La Epístola
Apartado 432
Administración 1
Morelia, Mich. CP 58001
#99 Noviembre, 2002
Impreso en México
Noticias
Salamanca: Nos avisan que están en bendición, y que el domingo, 13 de octubre bautizaron 5.
Zacatecas: Nos avisan que tienen 11 congregantes ahora, aparte de las familias evangelistas enviadas de Aguascalientes.
León: Reunión de Predicadores se llevará a cabo en la Deportiva del Estado, (por la salida a Silao, rumbo sur de la ciudad), domingo 18 de noviembre, comida a las 4 pm, oración empieza a las 5:30.
León, Hidalgo: Hermano Juan Córdova, pastor de años en León, ha renunciado su pastorado de la iglesia del parque Hidalgo. Nos comentó que renunció por cansancio causado por desacuerdos durante años. Que Dios le sane y bendiga.
Celaya: Conferencia de Evangelismo Extranjero, el sábado 30 de noviembre, y el domingo, 1 de diciembre. Se llevará a cabo en el parque Morelos (su lugar de reuniones), y predicará el hermano Juan Girón de Querétaro.
Varsovia, Polonia: Nos visitará hermano José West y su familia. Estará en México entre el 8 y el 29 de diciembre, visitando a diferentes congregaciones. Su orario tentativo:
Domingo 8, 10am Zacatecas
Domingo 8 (pm) - Martes 10 Aguascalientes
Miércoles 11, 7pm Irapuato
*** Invitando a la iglesia de Salamanca visitar a Irapuato, dic. 11
Jueves 12 - Domingo 15am Querétaro
Lunes 16 - Martes 17 Toluca
Miércoles 18, 7pm Celaya
Jueves 19 - Domingo 22am Morelia (conf. evangel. extranjero)
Miércoles 25, 7pm Guadalajara
Jueves 26 - Domingo 29am León (todas las iglesias)
*** Conferencia Tema Libre, concha acústica, Parque Hidalgo
Domingo 29, 6pm San Luís Potosí, Selene
*** Invitando a la iglesia de San Miguelito visitar a Selene, dic. 29, 6pm
Morelia: La primera Conferencia de Evangelismo Extranjero se llevará a cabo desde el jueves 19 hasta domingo 22 de diciembre, en la Calzada de San Diego. Predicarán Noé Castillo de Celaya, Alberto Sotelo y Juan Tovar de Guadalajara, y José West de Varsovia, Polonia. El horario es el siguiente:
Jueves 19 7 pm Alberto Sotelo Ma.Elena de Castillo Noé Castillo
Viernes 20 7 pm Juan Tovar Déborah West José West
Sábado 21 7 pm Noé Castillo Jesusa de Tovar Juan Tovar
Domingo 10am José West Elizabet de Sotelo Alberto Sotelo
San Antonio: El hermano Dale West fue diagnosticado con un tumor maligno en el cerebro. Todavía no se han determinado cuales tratamientos son factibles. Oremos por él y su familia.
León, Hidalgo: Conferencia de Exhortación, desde jueves 20 hasta domingo 23 de marzo, 2003. Predicarán Flavio Santoyo, Memo Kincaid, y Miguel N. Jackson.
Una Hermana Mujer
(Serie "Ministerio Sin Vituperio" Parte Ocho)
Por M. N. Jackson
5 ¿No tenemos potestad de traer con nosotros una hermana mujer también como los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?
1 Corintios 9
... Continuado
¿Mujer Fuerte, Quién La Hallará?
Los ministros que deciden casarse no deben conformarse con la que sea; un ministro de Dios merece solamente la mejor. No seas engañado por tu falta de auto-estima, ni tu impaciencia, ni tu romanticismo, ni tu aprecio por la belleza. Si deseas ser lo más libre posible en la obra, aunque casado, tendrás que contraer matrimonio con una mujer realmente digna. Esto no será fácil, pues la mayoría de las mujeres no son nada dignas de ser la esposa de un embajador de Dios. Su profesión de fe y su belleza no son más que un zarcillo de oro en la nariz del puerco (Pro. 11.22). Un ministro de Dios debe ver más profundo que la apariencia, debe discernir el calibre del hombre del corazón que está encubierto (1 Ped. 3.4). Esto no siempre es fácil, y muchos ministros jóvenes no saben qué buscar hasta que es demasiado tarde. Por esta razón deben pedir y tomar el consejo de los ministros viejos y ya casados. Ellos por "ciencia" o por experiencia saben cuales mujeres son dignas y cuales no. A veces esta distinción no es muy obvia a los jóvenes. De hecho, una buena regla general es que la primera muchacha que les gusta de la iglesia no es digna. Esa atracción comúnmente es un vestigio de su vieja naturaleza y de su lujuria. Las realmente dignas no serán llamativas (aun sí son hermosas), y por lo tanto no los excitarán. La naturaleza y el carácter femenil son innegablemente complejos y por lo tanto es imposible especificar una lista de parámetros para juzgar y calificar si una mujer es digna o indigna. Pero sí hay algunas virtudes esenciales que toda esposa de ministro debe tener.
