La Epístola

Apartado 432

Administración 1

Morelia, Mich. CP 58001

#89 Enero, 2002

Impreso en México

 

Noticias

Querétaro: Hubo conferencia de evangelismo extranjero durante las vacaciones de Diciembre. Los resultados nos parecen muy positivos. Siete hermanos se reconocieron como llamados al evangelismo extranjero, cinco de ellos casados, y dos solteros. Ninguno será enviado inmediatamente, pero ya están comenzando su preparación. Además, ocho hermanos se comprometieron a la predicación en las calles de Querétaro, y diez hermanas se comprometieron al evangelismo personal. La iglesia en Querétaro es animada ahora, y necesita nuestras oraciones para llevar a cabo sus ambiciones espirituales.

Aguascalientes: Conferencia de Evangelismo Extranjero desde jueves, enero 24, hasta domingo, enero 27. Orario:

Jueves 7:00 PM Miguel Jackson Flavio Santoyo

Viernes 7:00 PM Memo Kincaid Miguel Jackson

Sábado 7:00 PM Flavio Santoyo Memo Kincaid

Dom. 10:00 AM Miguel Jackson Memo Kincaid

Morelia: Habrá una conferencia de exhortación y avivamiento en la Calzada de San Diego, desde domingo, 3 de febrero, hasta domingo 10 de febrero. Predicarán dos los domingos en la mañana, y uno solo por las noches. El horario tentativo es lo siguiente:

Domingo 10:00 AM Flavio Santoyo, Miguel Jackson

Domingo 7:00 PM Flavio Santoyo

Lunes 7:00 PM Flavio Santoyo

Martes 7:00 PM Miguel Jackson

Miércoles 7:00 PM Miguel Jackson

Jueves 7:00 PM Miguel Jackson

Viernes 7:00 PM Flavio Santoyo

Sábado 7:00 PM Flavio Santoyo

Domingo 10:00 AM Miguel Jackson, Flavio Santoyo

León: Reunión de predicadores planeada para domingo, 17 de febrero, a las 4 de la tarde, en casa de Juan Córdova.

Diáconos: No olvidar, por favor, calcular cual porcentaje de sus ofrendas de 2001 fueron dedicadas a evangelismo extranjero. Solamente ofrendas enviadas afuera de la ciudad se deben contar... ofrendas que se dedican a pastores o a gastos de la iglesia no cuentan, pero ofrendas a misioneros, y el costo de conferencias de evangelismo extranjero se deben incluir. La última vez que hicimos estos cálculos fue hace tres años (1999, Epístola 53), y la mayoría de nuestras iglesias dedicaban mas de 50 porciento al evangelismo de otras ciudades.

Ministerio Trascendente

(Serie "Ministerio Sin Vituperio" Parte Uno)

Por M. N. Jackson

No dando á nadie ningún escándalo, porque el ministerio nuestro no sea vituperado:

2 Corintios 6.3

El ministerio nuestro ha sido vituperado por ministros que están embriagados con su propia opinión elevada de sí mismos. La analogía mas apropiada para ellos es la de un político moderno el cual piensa que todo y todos existen por él—para proveerle posición, autoridad, propósito en la vida, y comodidad. Estos políticos son la ruina de nuestra sociedad; trayendo escándalo a su oficio y escepticismo a sus pueblos. Ellos no entienden o no les importa que cuando ellos son muertos y olvidados, el daño que han ocasionado al oficio que ocuparon permanecerá. Así también los ministros que usan del ministerio conforme a su antojo, o peor aun, la abusan para su propio provecho; ministros egoístas que piensan que ellos mismos son más importantes que todos los demás. Pero este pensamiento egoísta es sólo una ilusión. En realidad hay muchas cosas más importantes que cualquier ministro.

La iglesia es más importante que cualquier ministro. La iglesia no existe para el ministro, el ministro existe para la iglesia. Pero esto es un concepto casi perdido en nuestro día. Ministros usan y abusan de la iglesia porque creen que ellos son los que importan; creen que todos deben servirles a ellos. Jesucristo habla fuertemente sobre este tema, acusando y condenando a los que buscaban ser servidos por los demás. Él también enseñó y ejemplificó la manera que el mayor entre todos deber ser el más mozo (Luc. 22.26). Este es el balance de autoridad que cada anciano deber procurar. Sin autoridad fuerte y dinámica el anciano es débil e incapaz de guiar la iglesia; pero sin un espíritu humilde y servidor el anciano es jerárquico y no guía la iglesia, la abusa.

