóstoles confirmaron que la vida cristiana no es mejor superficialmente que la vida de los incrédulos, y aun sería peor.
22 Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles á que permaneciesen en la fe, y que es menester que por muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
Hechos 14
Un tema constante en las epístolas es consolación en aflicción, tentación, enfermedad, y persecución. Demasiados hermanos pentecostales se han confundido al respecto, y prometen bendiciones carnales y materiales al que decide creer o dar su dinero. Hebreos 11 en efecto sí habla de muchos casos de quienes beneficiaron en esta vida por tener fe, pero termina hablando de "otros ... de los cuales el mundo no era digno" que no beneficiaron en esta vida por su fe, al contrario, se perjudicaron en gran manera por haber creído a Dios (Heb. 11.38). El día malo existe en la vida del cristiano exactamente como en la vida del incrédulo, o peor.
La segunda circunstancia obvia que el texto aclara es que hay días buenos. De hecho, lo normal es "día bueno." Nos amonesta preparar para un día malo, así que, lo que estamos viviendo ahora es relativamente bueno, y los días buenos son mas que los días malos. Vaya que muchos cristianos olvidamos eso. Ningún cristiano tiene derecho de murmurar en el día malo, pero cuanto menos el cristiano que todavía no lo experimenta. Nuestra avaricia nos engaña diciéndonos que hay porqué estar descontentos. Nos encontramos murmurando constantemente. En vez de trabajar alegremente nos encontramos quejándonos por alguna decisión negativa del patrón. Gratitud por tener empleo, salud y libertad de despedirse si quisieren es escasa entre trabajadores. Alguna mala suerte, algún contratiempo, y nos encontramos molestos como Jonás cuando perdió la sombra de la calabacera, y ni aun era grato cuando la tenía. Muchos entre nosotros, especialmente los mas jóvenes, no han pasado un día verdaderamente malo en sus vidas. Están viviendo el sueño de Salomón (Ecl. 11.8) viviendo muchos años y en todos ellos gozando alegría. Pero no son alegres. Si Pablo nos avisa del día malo, debemos reconocer los días buenos en que estamos. Debemos ser un pueblo jubiloso y grato, aunque entre mas prósperos somos, menos alegres parecemos.
Otra tercera circunstancia auto-evidente, pero necesario expresar y considerar, es que hay una diferencia entre los dos. O sea, podemos diferir entre uno y otro. Días son diferentes. Algunos son buenos, y otros son malos. Es importante reconocer esta circunstancia porque hay algunos que piensan que todo es positivo si tienes la fe para verlo. Tales cristianos intentan ver el "vaso medio lleno" aun cuando el vaso se cayó y se estrelló en el piso. Sencillamente, no todo es positivo. Todas las cosas nos "ayudan a bien," pero no todas las cosas son buenas, ni todos los días son buenos. La circunstancia inevitable es que hay buenos días y malos, bendición y tentación, victorias y derrotas, tiempo para celebrar y tiempo para lamentar.
Job experimentó días buenos y días malos. En un día su independencia, sus hijos y su salud se perdieron uno tras otro. Ese no era un día bueno. El colmo, sin embargo, eran sus amigos que intentaron consolarlo sin haber pasado lo mismo, y sus intentos torpes de animar serían una comedia si no fueran por las circunstancias trágicas. ¿Cómo animas a un hermano que acaba de perder todos sus hijos en un día? Seguramente no es el momento de regañar su pecado, como los amigos de Job. Pero tampoco hay consolación en repetición de las promesas. Marta sabía que Lázaro resucitaría en el día postrero, pero eso no le consoló. Y por eso Jesús lloró. La Biblia nos exhorta "llorad con los que lloran" (Rom. 12.15). Cuando un miembro padece, todos los miembros "a una se duelen" (1 Cor. 12.26). La exhortación "Gozaos en el Señor siempre" (Fil. 4.4) es correcto, y es posible, pero no es propicio exigir de uno que sufre. Ningún cristiano debe suponer que la fe siempre produce alegría en tiempos malos. A veces la fe produce enojo, a veces lloro. Pues, es un día malo.
