La Epístola
Apartado 432
Administración 1
Morelia, Mich. CP 58001
#63 Noviembre, 1999
Impreso en México
Noticias
León: No habrá reunión de predicadores en León en diciembre. La próxima será febrero 20, 2000, si Dios quiere.
Morelia: Tenemos planeado una mini-conferencia de exhortación desde noviembre 11 hasta domingo noviembre 14. Se llevará a cabo en el Bosque Cuauhtémoc, y el evangelista Alberto Sotelo predicará los cuatro mensajes. Cada noche de jueves a sábado se empezará a las 7:00 PM, y el domingo a las 10:00 AM. En otras noticias: bautizamos a 3 adultos el domingo, 24 de octubre.
León: Están evangelizando a muchos pueblos alrededor, y en algunos han visto fruto. Sin embargo, los hombres que han molestado las predicaciones en el centro de León, ahora también están molestando en estas otras ciudades.
Parque Hidalgo: Las autoridades han erigido rejas sobre todas las banquetas donde antes se sentaban los hermanos, y ahora es imposible reunirse donde antes solían. Sin embargo, se han cambiado a un costado de la concha acústica, y por mientras están manejando sus reuniones así, aunque no tan cómodamente como antes.
San Juan Bosco: El templo a una cuadra del parque donde se congregan ahora está subiendo el volumen de sus bocinas durante sus reuniones, e impide mucho la reunión.
Aguascalientes: Ya están juntando ofrendas para enviar de una vez a Esteban Rosales y su esposa Érica como evangelistas a Zacatecas.
Guadalajara: Han habido molestias en la reunión, causadas por hombres que se ponen en medio y gritan. No saben cómo responder. Como Ramiro García y su familia se cambiará a Zacatecas ahora habrán menos evangelistas en Guadalajara.
Irapuato: Han habido muchos problemas en la iglesia, pero el domingo, 31 de octubre bautizaron a dos adultos (una pareja).
2000: Varios me han preguntado cuales cosas estoy juntando para prepararme por posibles problemas con el cambio del año. La verdad es que hay poco que hacer, pero unas cosas pueden ser urgentes en una crisis. Y si nada sucede al cambio del año, no habré desperdiciado mucho. Lo siguiente es mi lista personal:
Agua: agua potable en garrafones, y para los que no tienen aljibe, almacenar agua de la llave en la pila, o en tambores.
Comida: comida en lata para 15 días, sal, aceite vegetal, arroz, frijol, azúcar, cubos de caldo (consumado de res, pollo, etc.), y para los que tienen niños pequeños - leche reconstituida (Alpura).
Medicinas de urgencia: antibióticos (penicilina, eritromicina, tetraciclina), aspirina, acetaminofina, agua oxigenada, alcohol, y para los que tienen niños pequeños, Tempra, óvulos de glicerina (para calentura en infantes), y anti-diarrea (Pepto-Bismol).
Combustibles: LP (llenar todos los tanques), pilas, gasolina extra (si tienes carro).
Domésticos: Velas, cerillos, jabón, papel higiénico.
Sobre Regeneración
George Whitefield
[George Whitefield (1714-1770) era el predicador mas famoso de su día, y uno de los protagonistas del gran despertamiento de Inglaterra. Hay algunas cosas que debes considerar cuando lees los mensajes de Whitefield, y otros predicadores de la Inglaterra de aquel entonces. Primero, notarás que Whitefield siempre refiere a la ortodoxia de la mayoría de sus oyentes. Rara vez les reprende por errores de doctrina. Esto es porque en el Reino Unido Británico, al contrario que en la mayor parte del mundo, la sana doctrina había dominado por medio de movimientos políticos, desde que el innoble Enrique VIII independizó la iglesia Anglicana de Roma por querer divorciarse, y se alineó con los Luteranos alemanes políticamente. La sana doctrina llegó a ser políticamente correcta por lo menos en cuanto a la justificación por gracia, y la autoridad única de la Biblia, por ser doctrinas de Lutero y Calvino. Así que, vemos que sana doctrina antecedía al gran despertamiento. Es una evidencia por la cual insistimos en predicar la sana doctrina aún en la calle, y así "doctrinar a los gentiles," por tender una mesa sobre el cual podemos ofrecer el evangelio.