Servicio

El ministro debe entender que su oficio existe para servir a la iglesia, y que él tiene el deber de cumplir en sí mismo lo que falta de las aflicciones de Jesucristo (Col. 1.24). Es decir, no debe haber una comodidad extraordinaria por ser pastores. Pastores con estacionamiento especial, mejor que la de los otros; sillas más cómodas que la que otros pueden tener; exigencia menos severa que la que se impone a otros (llegando a tiempo, fidelidad a las predicaciones, comportamiento de sus hijos y esposa). En todas cosas el ministro debe ser ejemplo de la grey y siervo de la grey. El ministro sólo debe ser primero en el servicio y en el padecimiento; porque lo que es más de esto, de mal procede.

Jesús, el príncipe de los pastores, enseñó que la iglesia es la preciosa perla la cual él estuvo dispuesto a comprar a precio de su propia vida (Mat 13.46); pero los pastores actuales consideran que la iglesia es su empresa personal, la cual existe para proveerles posición y autoridad. ¡Ay de ustedes que así la consideran! Jesús amó la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, y ahora la ha confiando en mano de nosotros los ministros, para que nosotros cumplamos lo que falta de sus aflicciones por ella. Por lo tanto, debemos amar la iglesia más que a nosotros mismos; debemos procurar el bienestar de la iglesia antes que la de nosotros mismos.

Jesús estuvo categóricamente en contra de una jerarquía, y específicamente en contra de una jerarquía privilegiada y pícara la cual usaba las obras del ministerio como excusa para comer las casas de las viudas. Él reprendió a los que usaban su posición y autoridad por su propio provecho, y también ejemplificó la bienaventuranza de resistir esa tentación cuando fue tentado en el desierto por Satanás. Los ministros de hoy sólo buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo (Fil. 2.21). Perciben a la iglesia de la manera que vendedores perciben a sus clientes: Como signos de pesos; como billetes andando. Piensan que la iglesia es su cuenta bancaria personal y que sólo existe para suplir sus antojos y facilitar sus vidas. Han despreciado la corona incorruptible de gloria (1 Ped. 5.4) y menospreciado la heredad con los santificados (Hec. 20.32), codiciando la plata, el oro, y el vestido de todos (Hec. 20.33).

Unidad

La unidad es más importante que cualquier ministro. En esto también se semejan los ministros de hoy a políticos. Piensan que la iglesia es su banda y que cuando no están de acuerdo con otro, simplemente dividen la iglesia y cada cual toma sus feligreses y se va. Así no debe ser. Hay razones legítimas por la cual se divide una iglesia (pecado y doctrina falsa), pero incompatibilidad no es una de ellas. La unidad de la iglesia es de gran importancia para con Dios y no debe ser disuelto ligeramente, y menos cuando el problema está localizado solamente entre algunos ministros. Pablo se puso a él y a Apolos como ejemplo de esto mismo (1 Cor. 4.6), diciendo: "¿Qué es Pablo? ¿y qué es Apolos?" Los ministros no somos más que instrumentos para lograr un propósito; el propósito es lo que importa—y el propósito es que todos seamos una cosa (Jn. 17.21). Por esta razón los ministros debemos ser solícitos a guardar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz (Efe. 4.3). Se sabe que no todos podremos ministrar juntos, pero no podemos permitir que nuestras "incompatibilidades" lleguen a contaminar ni disolver la unidad de la iglesia.

El Ministerio Común

El ministerio es más importante que cualquier ministro. Usando otra vez la analogía de un político: El oficio que ocupa el político es más importante que el político, porque cuando el político ya no es, el oficio sigue—cuánto más el ministerio. La mayor parte de los ministros actuales probablemente no entienden esto. Ellos no saben distinguir entre el ministerio y el ministro, ni tampoco entre el ministerio y su ministerio. Pero, si hay una diferencia y esta diferencia es el meollo del asunto. El ministro es la persona, el ministerio es el oficio. El ministro es temporal, local, e individual. El ministerio es perdurable, universal, y colectivo.