Cristianillos que se felicitan por pequeños "logros" y encuentran lo positivo aun en grandes pérdidas en su vida no son sabios. La tentación de consolarnos cuando no estamos ganando almas como si eso fuera la voluntad de Dios es un error. Cristianos deben saber regocijar cuando hay victorias, pero deben saber "lamentar y llorar" cuando hay pecado entre nosotros, o derrotas constantes. No seamos como Ezechías que al oir que sus hijos iban a ser eunucos en Babilonia responde que la profecía era "buena," pues a lo menos, "habrá paz y verdad en mis días" (Isa. 39.8).
Pensando en la diferencia entre días me recuerda una película favorita mía (creo que se llama "El Día del Hechizo" en español) en que un hombre por alguna razón desconocida se atoró en un cierto día, y se encuentra repitiéndolo cientos de veces. Se desarrollan sus emociones durante la película desde un sentimiento de libertad y desenfrenamiento, hasta depresión, y por fin resignación. En sus días deprimidas se encuentra meditando sobre días mejores que había pasado, y en su análisis cuenta detalle por detalle cómo era mejor. Una playa, una mujer bella, un puesto glorioso del sol sobre una mar tranquila. No estaba pensando bien todavía, pero por lo menos se puso a considerar lo que hace diferir un día de otro.
Bueno, como cristianos debemos poder definir lo bueno y lo malo. Si un día de nacimiento se celebra todos los años hasta la muerte, se supone que por definición es un día bueno. El día que oímos el evangelio, y confesamos a Jesucristo públicamente, y nos dieron la mano en felicitación, eran buenos días. El día que recibimos una buena esposa del Señor, ese día es para celebrar. Días de amistad, buena comunión, prosperidad y salud son buenos días. Pero el día malo es el día que Dios nos prueba la fe. En el mismo texto se define como el día de las "asechanzas del Diablo" (Efe. 6.11). No siempre gira alrededor del bienestar económico, aunque el desempleo también contaría como un día malo. El día grave es día de enfermedad, de tragedia, de muerte. El día que se disolvió el matrimonio, ese es un día malo. El día malo es cuando un hermano amado y confiado cae en pecado y pierde su ministerio, y nos sacude la fe.
Pero quizás la circunstancia mas interesante, y mas peligrosa para nosotros, es cuando el día malo no trae ninguna de estas cosas. Hay días de soledad espiritual, cuando buscamos a Dios y no parece que lo hemos encontrado, cuando oración es una carga, lectura de la Biblia no trae bendición, nuestras predicaciones pesan, no ganamos almas, y ni siquiera tenemos interés en ganarlas. No estamos enfermos pero tampoco sentimos bien, no tenemos energía espiritual, no sentimos dirección, la comunión de hermanos no nos llama la atención, alabanza es trabajosa, canciones cansan, y requiere esfuerzo para no mas ir a la reunión. Todo lo que hacemos para Cristo lo hacemos por débito o costumbre, nada por un corazón ardiente. Esos son días malos, una prueba de fe, una asechanza del Diablo, aunque no parece. Es muy útil poder discernir el día malo.
La cuarta circunstancia es que el día malo no dura. Aquí la amonestación de Pablo se puede ver también como una promesa. Vendrá el día malo, pero no será para siempre. El mismo aviso menciona la naturaleza pasajera del día malo.
10 Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado á su gloria eterna por Jesucristo, después que hubiereis un poco de tiempo padecido, él mismo os perfeccione, conforme, corrobore y establezca.
1 Pedro 5
Tantas veces la duración temporal de nuestra tribulación es recalcada en la Biblia que se me hace una clave para poder resistir. Sin embargo, cuando viene aflicción, es natural olvidar su carácter momentáneo.
17 Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria;
2 Corintios 4
Aun si nuestra tribulación es de por vida, es "momentánea," pero verla así requiere mucha fe. No obstante la experiencia nos enseña que por lo regular los días malos no duran toda la vida. La mayoría de las enfermedades no duran, y las que duran y duelen mucho no siempre duelen igual.
