La Epístola
Apartado 432
Administración 1
Morelia, Mich. CP 58001
#90 Febrero, 2002
Impreso en México
Noticias
Aguascalientes: La conferencia de evangelismo extranjero fue de bendición. Alrededor de 100 adultos llegaron el domingo, y cuatro hombres se levantaron para confesar su llamamiento como misioneros. Algunos no podrán irse inmediatamente (por ser solteros u otras cosas), uno entre ellos es Chuy Colmenero, uno de los pastores. Me comentó que tiene algunos asuntos que tratar pero espera irse en el verano. También nos comentó que está pensando en Colima como destinación, aun si tiene que ir a solas. No es fácil establecer una obra a solas, así que, oremos por Chuy, y su esposa Yolanda, y sus hijos menores Moisés y Marcos, que Dios les encamine en su voluntad.
León: Reunión de predicadores planeada para domingo, 17 de febrero, a las 4 de la tarde, en casa de Juan Córdova. Diáconos, favor de llevar consigo a la reunión los porcentajes de ofrenda dedicadas a evangelismo extranjero.
Claves: Un error en la epístola 86 asigna clave 26 a SLP San Miguelito, cual clave ya se había asignado a Salamanca. Aquí el error se corrige. La iglesia de Varsovia pidió una clave también la cual se agrega.
Querétaro 01, 02
Zacatecas 03
León, Hidalgo 04
V arsovia, Polonia 07
Morelia 11
La Epístola 13
León, Coecillo 15
León, Sn Jn Bosco 17
Irapuato 19
SLP, Selene 21
Salamanca 26
SLP, San Miguelito 27
Aguascalientes 39
Celaya 58
Querétaro 98, 99
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León, GTO CP 37330
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Alejandro Alatorre 762-6710
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777-5981
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Brian Thibault (210) 626-1160
Steve Dalros (210) 622-3656
Lyndell Kincaid (830) 537-4943
Agolpados Por La Solicitud
(Serie "Ministerio Sin Vituperio" Parte Dos)
Por M. N. Jackson
No dando á nadie ningún escándalo, porque el ministerio nuestro no sea vituperado:
2 Corintios 6.3
El ministerio nuestro ha sido vituperado por ancianos que no son solícitos por la iglesia. Esta deficiencia en parte es culpa de nosotros que empezamos las iglesias; por ser más evangelistas y predicadores que cualquier otra cosa, obviamente pusimos mucha importancia sobre los ministerios visibles y dinámicos. Así que, los hombres que fueron muy activos en predicar el evangelio y profetizar en la iglesia fueron los que ordenamos por ancianos, sin quizá tomar conscientemente en consideración su solicitud por la iglesia. No digo que los ancianos actuales no son solícitos sino que la solicitud muchas veces no fue la consideración más grande. Esto es perjudicial porque la solicitud no puede ser enseñada y difícilmente es aprendida; los que no son solícitos por la iglesia antes de ser ancianos difícilmente lo serán después. Es importante aclarar que no digo que carecen completamente de solicitud por la iglesia, pero que su solicitud le queda chica a la iglesia. Ancianos tienen que poseer una solicitud extraordinaria. Muchos buenos hermanos no tienen esta solicitud sincera por la iglesia. Pablo mismo admitió que sólo uno de sus discípulos compartía su solicitud por la iglesia, es decir Timoteo (Fil. 2.20). Esta proporción de ministros solícitos es similar hoy en nuestras iglesias. Tenemos muchos hermanos que son buenos predicadores, maestros, profetas, y evangelistas, pero pocos que son sinceramente solícitos por la iglesia. A estos hermanos menos solícitos no los condeno ni los reprendo, con tal que no tomen tampoco el obispado. No todos tienen que ser obispos, pero todos los obispos sí tienen que ser solícitos.