El ministerio trasciende tiempo, lugar, y personas. Aunque todos somos ministros y todos tenemos ministerios particulares, todos somos unidos por el ministerio común y todos somos responsables a ello. La manera que cada uno ejercemos nuestro ministerio particular será un honor o una detracción al ministerio colectivo—el ministerio nuestro. Ninguno de ustedes vive para sí y ninguno muere para sí, todo lo que hacen y dicen tiene un efecto sobre todos los demás. El ministerio nuestro es honrado por el sacrificio, servicio, y excelencia de los ministros del pasado como George Whitefield, Charles Wesley, C. H. Spurgeon, y muchos otros, aun ministros algo desconocidos como los Moravianos. El ministerio nuestro también sufre por el pecado, egoísmo, y mediocridad de muchos ministros egoístas como Jimmy Swaggart, Jim Baker, y también muchos otros ministros desconocidos pero con semejante infamia entre nuestros parientes y vecinos, los cuales nos echan en cara sus maldades para vituperar nuestro ministerio. No importa si son de este país o del otro lado del mundo, somos manchados por sus pecados y nuestro ministerio es vituperado. Por esto sí es mi lugar exhortar a cada uno de ustedes a no dar a nadie ningún escándalo, porque no solamente se perjudican a sí mismos y su propio ministerio particular; también vituperan el ministerio común de cada uno de nosotros.

Cada epístola de Pablo tiene un tema mayor y único. Por ejemplo, el tema de Efesios es la incorporación de los Gentiles a la república de Israel; el tema de Filipenses es la unanimidad de la Iglesia; el tema de Primera a los Corintios es la iglesia del Nuevo Testamento; y el tema de Segunda a los Corintios es el ministerio del Nuevo Testamento. Él tocó muchas diferentes necesidades, problemas, aspectos, y soluciones del ministerio del Nuevo Testamento. (A través de los siguientes meses yo voy a publicar una serie de artículos sobre algunos de estos puntos.) Pero, el punto central de todos estos es la importancia del mismo ministerio: La importancia del ministerio con relación al mundo, con relación a la iglesia, con relación a la obra, con relación a Dios, y con relación al mismo ministro. Pablo enseña que el ministro debe apreciar el ministerio del cual ha sido hecho partícipe. Si el ministro no aprecie el ministerio, tampoco será esforzado en no vituperarlo. Uno de los pasajes que expresan esto más fuertemente es capítulo cinco, versículos 18 al 20.

18 Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió á sí por Cristo; y nos dió el ministerio de la reconciliación.

19 Porque ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo á sí, no imputándole sus pecados, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

2 Corintios 5

En estos tres versículos Pablo declara tres perspectivas que deben obligarnos a entender la importancia del ministerio e impulsarnos a ser obreros dignos que no tienen de qué avergonzarse (2 Tim. 2.15), no dando a nadie ningún escándalo para que el ministerio nuestro no sea vituperado.

El Privilegio del Ministerio

La primera perspectiva es el privilegio del ministerio. Cada ministro de Dios salió del mismo cepo de pecado que todos los demás y no es más limpio que cualquier otro Cristiano, sin embargo a algunos Dios "nos dio el ministerio". Éramos mendigos y ahora somos embajadores; no lo merecemos. Esto es un gran privilegio, y no debemos olvidarlo nunca. Algunos de ustedes actúan como si le hacen un favor a Dios al ministrar por él, como si él fuera necesitado de alguno. Ignoran que de piedras Dios todavía puede levantar voces, siervos, e hijos de Abraham. ¡Qué ingratos son! Habiendo sido hallados cubiertos en las sangres de sus pecados fueron limpiados por Su gracia y misericordia, vestidos del manto de Su justicia, y ahora conferidos con la autoridad del ministerio y todo esto por Su pura bondad y nada de vosotros. Pero ahora actúan como sí ustedes aportan algo personal e indispensable a ministerio. ¡Qué necios sois! Me maravillo de que tan pronto se han olvidado de su indignidad y debilidad.

El ministerio es un gran privilegio el cual ninguno de nosotros merece. Cada uno de nosotros debe confesar nuestra indignidad y nuestra gratitud constantemente ante el Señor que nos ha llamado, igual cómo lo hizo Pablo (Efe. 3.8,9). Pablo había recibido un ministerio que en realidad no era muy codiciado. Cuando él confrontó a los demás apóstoles en Jerusalem sobre la cuestión de los Gentiles y testificó tener el encargo del evangelio de la incircuncisión, prestamente le dieron la mano derecha para sellar el trato. Pues, ninguno de ellos en verdad anhelaba ministrar a los Gentiles. Aunque este ministerio era el menos deseable, Pablo lo aceptó con gratitud, y se sintió privilegiado por tenerlo. No porque apreciaba los Gentiles más que los Judíos, sino porque es un gran honor ser siervo y ministro de Dios sin importar cual sea el ministerio que se nos encarga.