21 La mujer cuando pare, tiene dolor, porque es venida su hora; mas después que ha parido un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
Juan 16
Es muy importante recordar lo momentáneo del dolor cuando lo estás sufriendo, para poder aguantar. La mujer de parto alcanza aguantar dolor extremísimo porque sabe que vendrá un descanso breve en un momento, y en unas horas vendrá el fin. Tendemos a olvidar el dolor después que pasa, pero mas importante es no olvidar que pasará.
La responsabilidad para el día malo
Para muchos de nosotros, que crecimos después de la segunda guerra mundial, nos es difícil imaginar días malos como aquellos, porque económicamente las cosas han mejorado. Yo sé que hay algunos, especialmente aquí en México, que pretenden que la situación es una crisis económica, pero deben recordar que los índices económicos solo cuentan tendencias breves. A lo largo las cosas han mejorado sustancialmente. Para nosotros, la generación consentida de Dios, hemos gozado todo lo bueno. No sentimos la urgencia de prevenir un día malo económico. Pocos ahorran, y casi todos se endeudan. Económicamente esto predice un desastre, y en mi opinión, tarde o temprano el desastre sucederá. El temor producido mundialmente en casi todos los gobiernos por tecnicismos del año 2000 demuestra qué tan susceptible es la economía mundial a un desastre. Pero la Biblia no nos avisa preocuparnos por morir de hambre. Al contrario, nos promete que si buscamos primeramente el reino de Dios, todas estas cosas necesarias nos serán añadidas.
Sin embargo, la Biblia sí nos amonesta prevenir el día malo espiritual. Cada individuo cristiano tiene la responsabilidad de prepararse para el día malo, aunque no está hablando acerca de dinero y prosperidad. Todos recordamos del pobrecito que nunca reparaba su techo, porque cuando no llovía no era urgente, y cuando llovía ya era tarde. El momento propicio para reparar el techo es cuando no es urgente. El momento para prevenir el día malo es en el día bueno. El texto nos da muchos ejemplos de preparación, principiando con "ceñir nuestros lomos de verdad." Se me hace que la primera preparación para el día malo es dejar de engañarnos. Debemos examinarnos cuidadosamente. Nuestra soberbia antecede nuestro quebrantamiento (Prov. 16.18). Jesucristo intentó hacer que Pedro se examine antes de su tentación, preguntándole "¿Tu alma pondrás por mí?" (Juan 13.38). Auto-examinación y madurez en reconocer la abundancia de nuestras faltas y la menucia de nuestras virtudes son imperativos en nuestra preparación personal para el día malo.
La Meta en el día malo
Aunque "justicia" y "la palabra de Dios" son también temas legítimas de una preparación adecuada para el día malo, quiero tan solo observar la suma importancia de la conclusión del pasaje "orando en todo tiempo" (Efe. 6.18). Jesucristo avisó a Pedro "orad que no entréis en tentación," y mas al rato otra vez "¿por qué dormís? Levantaos y orad que no entréis en tentación" (Lucas 22.40,46). Jesucristo duró horas orando antes de su tentación, y los apóstoles no aguantaron ni una hora (Mat. 26.40). Aunque sé que el día malo viene, y sé que la oración es la preparación mas importante, tengo que confesar que no sé de qué orar antes. Cuando caigo en tentación sé de que orar, pero antes me encuentro en blanco. Bueno, aquí el texto nos dice "orando por todos los santos." Parece que la comunión es la preparación, no la petición misma. De todos modos, oración es nuestra responsabilidad para el día malo.