Ancianos que gobiernan
Es una falacia común entre nosotros que el trabajo principal del anciano es predicar y enseñar. Por esto ponemos tanto énfasis sobre la habilidad oratoria de un prospecto anciano. Ciertamente el anciano tiene que ser "apto para enseñar" (1 Tim. 3.2; 2 Tim. 2.24) pero el anciano no necesariamente se dedica a enseñar y predicar. En una iglesia ideal cada miembro de la iglesia sabe cual es su don y lo ejercita. Algunos son profetas, ellos profetizan; algunos son evangelistas, ellos evangelizan; algunos son doctores; ellos enseñan. Cada uno como ha recibido el don, así lo administra a los otros (1 Ped. 4.10). Los ancianos tienen la responsabilidad de cumplir cualquier don que hace falta en la iglesia (por esto los ancianos de nuestras iglesias son los evangelistas, profetas, doctores, pastores, y diáconos - pues, nuestras iglesias son muy lejos del ideal), pero la ocupación más propio del obispado es gobernar la iglesia.
El error de muchos obispos es distraerse en muchos servicios e ignorar la parte importante del obispado, la parte esencial: Gobernar. No es malo ser ocupado, es bueno. No hay lugar para obispos flojos que no son dechados de la grey en cada obra a la cual exhortan a la iglesia (un obispo debe predicar en la calle - debe compartir en la reunión libre - y debe también compartir mensajes cortos - debe cantar con ánimo - y debe enseñar-públicamente y por las casas), pero su ocupación mayor es el gobierno de la iglesia. Por esto las ofrendas de un anciano dependen principalmente de su capacidad para gobernar, no de su habilidad de predicar ni de enseñar (1 Tim. 5.17). Sin duda los ancianos de nuestras iglesias tendrán que tomar una gran parte de la carga de la enseñanza y de la predicación por la falta de hombres idóneos, y, peor aún, por la abundancia de hombres indispuestos. Pero con mayor razón tienen que esforzarse para mantener el enfoque de su ministerio sobre el gobierno de la iglesia.
La solución a esta constante tentación a distraerse es fácil: Delegar responsabilidad. Esta fue la solución que dio luz al oficio del diácono. El aforismo de Dwight L. Moody es un buen paráfrasis de Hechos 6: "Es mejor poner diez hombres a trabajar, que hacer el trabajo de diez hombres." Este aforismo debe ser la persuasión de cada obispo. No podemos hacer toda la obra, es imposible. Por esta razón Dios puso más que un miembro en la iglesia. Una de las consecuencias notables del error de los Nicolaítas es clasificar a los que no hacen nada en la iglesia "miembros" y a los que hacen todo "cleros". Todos somos miembros; los ancianos no son más que miembros y los miembros no son menos necesarios que los ancianos. Por lo tanto todos los miembros debemos tomar parte en el ministerio de la iglesia. El trabajo del obispo incluye delegar los diversos ministerios a los hombres y mujeres que Dios ha investido de poder para llevarlos a cabo. Delegar responsabilidad incluye animando a los reluctantes e instruyendo a los ignorantes (2 Tim. 2.2). El éxito de un obispo no se mide por cuantas veces predica por semana, ni cuantos son atraídos por su predicación; el éxito del obispo se mide por cuantos hermanos entran al ministerio bajo su tutela. La iglesia exitosa es la que en la cual cada uno lleva su propia carga (Gal. 6.5) y nadie, por consiguiente, es sobrecargado. El enigma para muchos es que requiere más que regaños y amonestaciones para encaminar a los hermanos a administrar su don. El obispo tiene que proveer visión a los que de otra manera serían como ovejas sin pastor: esparcidos, errantes, sin propósito en la vida Cristiana. Inspirarlos a alzar sus ojos a las regiones; rogad al Señor de la mies; id por todo el mundo, predicado el evangelio a toda criatura. No todos "arrancan solos"; esto no los hace malos ni apáticos, los hace discípulos que necesitan ser discipulados; por esto Dios dio ancianos a la iglesia - para guiar, motivar, y encaminar la iglesia... para gobernar bien la iglesia.