1. Su atavío.
La primera virtud que debes buscar en una mujer es su atavío. Esto quizá les suena fuera de orden; a lo mejor piensan que la fe debe ser mencionada primero, pero la fe es algo difícil de observar…especialmente para los jóvenes, quienes creen que todas las guapas son gigantes en la fe, y que comúnmente son tan engañados que se casan con inconversas sin saberlo. Es sencillo, fe sin obras es muerta (Sant. 2.20). Las mujeres de fe se distinguen en un porte santo (Tit. 2.3) igual como se ataviaban en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres (1 Ped. 4.5). El atavío es una de las mejores reglas con la cual se mide la fe de una mujer porque las mujeres no pueden entender racionalmente la importancia que tiene el atavío para un hombre. Son completamente ignorantes de la asquerosa perversidad que reside en la oscuridad de cada mente varonil. Ellas disfrutan de la atención que sus camisas de calcetín, minifalda, y pantalones apretados les proveen; lo creen muy divertido e inocente. No captan que están excitando los deseos animales masculinos responsables por la pornografía y la violación. Se visten como prostitutas y luego no entienden porque sufren violencia sexual a mano de los hombres; e increíblemente en realidad no lo entienden. Mujeres simplemente no piensan como hombres. Ellas admiran un hombre guapo, o poderoso, o bien vestido pero naturalmente no tienen un impulso de atacarlo, desnudarlo, y violarlo; hombres sí. Sin embargo, las mujeres pías, por la fe, sí pueden entender esta tentación varonil. Por la fe entienden que su belleza, su femineidad, y su sexualidad traen consigo la responsabilidad de ser presentadas a Dios en sacrificio santo (Rom. 12.1) por instrumentos de justicia (Rom. 6.13). La Biblia es clara en cuanto al atavío de la mujer, pero no es específica. Muchas mujeres--y aún muchos hombres idiotas y auto-destructivos --han tomado esta falta de reglas específicas como libertad de que la mujer vista como quiera. Y aunque estos libertinos rinden servicio de labios al requisito de la modestia, en realidad no tienen la menor idea lo que implica ese requisito ni ninguno de los otros. Las reglas que la Biblia pone sobre el atavío de la mujer son honestidad, vergüenza, y modestia (1 Tim. 2.9).
Ataviarse honestamente es no vestir para seducir. Muchas mujeres usan su sensualidad para salirse con la suya, para obtener favores, para avanzar en la cola, o para escapar de las consecuencias de sus acciones. Esto está mal. Cualquier mujer que se viste para seducir es indigna de ser la esposa de un ministro. Ataviarse con vergüenza es no vestir para revelar. La ropa de una mujer no sólo debe cubrir su cuerpo, también debe encubrir su sexualidad. Muchas mujeres usan ropa que es casi igual de reveladora que no tener ropa. Pues el único propósito de las camisas apretadas, las faldas cortas, los pantalones entallados, las blusas semi-transparentes, y los bikinis es atraer atención al cuerpo femenino. Una mujer debe tener vergüenza, verdadera vergüenza, de revelar su cuerpo a cualquier persona que no sea su esposo. Cualquier mujer que se goza de apantallar por el tamaño de sus pechos, la firmeza de sus nalgas, o lo largo de sus piernas es indigna de ser la esposa de un ministro. Ataviarse con modestia es no vestir para presumir. La ropa (también el maquillaje y cabellos) de una mujer no debe ser demasiada costosa ni demasiada presuntuosa. Una mujer debe arreglarse con buenas obras, humildad, apacibilidad; no debe tener temor de no estar de moda. Una mujer debe preocuparse más y esforzarse más en arreglarse espiritualmente para la reunión (oración, lectura bíblica, meditación) que en ataviarse para poder presumir a las demás hermanas. Cualquier mujer que gasta una cantidad de dinero, tiempo, o codicia exuberante en su ropa, maquillaje, o accesorios no es digna de ser la esposa de un ministro.
2. Sus antecedentes.
La segunda virtud que debes buscar en una mujer es honestidad en cuanto a sus antecedentes; mayormente considerando su vida después de ser salva, pero también en su vida de inconversa. No hablo de una plática casual de su historial, hablo de una encuesta fría, una inquisición imparcial en su vida pasada. Y si descubres algo que no puedes aceptar debes retraerte inmediatamente de cualquier plan de matrimonio con tal mujer. No te engañes a ti mismo, poco tiempo después de casarte se te quita lo "enamorado" y luego tendrás que soportar su pasado por el resto de tu vida. Muchos tontos dicen que lo pasado no importa, que el amor todo lo supera… pero luego se casan. Rápidamente se dan cuenta que así no es. Hay secretos que resucitan del olvido para atormentar y destruir el matrimonio. Como por ejemplo un matrimonio anterior, u otro matrimonio actual; un flirteo con la homosexualidad, o hasta un deseo homosexual inquebrantable; una enfermedad venérea, o hasta el SIDA. Si aún es virgen; si fue violada por su papá. Si tiene problemas médicos; si sufre de alguna aflicción mental. Si es adoptada. Si acabó la secundaria. Si debe dinero. Esto no es muy romántico pero romanticismo no tiene mucho que ver con el matrimonio. La verdad y realidad son los baluartes del matrimonio, por eso es importante saber estas cosas antes de casarte. No hay nada malo con casarte con una mujer que tiene un hijo o que fue violada, siempre y cuando lo haces sabiendo. Si contraes matrimonio ignorantemente, esas revelaciones lastimarán tu relación con ella. Tendrás que enfrentarte a sus problemas cada día hasta que mueres. Así que, es mejor errar por el lado de ser precavido que por el de ser ingenuo.