Sin embargo, la sana doctrina no era suficiente para salvar, y a pesar de ella, la casi totalidad de la nación era perdida todavía. Por eso la segunda cosa notable acerca de la predicación de Whitefield es su insistencia sobre el nacimiento nuevo y la "santificación" correspondiente. Aunque la mayoría de Ingleses creían superficialmente, pocos vivían vidas santas. Por supuesto todos los verdaderos creyentes aún en sus días habían nacido de nuevo, pero aún entre ellos pocos entendían la doctrina. Whitefield, junto con los hermanos Wesley, era ya conocido en la universidad de Oxford como Metodista, un grupo que practicaba un régimen estricto de lectura, oración y ayuno. Sin embargo, su propio testimonio nos dice que tuvo una experiencia espiritual que cambió su vida (1735?). Desde entonces él predicaba una operación espiritual que traía santidad a la vida, la regeneración del Espíritu Santo. Había quienes enseñaban la regeneración antes (aun en Inglaterra, el siglo anterior, John Bunyan), sin embargo el nacimiento nuevo resultando en una santidad práctica dominaba la mente de Whitefield, y por su predicación cautivó a un gran número de su generación. Los Wesleys también "nacieron de nuevo" y entre ellos y Whitefield esta doctrina se esparció como nunca antes sobre todo el Reino Unido.
Una tercera curiosidad tocante a Whitefield es su constante referencia a los "medios de gracia." Siendo un Anglicano, creía que los "sacramentos" bíblicos (bautismo y la cena del Señor) eran ceremonias que otorgaban gracia a los observantes, como creen hasta hoy los Católicos Romanos. Otros grupos de cristianos (mayormente los Bautistas) negaban la eficacia de los "medios," insistiendo que eran solamente símbolos. La predicación de Whitefield parecía contradictoria muchas veces, pues defendía los sacramentos en un momento, y en el próximo momento insistía que no eran nada. No creo que nunca se dio cuenta de esta confusión. No obstante las curiosidades de Whitefield, sin duda era un predicador efectivo e instrumental en forjar el cristianismo moderno.]
2 Cor. 5.17, "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es."
La doctrina de regeneración, o nacimiento nuevo en Cristo Jesús, aunque una de las doctrinas mas fundamentales de nuestra religión santa; aunque tan claramente y frecuentemente insistida sobre nosotros en la santa escritura, "para que corra el que leyere;" mas bien, aunque es el mismo perno en el cual pivotea la salvación de cada uno de nosotros, y un punto sobre el cual todos los cristianos sinceros, de toda denominación, concuerdan; sin embargo es tan raramente considerada, y tan poco comprendida experimentalmente por la generalidad de profesantes, que si juzgásemos la verdad de ella, por la experiencia de la mayoría de los que se llaman cristianos, probablemente imaginaríamos que "ni aun habían oído" si hay tal cosa como regeneración o no. Es cierto, la mayor parte de hombres son ortodoxos en los artículos comunes de su credo; creen "que hay un Dios, y un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre;" y que no hay otro nombre dado debajo del cielo en que pueden ser salvos, sino el suyo: Pero entonces diles, que tienen que ser regenerado, tienen que nacer otra vez, tienen que ser renovados en el mismo espíritu, en las facultades mas íntimas de sus mentes, antes que puedan verdaderamente llamar a Cristo, "Señor, Señor," o tener evidencia que tienen parte en los méritos de su sangre preciosa; y están listos a clamar con Nicodemo, "¿Cómo puede esto hacerse?" O con los Atenienses, en otra ocasión, "¿Qué quiere decir este zumbador? Parece que es predicador de nuevas doctrinas;" porque les predicamos a Cristo, y el nacimiento nuevo. Así que, para que yo contribuya mi "blanca" para remediar el error fatal de tales personas, quienes así apartarían lo que Dios inseparablemente ha juntado, y vanamente piensan que son justificados por Cristo, o tienen sus pecados perdonados, y su perfecta obediencia imputada a ellos, cuando no son santificados, ni tienen sus naturalezas cambiadas, y hechas santas, les rogaré licencia de amplificar las palabras del texto en la siguiente manera:
PRIMERO, Intentaré explicar lo que significa estar en Cristo: "Si alguno está en Cristo."
En SEGUNDO lugar, Lo que debemos entender por ser nueva criatura: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es."