Como he declarado, la iglesia ideal es la que en la cual todos llevan su propia carga, todos administran el don que han recibido del Señor Jesús. En tal iglesia el anciano no tiene que predicar en la calle diez veces por semana; el evangelista hace eso. En tal iglesia el anciano no tiene que contar, contabilizar, depositar, y retirar el dinero; el diácono hace eso. En tal iglesia el anciano no tiene que enseñar cada domingo, el doctor hace eso. Claro, en tal iglesia el anciano si es un dechado en cada obra y en cada ministerio, pero él no se dedica a hacer estas labores; el anciano en tal iglesia procura que los miembros funcionen conforme el don que cada uno ha recibido; y él se dedica a su labor principal que es gobernar. Como también he declarado, casi no hay iglesias ideales. Por lo tanto, los obispos tendrán que cumplir los ministerios y dones que faltan, pero esto no los releva de su deber principal de gobernar. En estas iglesias menos que ideales los obispos tendrán que saber mantener un balance entre las obras (predicar, enseñar, contabilidad) y su obra (gobernar).
Ancianos que gobiernan bien
La iglesia necesita más que sólo ancianos que gobiernan, la iglesia necesita ancianos que gobiernan bien. Nuestras iglesias se están sofocando en mal gobierno. Casi cada una esta sufriendo grandes pérdidas. Las iglesias se están fracturando por divisiones amargas e "implosionando" con contiendas absurdas, y los ancianos son impotentes, ausentes, o, peor aun, participantes. La obra en el bajío es una grande obra. Por el Señor es hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos (Mat. 21.42). Pero esta obra está siendo destruida y no hay quien pare mientes. Si esta obra va continuar y ensanchar y prosperar, tenemos a fuerzas que reformar el liderazgo de las iglesias. Los que somos ancianos tenemos que procurar gobernar bien. No podemos estar contentos con la mediocridad. Los ancianos marcamos el paso de la iglesia. Somos los bateristas que latimos el ritmo de la iglesia. Si el liderazgo de la iglesia es apática y egoísta la iglesia marchará a ese ritmo, pero si procuramos la excelencia en la gobernación, la iglesia prestamente nos imitará.
Gobernar bien es gobernar solícitamente. Un "anciano" que no es solícito por la iglesia - que no considera la solicitud su idoneidad y responsabilidad primaria - no es digno de ser un anciano. Todas las iglesias tienen hombres interesados en tomar decisiones y mandar a los demás, pero muy pocos que en realidad son solícitos por la iglesia. Sin la solicitud el gobierno se convierta o en una tiranía o en una anarquía. Sin la solicitud el anciano o es un dictador o es "desaparecido en acción de guerra." La solicitud es el elemento crucial para encontrar y mantener el balance de la autoridad - entre ser el mayor y ser el siervo de todos (Luc. 22.26). En cuanto a los ancianos, la solicitud es más importante que cualquier don. Uno puede ser débil en don pero a la vez un buen anciano que gobierna bien por tener una abundancia de solicitud. Es la solicitud la cual hace la diferencia entre un buen anciano y uno malo. El buen pastor no es el que predica mejor, el buen pastor es el que está dispuesto a dar su vida por las ovejas (Jn. 10.11). La solicitud es la que ennoblece a un anciano y lo hace digno de doblada honra.
Cada anciano de cada iglesia debe mirar muy profundo en su ser y juzgar si él es solícito por la iglesia. Yo no pretendo juzgar quien de ustedes lo es y quien no lo es. Esto es algo que cada uno tiene que juzgar por sí mismo. De hecho, si alguien te tiene que decir sí eres o no eres solícito, obviamente no lo eres. Independientemente y seriamente cuestionando nuestra propia solicitud es una de las mejores pruebas de que en realidad sí somos solícitos. La solicitud es su propia prueba de ácido. Debemos sospechar de nuestras motivaciones, de nuestra sinceridad, de nuestro desinterés; pues somos naturalmente malos y egoístas. Además somos muy habituados a mentirnos a nosotros mismos y igualmente susceptibles a creer esas mentiras. Y entre menos solícitos somos, menos posible nos es detectar esa falta de solicitud. El anciano nada solícito se piensa buen anciano, se asombra y se ofende si alguien sugiere que no lo sea. A cambio, el anciano muy solícito batalla con sus sospechas acerca de sí mismo y es afligido por su insatisfacción con su entrega a la iglesia y al Señor Jesús. No hablo de ser modestos - es decir, falsamente humildes, usando nuestras debilidades para evadir responsabilidad - hablo de ser realmente humildes - es decir, reconocer nuestras debilidades y confrontarlas y superarlas con confianza y determinación para ser vasos útiles al Señor. La presencia o ausencia de solicitud puede ser fácilmente atestiguado por las cuatro características inherentes de la solicitud que son implicadas en el texto de 2 Corintios 11.28.