Sin embargo, no debes indagar en estos asuntos privados hasta que los dos han hablado seriamente de la posibilidad de casarse. Entiendo que para ese entonces es posible que se sienten demasiados "enamorados" (o comprometidos) para echarse para atrás, pero no es honesto preguntar cosas tan íntimas a alguien que ni te interesa seriamente. La solución de este conflicto es sencillo: Rehuye todo compromiso antes de casarte. No se consideren novios (es decir, una relación de compromiso mutuo exclusivo), no compren cosas entre los dos (sartenes, muebles, casa, etc.), no tengan demasiado contacto físico (abrazarse, besarse, manosearse, fornicar), y no se metan en situaciones comprometedoras (cuando quieren salir, inviten a otra pareja o lleven uno de tus hermanitos o hermanitas consigo, pero nunca solos). Para muchos estas prácticas son anticuadas y extremistas, pero un ministro tiene que respetarse más que la mayoría, y no debe poner en peligro su ministerio por ningún motivo--especialmente por ocasión de la carne, la cual es el verdadero fundamento de toda objeción contra estos consejos. La segunda parte de la solución a este conflicto es que las muchachas que pretendes deben saber desde el inicio que tú eres serio y que si piensan llegar a un acuerdo mutuo, tal acuerdo involucra completa honestidad mutua (o sea, tú también la debes informar de tus antecedentes). La tercera parte de la solución es que este intercambio de información debe ser supervisado y censurado por sus padres o los pastores. Aunque deben ser completamente honestos, eso no significa que todos los detalles deben ser declarados; aún cuando ya son casados es mejor no saber los detalles. Quiero aclarar una vez más que esto no es para los que son "novios" ni para los que se "gustan"; esto sólo es para los que seriamente están considerando matrimonio.
3. Su entrenamiento.
La tercera virtud que debes buscar en una mujer es un buen entrenamiento bíblico. Como ya hemos visto, el carácter natural de la mujer es rebelde e insatisfecho. La única manera que una mujer supera esta naturaleza es por ser entrenada bien (Tit. 2.4, 5). El tiempo ideal para este entrenamiento es desde su infancia, por mano de su mamá; pero muchas mujeres no fueron criadas en un hogar Cristiano, o sí lo fueron, su mamá era una mujer necia también. Así que, el entrenamiento necesario para el desarrollo piadoso de la mujer también puede provenir de una de las hermanas de la iglesia, o de los pastores. Las mujeres que no recibieron un entrenamiento femenil tendrán que aplicarse diligentemente para reponer el tiempo y la oportunidad perdida, y romper los hábitos viejos. Sí hay mujeres dignas de ser esposas de ministros que se desarrollaron así, pero no muchas. Una buena manera de averiguar la calidad de su entrenamiento es por observar la calidad de su maestra (Tit. 2.3), así sea su mamá o la hermana que la enseñó. Si no te gusta la actitud de su mamá, o no hay evidencia que ella fue conscientemente tutelada por una buena hermana de la iglesia, huye de ella como un venado huye de un león. Una mujer así te causará mucha aflicción de carne. Los primeros años de tu matrimonio serán desperdiciados en un conflicto de mortal angustia para determinar quien va a ceder; y eso tendrá un efecto devastador sobre tu ministerio. De hecho, aun sí logran llegar a un acuerdo mutuo, nunca renunciará su espíritu rebelde, y lo más seguro es que comúnmente se encabritará, trayendo nueva aflicción a tu vida.
Y aún cuando son bien entrenadas de antemano uno tiene que adaptarlas a si mismo, por eso debes procurar una mujer dócil. Se dice que si te casas con una todavía joven puedes entrenarla, pero si te casas con una ya grande tendrás que domarla. Hay algo de sabiduría en ese dicho. Una mujer que ya vive sola, que trabaja, que tiene su propio dinero, quizá su propio coche no fácilmente se sujeta a los órdenes de un esposo. Pero para una mujer que todavía está bajo el techo de su papá y sujeto a él le es mucho más fácil obedecer de inmediato a su esposo. Es interesante que en 1 Corintios 7 Pablo explica que una virgen permanece bajo la autoridad de su papá hasta casarse, no importa su edad (vs. 36-38). En este siglo moderno no hay manera de obligar a una mujer a seguir esta regla; el día que cumplen 18 años (en algunos lugares hasta 16) pueden salir de sus casas y hacer lo que quieren. Sin duda esta libertad tiene sus beneficios, pero si puedes hallar una mujer que es obediente a su padre, sin importar su edad, tú serás el beneficiado. Olvídate de la hermosura, es vana (Pro. 31.30), en 70 años todas las caras parecen ciruela pasa. Si hermosura fuera suficiente, los hermosos nunca se divorciarían, pero sucede todos los días; son las estrellas del cine que más veces se casan. Buen entrenamiento es mucho mejor. Mejor para ti, mejor para tu ministerio, y mejor para la iglesia donde ministras; pues ¿quién enseñará a las que son jóvenes si tu esposa nunca fue entrenada? Recuerda, si deseas ser un ministro, debes buscar una mujer digna de ser la esposa de un ministro.