En TERCER lugar, Presentaré algunos argumentos para confirmar la afirmación del apóstol. Y
En CUARTO lugar, extraeré algunas inferencias de lo que se pudo entregar, y entonces concluiré con una palabra o dos de exhortación.
En PRIMER lugar, Me toca intentar de explicar lo que significa esta expresión en el texto, "Si alguno está en Cristo." Ahora hay dos maneras en que se puede decir de una persona que está en Cristo.
Primero, Solamente por una profesión exterior. Y en este sentido, cada uno que se llama cristiano, o es bautizado en la iglesia de Cristo, se puede decir que está en Cristo. Pero que esto no es el único significado de la frase del apóstol en cuestión, es evidente, porque pues, cada uno que nombra el nombre de Cristo, o es bautizado en su iglesia visible, sería una nueva criatura. Lo cual es notoriamente falso, siendo demasiado claro, mas allá de toda contradicción, que comparablemente tan pocos de aquellos que son "nacidos de agua," son también "nacidos del Espíritu;" para usar otra expresión espiritual, muchos son bautizados con agua, cuales nunca fueron bautizados con el Espíritu Santo. Estar en Cristo, entonces, en el sentido completo de la palabra, ciertamente tiene que significar algo mas que una simple profesión exterior, o ser llamado por su nombre. Pues, como nos dice este mismo apóstol, "no todos los que son de Israel son Israelitas," entonces aplicado al cristianismo, no todos son verdaderos cristianos que son así en nombre. No, esto es tan lejos de ser el caso, que nuestro mismo bendito Señor nos informa, que muchos que han profetizado o predicado en su nombre, y en su nombre lanzado demonios, y hecho muchas obras maravillosas, serán sin embargo despedidos en el postrer día, con "apartaos de mí, no os conozco, obradores de maldad." Resta pues, que esta expresión, "si alguno está en Cristo," debe ser entendida en un
Segundo y mas cercano significado, estar en él así para participar de los beneficios de sus sufrimientos. Estar en él no solo por una profesión exterior, sino por un cambio interior y pureza de corazón, y cohabitación de su Espíritu Santo. Estar en él, así para ser místicamente unido con él por una fe verdadera y viva, y así recibir virtud espiritual de él, como miembros del cuerpo natural reciben de la cabeza, o pámpanos de la vid. Estar en él de tal manera como el apóstol, hablando de sí mismo, nos entera que conocía una persona estar, "conozco á un hombre en Cristo," un verdadero cristiano; o, como él mismo desea estar en Cristo, cuando apetece, en su epístola a los Filipenses, que sea hallado en él. Este es sin duda el sentido debido de la expresión del apóstol en las palabras del texto; de manera que lo que dice en su epístola a los Romanos tocante a circuncisión, puede ser aplicado al tema presente; que no es un verdadero cristiano que solamente lo es en manifiesto, ni es el verdadero bautismo, que es solamente manifiesto en la carne. Pero aquel es un verdadero cristiano, que lo es en lo interior, cuyo bautismo es lo del corazón, en el espíritu, y no simplemente en el agua, la alabanza del cual no es de hombre sino de Dios. O, como habla en otro lugar, "Ni la circuncisión ni la incircuncisión vale nada (en sí mismo) sino la nueva criatura." Lo cual viene siendo lo que aquí declara en el versículo ahora bajo consideración, que si alguno está verdaderamente y debidamente en Cristo, nueva criatura es. Lo cual me conduce a mostrar,
En SEGUNDO lugar, Lo que debemos entender por ser nueva criatura. Y aquí es evidente a primera vista, que esta expresión no debe ser así explicado como si se requiriera suceder un cambio físico en nosotros; o como que tuviéramos que ser reducidos a nuestra inexistencia primitiva, y luego creados y formados otra vez. Pues, suponiendo, como Nicodemo imaginó ignorantemente, que entrásemos "otra vez en el vientre de nuestras madres, y nacer," ¡ay! ¿qué contribuiría eso para rendirnos nuevas criaturas espiritualmente? Siendo que "lo que fue nacido de la carne sería todavía carne;" seríamos las mismas personas carnales de siempre, siendo derivados de padres carnales, y de consiguiente recibiendo de ellos las simientes de toda suerte de pecado y corrupción. No, significa solamente, que tenemos que ser tan alterados en cuanto a las cualidades y temperamentos de nuestras mentes, que hemos de olvidar completamente qué clase de personas éramos una vez. Como se puede decir de una pieza de oro, que una vez estaba en la mena, después que se haya limpiado, purificado y pulido, que es una nueva pieza de oro; como se puede decir de un vidrio brillante que se ha encubierto de suciedad, cuando es frotado, y así llega a ser transparente y claro, que es un vidrio nuevo: O, como se pudiera decir de Naaman, cuando se recuperó de su lepra, y su carne se volvió como la carne de un niño, que era un hombre nuevo; así nuestras almas, aunque todavía las mismas en cuanto a la ofensa, sin embargo son de tal manera purgadas, purificadas y lavadas de su natural escoria, suciedad y lepra, por las influencias benditas del Espíritu Santo, que se puede decir debidamente que son hechas nuevas.