Responsabilidad ("sobre mi")
La responsabilidad es una moneda de dos caras, las dos igualmente importantes. La una cara es la responsabilidad negativa. Es increíble que después de 6000 años, los hombres todavía están usando la misma justificación que Adam: "No es mi responsabilidad, fue la iglesia que me diste." La primera regla del liderazgo es: "Todo es tu responsabilidad." Y la segunda es semejante a este: "Siempre es tu responsabilidad." El momento que aceptaste voluntariamente (1 Ped. 5.2) el oficio del anciano, te hiciste responsable por la iglesia. Tu eres el que ha de dar cuenta, aun si lo tienes que hacer gimiendo por culpa de los errores de otros (Heb. 13.17). Los errores que la iglesia comete, los pecados que cometen, las tonterías que hacen, los pleitos y contiendas que existen... todos son tu responsabilidad. No puedes tener la autoridad de la iglesia pero no ser responsable por ella. Si la iglesia no está ganando almas, es tu responsabilidad. Si la iglesia no está siendo edificada, es tu responsabilidad. Si la iglesia tiene pecado oculto, es tu responsabilidad. Si la iglesia se está destruyendo con pleitos, iras, celos, y contiendas, es tu responsabilidad. Quizá no te guste, pero ¿de quién más puede ser la responsabilidad? ¿En verdad pensabas que ser anciano sólo se trata de posición y autoridad? Por esto las Escrituras advierten que no deben hacerse muchos maestros, porque recibirán mayor condenación (Sant. 3.1) - ustedes que apetecen el obispado quedan advertidos. El trabajo principal del anciano es gobernar; y gobernar es ser responsable por los errores y problemas del pueblo. Ya basta de "quasi-ancianos" que sólo buscan "arreglar la culpa." La iglesia necesita verdaderos obispos que se responsabilizan por la iglesia y cuando algo está mal, arreglan el problema.
La otra cara de la responsabilidad es la responsabilidad positiva. Para ser sana y fuerte, la iglesia requiere de muchos ministerios - profecía, enseñanza, consolación, exhortación, evangelización, "discipulación," consejo, visitación, amonestación, regaño, animación, inspiración - y los ancianos son los responsables de asegurar que nada hace falta. El anciano no puede usar su "falta de don" para excusarse de suplir las necesidades de la iglesia. El cumplimiento fiel de la responsabilidad del anciano es ejemplificado por Pablo cuando él dice: "Nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros" (Hec. 20.20). En la iglesia ideal, cada miembro contribuye a suplir las necesidades de la iglesia, pero si algún ministerio hace falta es la responsabilidad del anciano suplirlo. Sin embargo, muchos ancianos parecen avestruces con sus cabezas en la arena, prefiriendo fingir que no hay ministerio ni obras que hacen falta. Cuando son confrontados con algunas deficiencias, chillan de que tan pesada es la carga. ¡Dejen de llorar! Nadie les obligó tomar el obispado. Algunos de ustedes hasta se airaron cuando al inicio no se les permitió ser obispos, y ¿ahora se quejan de la responsabilidad? Claro que es pesado el obispado, por eso se le llama una "carga" (Gal. 6.5). Por supuesto es difícil, por esto la llamamos una "obra." Sin duda es mucha responsabilidad, por eso la Biblia lo clasifica como el "ministerio". Dejen de llorar como mujeres y esconderse como niños, sean hombres y portaos varonilmente y esforzaos (1 Cor. 16.13). Sean fieles a la responsabilidad que aceptaron. Como Pablo dice, la solicitud se agolpaba sobre él. Él no empujaba la responsabilidad encima de nadie más, a pesar de tener tantos proyectos, planes, y problemas.