4. Su disposición.
La cuarta virtud que debes buscar en una mujer es una buena disposición. El designio de la creación de la mujer es ayudar; servir. Una mujer indispuesta a servir no es digna de ser una esposa, mucho menos la esposa de un ministro. Esta disposición dócil no es difícil discernir, simplemente visita su hogar a la hora de la comida. Comer con la familia de las mujeres que te interesan es una muy buena práctica la cual las mismas mujeres y sus familias deben insistir de cualquier joven que las pretende. Y además le conviene al joven, pues le da la oportunidad de probar su habilidad gastronómica, disfrutar de comida gratis (y si no lo disfruta, ¡pues por lo menos sí fue gratis!), conocer a su mamá (véase el punto anterior), y te permite atestiguar su disposición de servir. Como bono podrás observar su obediencia a su padre--porque si no puede obedecer a su papá ¿cómo crees que te obedecerá a ti? Los convivios y las conferencias de la iglesia también son buenos lugares para descubrir su disposición. Si ella se sienta a la mesa con los hombres cuando aún hay mujeres sirviendo, ponte de pie y siéntate en otro lugar… lejos de ella… para siempre. Si ella no tiene disposición de servir cuando te está tratando de atrapar, ¡¿cuál será su actitud cuando te tiene amarrado, embolsado, y sellado?!
La disposición fue el criterio que empleó Eliezer para encontrar una esposa para Isaac (Gen. 24.12-14), y tan contento estuvo Isaac con Rebeca que él fue el único patriarca monógamo. Las mujeres necias aborrecen esta responsabilidad y reculan del servicio; ellas prefieren la táctica de Jacob (Gen. 29.10, 11) la cual fue completamente lo inverso, pero el mejor matrimonio lo tuvo Rebeca y la mejor esposa la tuvo Isaac. Las necias critican, burlan, y acosan a las mujeres fieles por supuestamente degradarse a sí mismas. Ignoran el hecho que las que sirven a sus esposos son tratadas con más honor (Pro. 31.28) y más delicadeza (1 Ped. 3.6, 7 [Observe la comparación al inicio del versículo 7: Semejantemente.]) que las que luchan por la igualdad. Las necias exigen la distribución equitativa de las responsabilidades domesticas y obtienen un hombrecito mandilón el cual ellas mismas desprecian con un asco repulsivo. Las sabias descartan esta insensatez y entienden que es un honor servir a un varón de Dios, especialmente cuando es su propio esposo. Ellas son felices, dignas, y serán ensalzadas en el reino de Jesucristo.
5. Su espíritu.
La quinta virtud que debes buscar en una mujer es un espíritu noble. Matrimonio es un cambio drástico y difícil para una mujer. Por esta causa Dios ordenó que un hombre no debe salir a guerra ni de negocios el primer año de su matrimonio; no por razón de la opinión popular de darle un hijo, sino para alegrarla (Deu. 24.5). En un instante la mujer pierde todo lo que ha conocido: su familia, su casa, sus amigas, su libertad, y su nombre. Y en el mismo instante obtiene un hueste de responsabilidades. Es emocionante al principio, pero después de poco tiempo la realidad de su decisión se impresiona sobre ella. Por eso el primer año de matrimonio suele ser el peor, y por eso Dios dio esta ordenanza. Aunque esta es una ley del antiguo testamento, el principio sigue siendo válido y debe ser observado--especialmente con los soldados de Jesús. Es un error enviar un evangelista fuera durante el primer año de su matrimonio. Es un error ordenar a un anciano antes que él cumpla un año de casado. Es peligroso por la iglesia, pues aún no consta que la mujer es digna de ser la esposa de un ministro y la Biblia es muy clara en cuanto a los requisitos de la esposa. Es peligroso por la misma mujer; aún sí ella es digna de ser la esposa de un ministro, requiere tiempo adaptarse a su nueva vida y nuevas responsabilidades, y la presión del ministerio sólo dificulta esta adaptación, y puede hasta imposibilitarla. Es muy difícil ser pacientes en el ministerio. El ministerio es una obra y requiere acción, así que esperar es muy frustrante. Pero paciencia no es un impedimento, es una virtud (2 Ped. 1.5-7), y muy necesaria para un ministro (Heb. 10.36; 12.1).