Cómo se hace este glorioso cambio en el alma, no puede fácilmente ser explicado: Porque nadie conoce los caminos del Espíritu sino el mismo Espíritu de Dios. No que esto debe ser algún argumento en contra de esta doctrina; pues, como nuestro Señor bendito observó a Nicodemo, cuando se profería de este tema, "El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni á dónde vaya;" y si nos hablan de cosas naturales, y no las entendemos, ¿cuánto menos debemos maravillar, si no podemos inmediatamente darles cuenta de las obras invisibles del Espíritu Santo? La verdad del asunto es esta: la doctrina de nuestra regeneración, o nuevo nacimiento en Cristo Jesús, es difícil de entender para el hombre natural. Pero en realidad hay tal cosa, y que cada uno de nosotros tenemos que ser nacido otra vez espiritualmente, yo intentaré mostrar bajo mi
TERCERA cabecera general, en la cual me tocaba producir algunos argumentos para confirmar la afirmación del apóstol. Y aquí uno pensaría que sería suficiente afirmar,
Primero, Que Dios mismo, en su santa palabra, nos lo ha dicho. Muchos textos pueden ser producidos del Antiguo Testamento para demostrar este punto, y de cierto, uno se extrañaría de cómo Nicodemo, que era un maestro en Israel, y quien por eso tenía que instruir el pueblo en el significado espiritual de la ley, fuera tan ignorante de este artículo grande, como encontramos que realmente era, por haber preguntado a nuestro Señor bendito, mientras le interrogaba sobre este tema, ¿Cómo puede esto hacerse? Seguramente, no podía olvidar qué tan frecuentemente el Salmista había rogado de Dios, que le hiciera "un corazón nuevo," y "renovara un espíritu nuevo dentro de él;" y asimismo, qué tan frecuentemente los profetas habían aconsejado al pueblo de hacerse "corazones nuevos," y mentes nuevas, y así volver a Jehová su Dios. Pero sin mencionar estos y tales textos semejantes del Antiguo Testamento, esta doctrina es tantas veces y claramente repetida en el Nuevo, que, como observé antes, pueda correr el que leyere. Pues ¿qué dice el mismo gran Profeta e Instructor del mundo? "el que (cada uno que es naturalmente linaje de Adam) no renaciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios."{*} Y por si estuviéramos inclinados a desestimar esta afirmación, y semejante a Nicodemo, rechazar la doctrina, porque no podemos inmediatamente explicar "cómo puede esto hacerse;" nuestro Maestro bendito por tanto lo afirma, en algún sentido, con juramento, "De cierto, de cierto, te digo," o, como puede leerse, Yo, el Amén, Yo que soy la misma verdad, te digo, que es la ordenación de mi Padre celestial, que "a menos que uno naciere otra vez, no puede entrar en el reino de Dios."
{*
Aquí Whitefield cita mal la Biblia, "renaciere de agua" en vez de "naciere de agua." Este error es común entre predicadores protestantes antiguos, que creían en el bautismo de los niños. Aún en la antigua Biblia de Reina y la de Valera traducen el texto así. Se corrigió ese texto en la revisión de 1862, la primera Biblia de norma en español, que ahora tenemos preservada en la versión 1909.}De acuerdo con esto, hay aquellos abundantes pasajes que encontramos en las epístolas, donde se nos manda ser "renovados en el Espíritu," o, lo que antes se explicó, en las facultades mas íntimas de nuestras mentes; de "dejar el Viejo Hombre, que está viciado; y vestir el Nuevo Hombre que conforme á Dios es criado en justicia y en santidad de verdad;" que "las cosas viejas tienen que pasar, todas tienen que ser hechas nuevas;" que hemos de ser "salvos por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo." O que, me parece, si no hubiera otro pasaje que presentar fuera de las palabras del texto, sería suficiente, siendo que el apóstol en ello afirma positivamente, que "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es."