Gravedad ("se agolpa")
La segunda característica del anciano solícito es la gravedad, o seriedad con el cual él toma su responsabilidad. No hay lugar para ancianos al "ahí se va." Estamos en una guerra, el enemigo es un león rugiente, y las bajas son reales. Las huestes celestiales están entremetidas en una lucha feroz con los demonios (Dan. 10.13), el arcángel está poniendo la trompeta a sus labios, y estamos en el último conflicto sobre un campo de batalla bañada por la sangre de los fieles santos. El premio nos espera en la mano de nuestro Señor y los pecadores están siendo ofuscados por las densas tinieblas de muerte, hundiéndose al lago de fuego. Satanás ha sido derrotado y está preparando para un último ataque vehemente mientras toda la creación gime a gran voz esperando la muerte, resurrección, y transformación de este mundo. En medio de toda la oscuridad, llanto, crujir de dientes, caos, y muerte se ve una luz parpadeante... apenas puede ser vista de debajo del almud (Mat. 5.15) de la ligereza y la frivolidad, con el cual ha sido cubierta por los herederos del noble linaje de guerreros que la encendieron con sus vidas entregadas en Hechos, la alimentaron con su sangre en la Inquisición, la ensancharon con su valor y pasión en la Reforma, y refractaron su intenso resplandor por todo el mundo en el Gran Despertamiento. Culpables de ésta infamia son los ancianos que ponen absolutamente ninguna importancia en el ministerio al cual han sido llamados. Son solícitos, pero sólo en las cosas de este mundo; comiendo, bebiendo, e hiriendo los siervos del Señor (Luc. 12.45).
No pueden seguir tomando tan ligeramente esta gran responsabilidad. Para Pablo la solicitud de las iglesias no "le venía a la mente", sino que cada día se agolpaba sobre él. Conforme a este ejemplo es ya tiempo que cada uno tome la responsabilidad del ministerio en serio, porque esto no es un juego ni un pasatiempo. La iglesia es sumamente importante para con Dios y él nos la ha encargado a nosotros. Él ha puesto el bienestar de la iglesia colectiva y la de los miembros individuales en nuestras manos. Este hecho debe ser como una cubeta de agua fría sobre nuestra cabeza, despertándonos de nuestro sueño y haciéndonos inmediatamente sobrios. El consejo que damos cambia vidas para siempre, pues, los que toman nuestro consejo tendrán que vivir con las consecuencias. El ejemplo que ponemos, la enseñanza que damos, la exhortación que hacemos, todo tiene un efecto profundo y real sobre la iglesia y sobre los santos que la componen. Además, el éxito o fracaso de la iglesia también tiene un efecto profundo sobre el mundo que la rodea. La iglesia es la sal de la tierra, la ciudad encima del monte, la luz sobre el candelero - si esa sal pierde su sabor, si esa cuidad no se ve, si esa luz es sofocada el mundo es lanzado a densas tinieblas de error sin esperanza alguna. Pues, ¿cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? (Rom 10.14, 15). Una iglesia sana, fuerte, y unida es un eslabón esencial, el primer eslabón de la cadena de la obra de evangelismo mundial.
La iglesia parece pequeña e insignificante, pero en realidad es fuerte (Mat 16.18) e indispensable. La iglesia es más importante que el país más grande del mundo. Por esto, la responsabilidad del anciano es mayor que la de cualquier presidente o rey. Líderes políticos solamente son responsables por el bienestar físico de sus constituyentes. La iglesia, y por consecuencia los ancianos, es responsable por el bienestar físico, mental, y espiritual de todos los hombres. Yo sé que esto parece chusco o como una ilusión de grandiosidad, pero es la realidad. Decisiones de presidentes y reyes son leyes en la tierra, pero las decisiones de los obispos son ligados también en el cielo (Mat. 18.18-20). Esta autoridad e importancia trae consigo una grande responsabilidad, la cual requiere mucha gravedad. El ministerio nuestro es grande y noble, pero la percepción de este ministerio es deshonrada, menospreciada, y apocada por ministros que lo ejercen con ligereza y desdén. Ser responsables de la iglesia es un gran privilegio para el cual sólo son dignos los que lo aprecian y viven comprometidos a ello - los que serán fieles imitadores de Pablo (Fil. 3.17), agolpados por la solicitud: Graves y sobrios.