Además de la dificultad del matrimonio, el ministerio puede ser muy desalentador. Problemas, quejas, chismes, calumnias, rencillas y esto de buenos hermanos. Aún sus mejores amigas criticarán las decisiones de su marido tras su espalda y la usarán a ella como un telégrafo por medio del cual vociferan sus disgustos a él. Si ella es amigable y gozosa será acusada de irreverencia; si ella es callada y reservada será criticada por amarga y fría. Cada detalle de su vida, cada error de sus hijos, cada desacuerdo con su esposo será desecado y exhibido ante toda la iglesia y el mundo, y en el momento menos propicio será echado en su cara. Ella será usada como ilustración es los sermones de su esposo, y no siempre bajo buena luz. Cuando todos los demás hombres están en casa con sus esposas, su marido está visitando a algún hermano quejoso, o rebelde, o enfermo. Otras saldrán de vacaciones con sus familias pero ella tendrá que conformarse con un día de campo por falta de dinero. Solamente una mujer de espíritu formidable puede apreciar la vida de la esposa de un ministro. Las que son en cualquier cosa menos que lo mejor serán sólo una carga más para sus esposos.
La esposa de un ministro necesita tener un espíritu gozoso. No hay lugar en el ministerio para mujeres siempre desanimadas. Mujeres así son como un globo perforado que a cada rato se les tiene que inflar otra vez. Una esposa así monopoliza la energía de su marido y no le da tiempo para ministrar a nadie más. Las más culpables de esto son las más guapas. Ellas creen tener el lujo de ser malhumoradas, caprichosas, pucheras. Les fascina tener un hombre chochecheando sobre ellas. "¿Qué te pasa? ¿Qué tienes? ¿Estás triste?" ¡Qué asco! Cualquier mujer así no es digna de ser la esposa de un ministro. Secan los huesos (Pro. 17.22), ¡quién las puede soportar (Pro 18.14)! La última cosa que un ministro necesita es una mujer que siempre se está ahogando en auto-lástima. Un ministro necesita una mujer que le será una ayuda no una carga. Si desean hallar una mujer fuerte, una de diez mil, busquen un rostro feliz no un rostro hermoso. Busquen la que canta con ganas, la que comparte con ánimo, la que silba mientras trapea, la que padece enfermedad sin fingir que se está muriendo. Esa es la mujer vestida de fortaleza y honor que se ríe en el día postrero (Pro. 31.25), esa es la mujer digna de ser la esposa de un ministro.
La esposa de un ministro también necesita tener un espíritu confiado. Mujeres extremadamente celosas son un impedimento fuerte en el ministerio. Observe cuidadosamente su comportamiento hacia las demás mujeres de la iglesia. Si ella está constantemente criticándolas, burlándolas, ofendiéndolas, entonces sepa que le falta confianza. Mujeres así se miran en el espejo y ven un reflejo tan pequeño que sólo se pueden sentir bien por apocar a otras. Debes sentir lástima por ellas, debes orar por ellas, debes ministrar a ellas, más nunca te debes casar con ella. Una mujer así te tendrá corriendo de hermano a hermano disculpándote por su culpa. Tu propia credibilidad sufrirá por tu inhabilidad de controlar la lengua tempestuosa de tu mujer. Cada día tendrás que alabarla en extremo sólo para que se pueda sentir normal, y eso llega a ser muy fastidioso. El problema con estas mujeres inseguras no es una falta de cumplidos, ni una falta de belleza; el problema es una falta de carácter. Ellas, al examinar sus propias almas, se encuentran tan superficiales e indignas que no pueden tolerar la idea que alguien las considera hermosas o interesantes. La única solución verdadera para un mujer así es dejar de criticar a otras y empeñarse en ataviar el hombre del corazón que está encubierto (1 Ped. 3.3-5). No es fácil y sí es muy tardado, pero el resultado es un espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios. Y una vez que Dios encuentra agrado en ellas, ellas mismas se podrán apreciar. Entonces serán capaces de animar a un marido, corroborarlo en el ministerio, consolarlo en la derrota, impulsarlo a la victoria; entonces serán dignas de ser la esposa de un ministro.
6. Su feminidad.
La sexta virtud que debes buscar en una mujer es la feminidad. Un ministro necesita una mujer, una amante, no un compañero. Una mujer no debe ser hombruna. Hay ciertas características que son de hombres y hay ciertas que son de mujeres. Este mundo malvado quiere borrar esas distinciones porque el mundo es contrario a Dios y al propósito de Dios. Dios hizo dos sexos y los hizo fundamentalmente distintos y ordenó que deben apreciar y mantener esas diferencias hasta en los detalles más pequeñas como la ropa (Deu. 22.5) y el cabello (1 Cor. 11.14, 15); pero muchas mujeres Cristianas de este siglo desprecian su diseño femenil. Claro, no lo dicen, pero sus hechos sí evidencian este desdén. La feminidad no es algo incierto, vago o abierto a interpretaciones. De hecho la Biblia logra completamente clasificar la feminidad en sólo seis versículos (1 Ped. 3.1-6). Las características allí definidas no son un ejemplo teórico, son el patrón por el cual un hombre debe medir la mujer con la cual le interesa casarse. Aún a pesar de las diferencias culturales y sociales, estas siete características son la definición perenne y universal de una verdadera mujer.