Los ministros de hoy carecen gravemente de este parecer. Son como los hijos de Israel que llegaron a despreciar el mismo pan del cielo. Al inicio estaban muy emocionados, pero fue conforme al proverbio, "la familiaridad engendra el desprecio." Ustedes ministros han recibido el privilegio de ser ministros del Dios verdadero; Él ruega por medio vuestro. Él les habla para que ustedes en turno hablen a su pueblo—que en sí también es un privilegio, pues es un pueblo compuesto de puros reyes y sacerdotes. Pero ustedes lo desprecian y en vez de hacer las cosas con ánimo y excelencia, como al Señor, lo hacen al "ahí se va." Deben agachar sus cabezas en vergüenza. Sin importar que parte del muro te toca edificar, tú debes tener la misma convicción que Nehemías: "Yo hago una grande obra." El ministerio es la obra más importante en este mundo. Ángeles desearían tener el privilegio que tú tienes, pero no les es permitido. Ellos sólo son permitidos dirigir los Pablos y los Cornelios de este mundo a los Ananás y a los Pedros (ministros reluctantes que por una razón u otra, una excusa u otra, no captan que han recibido el privilegio más grande de la creación—el ser ministros de Dios). Debemos dar gracias a Dios siempre y continuamente de que somos ministros del nuevo pacto. ¿Qué más podemos necesitar? ¡Qué más podemos anhelar!

La Confianza del Ministerio

La segunda perspectiva es la confianza del ministerio. No sólo "nos dio el ministerio", sino "puso en nosotros" la palabra de la reconciliación. Aunque el deseo de Dios es que todos los hombres sean salvos y que vengan al conocimiento de la verdad, Dios ha confiado ese deseo a nosotros, sus ministros. Si nosotros nos callamos los hombres no oirán. Dios no usará rutas alternas. Si nosotros somos indispuestos o incapaces los pecadores perecerán. A la mejor no te gusta pensarlo así, pero esa es la realidad. Romanos capítulo diez lo enseña claramente: "¿Cómo oirán sin haber quien les predique?" El mundo está dependiendo de ustedes y Dios está confiando en ustedes. No pueden seguir pretendiendo que el ministerio es un pasatiempo personal que puede ser ejercitado como y cuando quieres. ¿Cómo es posible que tomen tan ligeramente una confianza tan grande? Si un tío les confiara su coche nuevo, lo tomarían en serio. Si un presidente les confiara un puesto de gobierno, lo tomarían en serio. Si un vecino les confiara su hijo, lo tomarían en serio. Pero, cuando el Dios Todopoderoso pone bajo su poder y cuidado el ministerio y la palabra de la reconciliación, lo minimizan... peor aún, lo menosprecian. ¿Qué les pasa?

Debemos procurar ser dignos de la vocación con que somos llamados (Efe. 4.1). Si por ninguna otra razón, por el simple hecho que Dios nos ha tenido confianza. Esta confianza nos debe motivar a ser desinteresados e imparciales, entregados y industriosos, fieles y tenaces. De otro modo ya hemos defraudado al que nos confió esta gran obra. Uno murió para que los que ahora viven ya no vivan para sí, mas para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Cor. 5.14,15). Tenemos vida porque Jesús padeció muerte, respiramos porque Jesús expiró, ministramos porque su ministerio fue cortado y su generación ¿quién la contará? Ahora el éxito de su ministerio acortado reposa sobre nosotros, sus ministros. Por esto nos toca a nosotros cumplir en nosotros mismos lo que falta de sus aflicciones. Nos ha sido confiado a nosotros continuar su ministerio. Cada uno de ustedes decide agregarse como un eslabón vivo a la cadena del ministerio de Jesús o decide ser el eslabón roto que debilita y acorta la cadena.

Cada noche debemos preguntarnos si ese día fuimos para honra o para deshonra para aquel que nos confió el ministerio. Cada mañana demos proponer limpiarnos de toda infidelidad para ser decorosos siervos de Dios. Ustedes que no son dignos de la confianza que Dios les ha depositado dan razón a las acusaciones del adversario y vituperan nuestro ministerio.