Constancia ("cada día")
Nuestra solicitud también tiene que ser cotidiana. Una solicitud que sólo "se amarra" los días de reunión y cuando hay problemas fuertes no es solicitud. Demasiados ministros tenemos una mentalidad de bomberos: Llegamos cuando el fuego ya está consumiendo la casa. Necesitamos tener una mentalidad de padres de hogar: Estar al pendiente por el olor de humo, gas, y otras muchas indicaciones de posibles problemas mayores que pueden ser fácilmente detectados y arreglados con sólo un poco de precaución preventivo. Obviamente es mucho menos trabajo apagar un fuego un día que ser solícito cada día y todos los días. (Aquí entra lo que ya hemos dicho acerca de saludar y abrazar la responsabilidad, y no huir de ella.) Pero esta mentalidad de bombero solamente ha ocasionado que las iglesias sólo están saltando de una tragedia a otra, y el ministerio llega a ser peor que una carga - una maldición, donde no se conoce victoria ni paz, sólo derrota y destrucción. Cuán cierto es el proverbio: "Una gota de prevención vale más que un litro de medicación."
Este es la enseñanza obvia de Jesús en Mateo 18 dónde él estipula el protocolo con el cual se debe tratar problemas en la iglesia; el primer paso es ir oportunamente con tu hermano con la meta de ganarlo y que el problema no llega a más de eso. Pero los ministros preferimos quedar dormidos o distraídos mientras las chispas de problemas estén latentes, agarrando calor. No entramos en acción hasta que hayan explotado en un incendio gigantesco del cual nadie sale ileso. La iglesia es un cuerpo, y tal como nuestro cuerpo físico, requiere de atención diaria. No podemos olvidarla toda la semana y esperar que todo va a estar bien el domingo. Por esto los apóstoles rehusaron involucrarse en la administración del dinero en Hechos 6. Ellos sabían que cada proyecto más que aceptaban era un día menos que podían dedicar a la solicitud de la iglesia. Ellos sabían que la iglesia necesitaba que ellos estuvieran en oración, ayuno, y estudio concentrado. Hay otros hermanos que pueden encargarse del dinero, los ancianos necesitan encargarse de gobernar, y eso es una responsabilidad constante; nunca termina, nunca mengua. La iglesia esta creciendo o se esta hundiendo en entropía, pero nunca es estática.
La iglesia tiene que poder contar contigo. No puede haber la más mínima duda sobre tu entrega y compromiso. Cada miembro tiene que saber que tú vas a estar en las reuniones, que tú estás orando y suplicando por ellos. Qué a ti te importan sus problemas y que ellos pueden llamarte cuando necesitan. Ellos tienen que saber que sobre todos los proyectos, planes, y problemas personales, la iglesia es tu primera prioridad. Cada miembro tiene que estar seguro que tu única motivación es la solicitud por ellos. Y la única manera que ellos pueden saber esto de ti es por observar una fidelidad constante. Esta solicitud no se echa de ver, esta confianza no se gana por ser una luz intermitente - a veces prendido y brillante y otros días apagado y ausente. La confianza se gana con solicitud constante - no cesando de día y de noche de amonestar a cada uno (Hec. 20.31).
Hay algunas disciplinas indispensables para establecer esta solicitud constante. Una es no llegar tarde. Llegar tarde a reuniones, juntas, estudios, predicaciones, compromisos, y conferencias manifiesta que hubo algo que consideraste más importante que la iglesia y que el ministerio. Otra es visitar a los hermanos regularmente. Visitarlos en sus casas (Hec. 20.20), hablar con ellos de sus vidas, conocer sus problemas, compartir sus victorias. Y esto no es sólo un fruto de la solicitud, también es una raíz que la produce. Pero la obra más importante es orar por ellos, individualmente y constantemente (Col. 1.3). Esta obra no será manifiesta inmediatamente, pero el olor de estas oraciones penetrará cada esfuerzo que haces con la innegable aroma de la solicitud - y esto siempre es manifiesto.