Una verdadera mujer es sumisa. No es mandona; no es rebelde; no es independiente; no es obstinada. Una verdadera mujer es casta. No es sucia--ni de mente, ni de boca, ni de cuerpo; no es indecente; no es calumniadora; no es chismosa. Una verdadera mujer es tímida. No es bocona; no es regañona; no es metiche; no es atrevida. Una verdadera mujer es agradable. No es opinada; no es ofensiva; no es malhumorada. Una verdadera mujer es pacífica. No es combativa; no es rencorosa; no es vengativa. Una verdadera mujer es humilde. No es creída; no es vanidosa; no es egoísta. Una verdadera mujer es amorosa. No es dura; no es incompasiva; no es fría. Un verdadero hombre, un verdadero ministro necesita una verdadera mujer. Un ministro necesita una mujer que valora el carácter que Dios le dio y su función en el matrimonio, en el hogar, en la familia, en la sociedad y en la iglesia. Las necias que escarnecen esta naturaleza noble valen menos que un peso por mil, pero el valor de las sabias sobrepuja largamente a la de piedras preciosas (Pro. 31.10).
7. Su prudencia.
La séptima virtud que debes buscar en una mujer es la prudencia. El mundo se está ahogando en mujeres necias. El estado social de este siglo es evidencia cierta de esta verdad. Desde que se le otorgó el voto a la mujer, la razón y la sabiduría se han perdido de vista. Cada día la política femenil mata miles de bebés por medio del aborto; cada día libra cientos de homicidas bajo pretensiones de compasión y rehabilitación; cada día destruye miles de mujeres en búsqueda de la igualdad de los sexos. Aunque esta necedad es tan obvia, la gran mayoría de mujeres no lo captan. Ciegamente tragan las mentiras de Satanás, igual como lo hicieron desde el principio, y corren desenfrenadamente a su propia destrucción. Mujeres necias van a cantinas, vestidas provocativamente, bailan sobre las mesas pero no entienden porque son violadas. Frecuentan lugares perversos y se divierten coqueteando con hombres peligrosos pero no logran entender porque son secuestradas, esclavizadas, y luego matadas. Mujeres necias privan a sus esposos de la relación sexual por semanas pero no entienden porque las engañan con otras. Las mujeres de hoy--no sólo una que otra; la mayoría--simplemente son fatuas. Tienen más estudios, más oportunidades, más derechos… y son más necias que nunca. Por lo tanto, el ministro debe tener mucho cuidado al escoger una mujer por esposa. El ministerio requiere de sabiduría, de prudencia tanto de parte del ministro como de su esposa. Una mujer prudente en este siglo es un encargo escaso. Hombres sabios de por sí son escasos, ¿pero mujeres sabias? Ni una en mil. De hecho, sí deseas una mujer verdaderamente digna de ser la esposa de un ministro, tendrás que pedirla de Dios. Casa y riquezas las puedes heredar de tus padres pero una mujer prudente sólo viene de Él (Pro. 19.14).
La prudencia que una mujer debe tener puede ser reconocida de varias maneras. Una mujer prudente alaba a Dios por las bendiciones en su vida pero no reniega su fe cuando sufre mala fortuna (Job. 3.10). Ella acepta que la vida no siempre será de su agrado, pero que en toda situación Dios está en control y es digno de alabanza. Las mujeres fatuas se reconocen prestamente en tiempos de angustia, porque no saben aguantar desilusiones ni contratiempos. Una mujer murmuradora y querellosa es una mujer fatua. Una mujer prudente no se encuentra envuelta habitualmente en problemas y escándalos (Pro. 9.13). Todos, de vez en cuando, cometen errores, caen en pecado, se involucran en conflictos y pleitos; pero la mujer fatua se sienta en una silla a la puerta y busca problemas. Se acostumbra ser ociosa y andar de casa en casa; es parlera, curiosa, y habla lo que no conviene (1 Tim. 5.13). Pobres ministros ignorantes que son seducidos por la locura de estas mujeres fatuas, no saben que allí residen los ministerios destruidos (Pro. 9.18). Una mujer prudente previene por la necesidad imprevista (Mat. 25.1-4; Pro. 31.21). Ella no gasta cada centavo que entra a su mano; sabe ofrendar, sabe ahorrar, sabe sacrificar. Las fatuas sólo pueden pensar en otro par de zapatos, otro cambio de ropa, otro par de aretes, y cuando llega el día malo, el día de falta, se encuentran desvalidas. Una mujer prudente edifica, no destruye (Pro. 14.1). Este mundo es destructivo. Las diversiones mundanas (fumar, tomar, drogarse) son destructivas. Los cultos religiosos son destructivos (Col. 2.20-22). Satanás está bajo sentencia de condena por que destruye aún a su propia tierra y su propio pueblo (Isa. 14.20). Pero Dios es el Dios de los vivos (Mat. 22.32), el Dios de paz (Fil. 4.9), el Dios de esperanza (Rom. 15.13), el Dios de toda consolación (2 Cor. 1.3), el Dios de la paciencia (Rom. 15.5), y el Dios de toda gracia (1 Ped. 5.10); él ni desea la muerte de los impíos (Eze. 18.23). Su anhelo es que cada persona se ejercite para edificación no para destrucción (2 Cor. 10.8). Pero las mujeres fatuas son acompañadas por una tormenta de ofensas, pleitos, iras, contiendas, rencores, odios, amarguras, calumnias, chismes, y desprecios. La fatua vive en delicias y viviendo está muerta; pero las sabias hacen todo para edificación (1 Cor. 14.26). La paz es su adorno, la apacibilidad es ornato.