La Responsabilidad del Ministerio

La tercera perspectiva es la responsabilidad del ministerio. Pablo da el "tiro de gracia" al espíritu de complacencia e interés que predomina entre muchos de ustedes declarando que "somos embajadores" de Dios. No somos unos peones que solamente tenemos que "ser fieles a la letra" de nuestro encargo. Esto es uno de los grandes problemas con muchos de ustedes; piensan que si hacen lo que se les pide están cumpliendo. Pero Jesús mismo desmintió esta idea. Él enseñó que sólo hacer lo que se le pide a uno es el trabajo razonable de un siervo (Luc. 17.7_10). (Aun así el siervo que sólo hace lo que se le pide es un siervo inútil). Pero, nosotros no somos siervos en el ministerio, somos embajadores—somos agentes autorizados por Dios; hablamos en persona de Cristo (2 Cor. 2.10). Por esto Pablo enseña que él hacia más de lo que se le pedía, para ser participante del evangelio y para tener premio (1 Cor. 9). Él distribuyó este esfuerzo en tres determinaciones: Uno, tomar iniciativa propia (vs. 16, 17); dos, rehusar provecho propio (v. 18); y tres, ignorar preferencia propia (vs. 19_22).

Estos tres son la diferencia entre ministros responsables y ministros como muchos de ustedes: Irresponsables. Es la misma diferencia entre un empleado y el dueño del negocio. El empleado está satisfecho con terminar su turno e ir a la casa. Saliendo del trabajo él no piensa otra vez en la empresa hasta regresar en la mañana... y algunos ni eso. Al contrario, el dueño nunca deja de pensar en la empresa. La empresa es su vida, su pasión. Siempre está buscando la manera de mejorar el producto, actualizar la producción, aumentar las ganancias. El empleado sólo busca ganar más y trabajar menos. Así son muchos de ustedes; tienen una mentalidad de empleados. Creen que el ministerio es una "chamba" y ustedes son los chalanes de Dios. Sólo buscan hacer lo suficiente para obtener su ofrenda sin sentirse demasiado aprovechados.

Tu ministerio no es tu trabajo, tu ministerio es tu empresa. Si tu no te inviertes en ella, se irá a la bancarrota. Dios no "contratará" a nadie más para suplir lo que tú no quieres hacer. Al aceptar el ministerio, aceptaste la responsabilidad de mayordomo. Lo que tú haces con tu talento es tu responsabilidad (Mat. 24.14_30). El Señor no te dirá nada hasta que ya sea demasiado tarde para corregir. Un día Él va a regresar a pedir cuentas de qué hiciste con la responsabilidad que te dio. Muchos de ustedes en ese día sólo podrán decir que conservaron su ministerio, mas no la trabajaron. No tendrán nada de "ganancia" para presentar al Señor. Su epitafio será, "Vivió, se conformó, y murió." ¡Qué patéticos! No hay galardón por esto. Muchos a la verdad "ministran", pero no todos se llevan el premio, ministren de tal manera que la obtengáis (1 Cor. 9.24). Nosotros hemos sido encargados con una gran responsabilidad, y entre tanto que viene el Señor debemos negociar (Luc. 19.13).

Entiéndalo: Ustedes son mayordomos de sus ministerios. Dejen de huir y esconder de la responsabilidad; salúdala y abrázala. Aduéñense del ministerio. Hagan el ministerio su pasión y su vida. Esfuércense en ser ministros excelentes—verdaderos mayordomos dignos que no tendrán de que avergonzarse ni excusarse en el día de juicio. El ministerio no es un pasatiempo de domingo y miércoles; el ministerio es nuestra vida, es nuestra honra, es nuestra responsabilidad.

La importancia del ministerio debería ser obvia, sin necesidad de recalcar; pero tristemente no es así. Muchos de ustedes son políticos y no ministros; lo único que les importa es sí mismos. El ministerio sufre, la unidad sufre, la iglesia sufre... los únicos que no sufren son ustedes. Hacen lo que quieren sin importar a quién dañan, qué perjudican, o qué es vituperado. Piensan que ustedes mismos y sus planes, gustos, placeres, y comodidades son lo que importan. ¡Qué errados son! Un día van a entender que ustedes eran la parte menos importante de la ecuación del ministerio. Un día sabrán que la iglesia importa más, la unidad importa más, el ministerio común importa más; yo sólo espero que ese día no sea demasiado tarde. Yo espero que lo entiendan hoy. Yo espero que hoy capten la importancia y trascendencia del ministerio que han recibido, antes que escandalizan a demasiados y el ministerio nuestro es vituperado.