La mayor razón por el cual el ministro dilata en sus deberes es flojera. Pero la dilatación produce más trabajo de lo que ahorra. Por eso se dice que el hombre perezoso trabaja dos veces. Yo sé que es difícil mantenerse al frente de todas las situaciones y problemas que hay en una iglesia; y que muchos días prefieres levantarte de la cama siendo otra persona, en otro lugar, sin responsabilidades. Pero tú no tienes esa opción. Tú aceptaste una responsabilidad y ahora se requiere en los dispensadores que cada uno sea hallado fiel (1 Cor. 4.2). No sólo los días cuando despiertas con mucha anticipación de hacer la obra, sino todos los días. Otra razón por dilatar es indecisión. Cada ministro necesita decidir una vez por siempre si él es llamado de Dios. Basta de la continua vacilación y las constantes amenazas de dejar el ministerio. Si eres llamado de Dios no tienes opción, la dispensación te ha sido encargada (1 Cor. 9.17). Así que, no importa si a veces llegas a la casa por la noche con increíble deseo de rendirte. Tu aceptaste una responsabilidad y ahora debes cumplirla; es así de sencillo. Haz esa determinación en ti mismo y no lo pienses otra vez. Cuando Hernán Cortez llegó al nuevo mundo, quemó sus barcos para que su tripulación no tuviere la tentación de regresar y para que tuvieran mayor motivación por pelear y ganar. Nosotros también necesitamos quemar algunos barcos, y ser determinados en nuestro ministerio.
Afición ("la solicitud")
Una de las deficiencias de muchos Cristianos es estudiar la letra de las Escrituras pero ignorar el "espíritu" de las Escrituras. La Biblia no fue escrita con el formato de un manual de una vídeocasetera. La Biblia fue escrita por hombres que creían lo que decían y se regocijaban en ello. Ellos escribieron mucho más que sólo información. Pues si omites todo lo que no es puramente información quedan muchos menos versículos, y unos de los mejores versículos de Biblia serían las omitidas. Continuamente encuentras a los autores Bíblicos emocionándose por lo que escriben y agregando oraciones o párrafos completos que son completamente fuera del tema mayor que están enseñando (Rom. 1.25; 1 Tim. 1.17, 6.16). Cualquier buena predicación debe observar, capturar, y transmitir el espíritu del texto, sea ánimo, tristeza, consuelo, o dureza. El espíritu del versículo de éste artículo es uno de sincera afición, verdadero amor por la iglesia. De hecho, la palabra "solicitud" significa preocupación, celo, y afección. Para Pablo la iglesia era más que una responsabilidad, era la pasión de su vida. Tanto que estaba dispuesto a cumplir en su carne lo que faltaba de las aflicciones de Cristo por la iglesia (Col. 1.24) y aun si era necesario que diera su vida por la iglesia se gozaba y congratulaba por ellos (Fil. 2.17). La afición es la fuente de verdadera solicitud. Nunca serán verdaderamente solícitos por la iglesia hasta que compartan con Pablo la sincera afición por las almas de los hermanos.
Nos parece un poco extremista y duro que Pablo haya dicho que de todos sus discípulos, sólo Timoteo era igual de solícito por la iglesia que él. Pero si consideras la vida de Pablo como una definición viva de la verdadera solicitud, no es una declaración tan extremista. Pablo dice que él amaba tanto las almas de los Tesalonicenses que quiso entregarles más que solo el evangelio, pero aun su propia alma (1 Tes. 2.8), porque le eran carísimos.
Él dice que él estaba dispuesto a despender y ser despendido, y de buena gana (2 Cor. 12.15) por las almas de los Corintios - personas que le daban problemas sin fin, que dudaban de su apostolado, y que negaban su patrimonio en la fe. La iglesia no era su trabajo... era su vida, era su familia, era su pasión. Cada decisión que él tomaba era para el beneficio de ellos, aun a costa de su propia comodidad, derechos, fama, o vida. Su motivación fue que ellos fueran prosperados, que terminaran su carrera con gozo, y que recibieran la corona. Cómo Jesús dijo, "El buen pastor su vida da por las ovejas." Cada uno debemos medirnos con este metro para saber que tan solícitos en realidad somos. Nunca podremos ser verdaderamente solícitos si no tenemos este amor intenso por la iglesia y por las almas que la constituyen. Sin esta sincera afición nuestras motivaciones serán egoístas, nuestras decisiones poco fiables, nuestros regaños sospechosos, y nuestros esfuerzos pastorales estériles.