Una mujer prudente escucha el consejo de otros e imita a los que son dechados en la fe (Pro. 8.33). Mujeres por naturaleza y por consecuencia de la maldición son criaturas débiles y dependientes. Ellas normalmente no tienen opiniones personales muy fuertes, sino adoptan las opiniones de los que les rodean. Son fácilmente movidas, fácilmente engañadas (1 Tim. 2.14). Esta dependencia intelectual es importante en el matrimonio porque dos opiniones fuertemente contrarias es receta para el divorcio (Amo. 3.3). Así que, aun las sabias son dependientes. La diferencia entre la sabia y la fatua es su discernimiento en cuanto a quien hacerle caso. La fatua pide consejo de sus vecinas, sus amiguillas, las sicólogas, las revistas femeniles perversas, las astrólogas, la guija, y toda otra cosa absurda que existe en el mundo. Las sabias buscan el consejo de los espirituales. La sabia pide ayuda de las personas que ella misma sabe que le van a decir lo que no quiere oír. Y no sólo piden consejo, siguen el consejo que reciben--cueste lo cueste. Bienaventurada es la mujer que no anduvo en consejo de malos (Sal. 1.1). Una mujer prudente guarda la palabra de Dios en su corazón y la medita de día y de noche (Luc. 2.18, 19). Mujeres no son exentas del conocimiento de Dios. La lectura y el estudio bíblico no sólo es la ocupación de los hombres. Compartir en las reuniones, enseñar a los nuevos, evangelizar a los perdidos no es la franquicia exclusiva de los varones. Las mujeres también tienen un deber de llevar fruto. Las mujeres prudentes han leído la Biblia completa. Las mujeres prudentes conocen las doctrinas de Dios y son capaces de enseñarlas al que sea (Hec. 18.26). Las mujeres prudentes echan mano de un ministerio espiritual, y lo hacen por iniciativa propia. Las fatuas desperdician su día viendo telenovelas, admirando las perversas estrellas del cine, indagando en las vidas de los famosos, leyendo revistas absurdas de moda. Se pasan su tiempo pintando y retocando su cara, afanándose por su peso y su figura, y buscando nuevas maneras para retardar la vejez; y más les vale porque el día que su "belleza" es absorbida por arrugas no les quedará nada, pues toda su vida ignoraron su hombre interior, el cual se encuentra cuitado, miserable, pobre, ciego, y desnudo (Apo. 3.17). Las mujercillas fatuas son admiradas por su hermosura por unos pocos años, pero las sabias resplandecen como el resplandor del firmamento para siempre (Dan. 12.3).
8. Su fe.
La octava virtud que debes buscar en una mujer es la fe. El ministerio requiere fe, no sólo del ministro sino también de su esposa. Una mujer sin fe no puede aportar a la obra espiritual, porque sin fe es imposible agradar a Dios. Demasiadas mujeres se distraen en muchos servicios e ignoran la mejor parte de ser casadas a un ministro (Luc. 10.40, 41): La oportunidad espiritual. Las esposas de los ministros tienen la oportunidad de enseñar a las mujeres, aconsejar a las esposas de los hermanos, criar a la futura generación de predicadores (2 Tim. 1.5) y entrenarles sus esposas desde infancia... sí es que tienen suficiente fe. Si tienen suficiente fe, aun los servicios más cotidianos (Mar. 12.42-44) o más humillantes (Mat. 26.6-13) pueden convertirse en oportunidades inigualadas para obtener galardón y honra y herencia. Cada mujer tiene la oportunidad de salvarse de su maldición y ser recibida con potestad en el reino, sí permanece en la fe. Para eso es indispensable que sean enseñadas a no poner confianza en la incertidumbre de las riquezas (1 Tim. 6.17). Enseñadas a ser contentas con lo necesario (1 Tim. 6.8). Enseñadas a no amar el mundo ni las cosas que están en el mundo (1 Jn. 2.15). Enseñadas a vivir su vida en la fe del Hijo de Dios que las amó, y se entregó a sí mismo por ellas (Gal. 2.20).