Ahora, llegamos al grano, la meta del cristiano cuando llega el día malo. El texto la repite muchas veces. V. 11 dice "estar firmes contra las asechanzas del diablo," luego el 13 dice "estar firmes, habiendo acabado todo," y 14 dice "estad pues firmes." Es posible que no reconozcamos u olvidemos la meta en nuestras tentaciones. En el día bueno ponemos importancia sobre metas nobles y gloriosas, establecer matrimonios, evangelizar una colonia nueva, ganar almas, crecer la iglesia, preparar mas predicadores, levantar fondos para misiones, todas cosas importantes y valiosas. Pero en el día malo la meta principal es "estar firme." Firmeza implica principalmente el no cambiar, no fluctuar, no moverse, que por definición incluye el no "progresar." Pablo no dijo que "vayamos adelante" en el día malo, sino que "estemos firmes." La importancia de este punto se verá mas abajo. Por el momento ilustra la verdad que en la vida cristiana hay un tiempo para florecer, prosperar y perfeccionarse, y hay otro tiempo para aguantar, resistir y hasta "morderse los puños." No quiero decir que debemos estar contentos sin ganar almas, o sin mejorar nuestro matrimonio, o corregir alguna falta nuestra, pero debemos aceptar que hay días malos en que no progresamos, y en tales situaciones la victoria no es en ver crecer la iglesia, o ganar almas, o enviar misioneros, sino en tan solo seguir de pie. La idea que si tuviéramos fe nunca pasaríamos los días malos es tan irracional como la que si tuviéramos fe nunca estaríamos enfermos, o que nunca moriríamos. Claro van a haber días malos en que "tus cielos serán como metal" y añorarás los tiempos pasados. La meta sencilla en tales días es estar firme.
El primer objeto que viene a la mente pensando en firmeza en el día malo es nuestro testimonio personal. No sé porqué aquella vez David no fue a la guerra como solía, quizás estaba aburrido o desanimado, pero su testimonio personal fue destruido en un solo día, y probablemente nunca sospechó que aquel día que se quedó en Jerusalem era un día malo (2 Sam. 11). El pecado vence a cristianos en el día malo, demasiados vuelven a sus antiguos vicios en un momento de desánimo, aburricio o impaciencia. Amistades mundanas reaparecen en el día malo, oportunidades engañosas se manifiestan, temores, quejas, chismes, pleitos y envidias aumentan, y demasiados cristianos se destruyen porque no reconocen que el día es malo, y porque no saben aguantar, confiar, tolerar, resignarse, y estarse pacientes. No es cosa difícil mantener nuestro testimonio firme, no es pesado evitar el pecado, ni siquiera es gran logro para estarnos jactándose en el día bueno tampoco, pero vaya cuántos hermanos no logran resistir en el día malo, y luego se encuentran no desanimados sino destruidos. La meta, valga la redundancia, es estar firmes.
Firmeza en el día malo tiene un segundo objeto, nuestra doctrina. La doctrina no es negociable, en mi opinión, no es una opción para la subasta. Sana doctrina es de primera importancia, y la doctrina que nos ganó a Cristo desde el principio no debe ser menos que nuestra roca de Gibraltar. Cuando llega un hermano de otra iglesia y quiere reunirse con nosotros yo siempre tengo que preguntar ¿porqué? Nosotros no le discipulamos, nuestra doctrina no le persuadió, ¿porqué quiere cambiar? Me imagino en este instante que casi todos que leen estas palabras se asienten, reconocen en este momento que pastores vienen y van, iglesias crecen y menguan y a veces desaparecen, amistades arden y se enfrían, pero la doctrina no se vende.
23 Compra la verdad, y no la vendas; La sabiduría, la enseñanza, y la inteligencia.
Proverbios 23
Sin embargo, una cosa que he visto en varias décadas de observación de mi ministerio es que en el día malo muchos cristianos venden su primogenitura y nunca miran atrás. Ejemplos son numerosos en mi propio ministerio, y me sorprende cada vez que los considero. Un predicador prometedor se ofende por sus hermanos y se cambia a otra iglesia por sentimientos, y se encuentra predicando doctrinas que no le ganaron a Cristo. Uno antes predicaba seguridad de salvación y ahora predica salvación por perseverancia o santidad. Otro antes predicaba la fe en Cristo solamente, y ahora predica el bautismo de agua. Uno antes profetizaba con su entendimiento y ahora le observamos farfullando con su "espíritu." Otro antes se reunía con nosotros en el nombre de Jesucristo como Dios le mandó, y ahora se llama Presbiteriano, Metodista, o Bautista, nombres no suyos. Recibieron el evangelio por nosotros, pero en el día malo se "recobran" por otros. Fueron enseñados y discipulados por nosotros, aprendieron predicar en la calle con nosotros, pero en el día malo se "van adelante a la perfección" por enseñanza de otros.