La carencia de sincera afición es la razón por la cual muchos ancianos se sienten sobrecargados. Pastorear una iglesia sin tener sincera afición por ella es como criar los hijos del vecino. El amor que les puedes tener es meramente teórico, no práctico ni profundo. Así también en la iglesia: Si el anciano no tiene un amor profundo y real para la iglesia y para todos los miembros de la iglesia, más temprano que tarde se va a enfadar con ellos, y empezar a abusar a los domésticos de Dios. Pablo instruyó a Timoteo sobre esta naturaleza familiar del obispado (1 Tim. 5.1, 2). Le enseñó que debía tratar a los viejos como a padres, las viejas como a madres, los jóvenes como a hermanos, y las doncellas como a hermanas. Los miembros de la iglesia son los santos y domésticos de Dios (Efe. 2.19), y debemos amarlos como tal. Debemos llorar con los que lloran y gozarnos con los que gozan (Rom. 12.15). No podemos permitirnos llegar a ser mecánicos ni fríos en el ministerio. Los hermanos deben estar en nuestras oraciones y en nuestros corazones, para morir y para vivir juntamente (2 Cor. 7.3). Esta es la sincera afición que tuvo Pablo, y la que tuvo Timoteo, y la cual debemos tener nosotros.
El que preside, con solicitud.
Gobierno es precisamente lo que hace falta en nuestras iglesias. Muchos de ustedes obispos piensan que su trabajo es predicar en las calles o enseñar los domingos. Consideran que si hacen estas cosas están cumpliendo con su deber. Ya es tiempo que se desmiente esta idea. El trabajo principal de cada obispo es gobernar. Sí debes predicar, sí debes ser apto para enseñar, si debes compartir... pero sin otras cosas además el obispo tiene que gobernar la iglesia. Gobernar la iglesia es una labor único de los ancianos; nadie más debe ni puede hacerlo. Así que, si los ancianos no se dedican al gobierno de la iglesia, la iglesia carecerá de gobierno, y esta falta repercutirá por cada ministerio y cada miembro hasta que todos son debilitados y todo es dañado. Pero este gobierno tiene que ser con solicitud (Rom. 12.8) o es peor que inútil. Así que, ya basta de poner por ancianos a hombres que no son solícitos por la iglesia con sincera afición. Hay mucho ministerios que estos hombres pueden realizar, los cuales no requieren esta solicitud.
El ministerio nuestro es vitupeado por una falta de buen gobierno - gobierno solícito. Los ancianos sólo son ancianos de nombre; no realizan la obra del anciano, ni tampoco demuestran la solicitud del anciano. Son egoístas y distraídos, por consecuencia la iglesia es descuidada y se autodestruye, y eso repercuta en almas perdidas. Es difícil ser un buen anciano, nadie lo puede negar. Pero la opción es ser un mal anciano y eso no es opción. No hay una posición en medio; la iglesia está creciendo o menguando, nunca es estática. El anciano gobierna bien, solícitamente tomando la responsabilidad de su encargo con gravedad, constancia, y afición, 0 es un mal anciano que trae vituperio sobre la iglesia, el Señor, y el ministerio nuestro. El ministerio que vituperas por tu ligereza es real como también lo es el tiempo que desperdicias; no podrás recuperar ninguno de los dos. Un día reconocerás que has disipado una gran parte de tu ministerio. Te encontrarás mediocre, ignorante, y fracasado. No pierdas más tiempo, no vituperes más el ministerio; reconozca la seriedad de estos últimos días. Pablo tuvo muchas dificultades en su vida, pero a él no lo encuentras llorando ni excusándose ni huyendo de la responsabilidad. "En trabajos más abundante; en caminos muchas veces; en trabajo y fatiga; en muchas vigilias; en muchos ayunos" (2 Cor. 11.23-27) Pero, "sin otras cosas además, lo que sobre mí se agolpa cada día, la solicitud de todas las iglesias."