Los ministros somos soldados y necesitamos mujeres fuertes, mujeres de fe. Mujeres que nos serán de ayuda idónea en la oración (1 Cor. 7.5), en el ayuno, en el estudio y en la enseñanza (Hec. 18.26). Necesitamos mujeres con la suficiente fe para recibir sus esposos como muertos por resurrección (Heb. 11.35); suficiente fe para devolverlos al Dios que se los dio aún sí él los envía a una muerte prematura (Heb. 11.36, 37). Suficiente fe para poder seguirlos perdidos por las ciudades, las aldeas, y los ranchos (Heb 11.38). Suficiente fe para ser tenidas por dignas de ser herederas juntamente de la gracia de la vida (1 Ped. 3.7). Suficiente fe para formar parte del grande ejercito de las evangelizantes (Sal. 68.11). Suficiente fe para ser tenidas por dignas de ser esposas de un ministro. Que las mujeres necias codicien los empleos y las carreras viles, mundanas; las mujeres de fe gozosamente echarán mano de la vida eterna. Las necias luchan por posición, autoridad, e igualdad en un mundo cuyo tiempo de gracia ya es vencido; las mujeres de fe edifican anónimamente sobre el único fundamento con oro, plata, y piedras preciosas (1 Cor. 3.10, 11) y serán vindicadas en el tribunal de Cristo (2 Cor. 5.10) con coronas, potestad, y primogenitura (Mat 25.21; Luc. 19.17-19; Apo. 2.26, 27). Las necias serán miserables en este mundo y indigentes en el mundo que viene; las mujeres de fe disfrutarán de la grande granjería de la piedad aquí (1 Tim. 6.6) y luego entrarán al gozo de su Señor (Mat. 25.21) con tesoros inexhaustibles (Mat. 6.20). Las necias compiten, pelean, y gatean tratando de sobresalir, de ser reconocidas de entre los millones de mujeres idénticas; la mujer de fe, la única, la escogida, la bienaventurada (Cant. 6.8, 9) es una en diez mil. Las mujeres necias son hijas de Eva, quien destruyó la vida de su esposo por su debilidad y codicia; pero las de fe son verdaderas hijas de Sara quien por fe recibió fuerza para hacer lo imposible.
La Que Teme A Jehová Será Alabada.
El ministerio nuestro ha sido vituperado por esposas de los ministros. La falta de buenos hombres en el ministerio es una necesidad que aflige casi todas las iglesias; en cada reunión de varones se ora que el Señor de la mies envíe obreros a su mies (Mat. 9.38). Pero hay otra necesidad igual de apremiante: Buenas mujeres, dignas de ser las esposas de los ministros. No sólo para los solteros, ministros del futuro, pero también los ya casados y ordenados en el ministerio. El impacto que la esposa de un ministro tiene sobre el ministerio es incalculable. Ellas tienen en su poder hacer o deshacer el ministerio de su esposo y las repercusiones afectan a toda la iglesia. Por esto los requisitos de los obispos y aun los diáconos incluyen detalladamente a las mujeres. Ellas no son mero accesorio de sus maridos, son una carne con ellos; intrínsicamente entretejidos en su obra. Los peligros para el ministro son incontables, pero dentro de los más graves figura el peligro de una mala mujer. Hombres con mucho don y potencial han sido rendidos espiritualmente impotentes por mano de su esposa. Y aún las que nos son dañinas al ministerio de marido, muchas tampoco son contribuyentes. En vez de ser una ayuda idónea en el ministerio son espectadores indiferentes. El resultado es que ni una de mil mujeres es digna de ser la esposa de un ministro. Hermana si tu eres una de estas mujeres necias te exhorto a que te arrepientas y que aprendas cómo ser una mujer fuerte. Tu esposo te necesita, tus hijos te necesitan, tu iglesia te necesita, tu Señor te necesita. Ya basta de tiempo desperdiciado en rebeldía, humíllate delante del Señor y él os ensalzará (Sant. 4.10).
Pero sí hay muchas buenas mujeres en nuestras congregaciones, tanto solteras como casadas. Mujeres que aman a sus maridos y aman a la iglesia, aman el ministerio, y sobre todo aman a su Señor Jesús. Si eres un soltero y deseas encontrar una buena mujer que será una ayuda idónea para tu ministerio, deja de admirarte solamente de la belleza exterior y aprende a apreciar y anhelar la belleza interior; de esa no hay substituto. Y ustedes ministros que sí tienen buenas esposas, esposas realmente dignas del ministerio; les exhorto a habitad con ellas según ciencia, dándoles el honor que se merecen. Si tu esposa es sumisa y amorosa, deja de apocarla, de menospreciarla, de ser condescendiente con ella, de ser áspera con ella, y deja de pensar que tú la tienes dominada. Ella no sólo es tu mujer, también es tu hermana en la fe. Pues, la única razón por la cual ella no se rebela y te reduce a un bocado de pan es por su fe. Sólo es por su fe que ella resiste la tremenda tentación de descuidar sus responsabilidades. Sólo es por su fe que ella se permite ser puesta en servidumbre. Sólo es por su fe que ella te permite ser la cabeza del hogar. El mundo entero la está presionando a echar mano de sus derechos y destruirte junto con tu ministerio, y la única cosa que lo impide es la fe de ella. Tú debes apreciarla, tú debes honrarla, tú debes admirarla; ella es un gigante en la fe. El que halló una de estas mujeres, halló el bien y alcanzó la benevolencia de Jehová. Sólo asegúrate que tú sí eres digno de ser su esposo, porque la mujer fuerte es una en diez mil.