Aquí se ve la importancia de no "progresar" en el día malo. Demasiados se engañan por esto. Una sabiduría que mi padre me enseñó desde joven es que no debo hacer decisión cuando estoy desanimado. (Este fundamento es semejante al dogma que una mujer no debe ir al supermercado cuando tiene hambre. De otra manera se encuentra comprando demasiado y mucho que no necesita.) El momento de progresar no es el día malo, o luego encuentras que no era progreso en realidad, sino "retrogreso." Si aquellos hubieran cambiado su doctrina en el día bueno, y por convicción de la doctrina, yo lo podría entender y simpatizar. Pero se cambiaron en el día malo, y por contienda, desánimo, resentimiento, orgullo o vanagloria. El punto clave es que cambiaron en el día malo, y la meta siempre era estar firmes.
El tercer objeto de firmeza en el día malo es firmeza en nuestra profesión.
23 Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es el que prometió:
Hebreos 10
En el día malo debemos cuidar nuestra profesión, o sea, lo que sale de nuestra boca. Job fue tentado mas que cualquier otro y toda la prueba giraba sobre lo que iba a profesar con su boca en el día malo. Satán insistía que tan solo Dios "tocara" a Job "y verás si no te blasfema en tu rostro." La victoria y la derrota se colgaba de sus palabras en el día malo. No sé cómo Job sabía no blasfemar en su tragedia, pero no lo hizo y eso era la victoria de Dios sobre Satán. Si tan sólo pudiéramos aprender la importancia de nuestras palabras en los ojos de Dios, y también del Diablo.
54 Acechándole, y procurando cazar algo de su boca para acusarle.
Lucas 11
¿No ves? hermano, también los demonios se colocan en derredor asechándonos, como los escribas y Fariseos a Jesucristo, buscando "cazar algo de nuestra boca." La verdadera victoria en tal asechanza es siempre dar gracias, o por lo menos morder la lengua. Nos sorprenderá en la presencia de Dios cuando nos damos cuenta de las victorias ganadas en el día malo por cristianos sencillos que sencillamente no blasfemaron a Dios, ni "atribuyeron a Dios despropósito alguno." Si bajo tortura algunos negaron a Cristo (Hec. 26.11) lo entendemos, aunque no por eso son excusados, pero otros lo negaron sin tormento, sin amenazas, y sin excusa. Ambos estaban en el día malo, ambos no estaban firmes. Pero qué victoria cuando no lo negamos. Considera el placer de Dios cuando los amigos incrédulos nos acorralan incómodamente y mantenemos firme nuestra profesión. Imagina la cara de los apóstoles que dieron sus vidas, y aun los ángeles que observan cuando un humilde cristiano confiesa su fe en medio de circunstancias difíciles. Imagina la vergüenza de los demonios cuando el predicador temblando camina hacia el centro donde hace una semana le habían burlado sin misericordia, o amenazado con arresto, multa, cárcel o peor, pero sus pies no faltan, uno tras otro pisan determinadamente hasta llegar a su lugar en la plaza. Y por temor a su propia debilidad o inconstancia, empieza inmediatamente a predicar, porque el esperar, aun por un minuto, podría inundarle de miedo. Y predica, como debe, profesando su fe ante inconversos visibles y demonios escondidos, firme en el día malo. Ningún desarrollo de santidad, ningún sacrificio de fe, ninguna profundidad en las escrituras, ninguna cantidad de almas puede superar la victoria celestial de mantener firme la profesión de nuestra fe en el día malo.