Ahora, ¿qué se puede entender de todos estos diferentes términos de ser nacidos otra vez, o de despojarse del Viejo Hombre, y revestirse del Nuevo, de ser renovados en el espíritu de nuestras mentes, y ser hechos nuevas criaturas; sino que cristianismo requiere un completo, verdadero, e interno cambio de corazón? ¿Pensamos que estas y semejantes expresiones, son simples metáforas, palabras de sonido solamente, sin ningún significado sólido y verdadero? A la verdad, es de temerse, algunos las interpretarían así; pero ¡ay! ¡infelices! No han de ser envidiados en su interpretación metafórica: será bueno, si no se interpretan a sí mismos fuera de su salvación.
Multitudes de otros textos se pueden producir para confirmar esta misma verdad; pero aquellos ya citados son tan sencillos y persuasivos, que uno imaginaría que nadie lo negaría; si no nos hubieran dicho, que hay algunos que, "teniendo ojos no ven, y teniendo oídos no oyen, y que no entenderán con sus corazones, ni oirán con sus oídos, porque no se conviertan, y Cristo les sanara." Pero procedo a un
Segundo argumento; y esto será tomado de la pureza de Dios, y la presente condición corrupta y contaminada del hombre.
Dios se describe en la santa escritura (y hablo con los que se dicen conocer la escritura) como un Espíritu; como un ser de tal infinita santidad, hasta ser "muy limpio de ojos para ver la iniquidad;" hasta ser tan eternamente santo, que se dice "ni los mismos cielos son limpios en sus ojos; y nota necedad en los mismos ángeles." Al contrario, el hombre se describe (y toda persona regenerada lo confirma por su propia experiencia) como una criatura enteramente "concebido y nacido en pecado;" como no teniendo "ningún bien morando en él;" como siendo "carnal, vendido a sujeción de pecado;" es mas, como teniendo "una mente en enemistad con Dios," y cosas semejantes. Y siendo que hay tal disparidad infinita, ¿puede alguno concebir cómo un sucio, corrupto, contaminado infeliz pueda morar con un Dios santo, e infinitamente puro, antes de ser cambiado, y convertido, en alguna medida, como él? ¿Puede aquél, que es de muy limpios ojos para ver la iniquidad, morar con ella? ¿Puede él, en cuya vista los cielos no son limpios, deleitarse en morar con inmundicia misma? No, mas pudiéramos suponer luz tener comunión con tinieblas, o Cristo tener concuerdo con Belial. Pero paso a un
Tercer argumento, que será basado sobre la consideración de la naturaleza de aquella felicidad que Dios ha preparado para los que le aman sinceramente.
Abarcar en serio en una detallada y particular descripción del cielo, sería vano y presumido, siendo que se nos ha dicho que "ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre para concebir, las cosas que ha preparado" para los seguidores sinceros del santo Jesús, aun en esta vida, mucho menos en la que es por venir. Sin embargo, osaríamos afirmar esto en general, que como Dios es Espíritu, así la felicidad que ha guardado para su pueblo es también espiritual; y de consiguiente, a menos que nuestras mentes carnales son cambiadas, y espiritualizadas, nunca podemos ser hechos aptos para participar de aquella herencia con los santos en luz.
Es cierto, podemos ilusionarnos, suponiendo que continuemos en nuestra condición natural corrupta, y llevamos todas nuestras lujurias con nosotros, que aun así pudiéramos disfrutar el cielo, si Dios nos admitiera a ello. Y así podríamos, si fuera un paraíso mahometano, en el cual tomaríamos nuestro turno completo en deleites sensuales. Pero como sus júbilos son solamente espirituales, y ninguna cosa inmunda puede entrar en esas moradas benditas, hay una necesidad absoluta de que seamos cambiados, y que experimentemos una renovación total de nuestras naturalezas depravadas, antes que podemos tan solo gustar o disfrutar aquellos placeres celestiales.
Es, sin duda, por esta razón, que el apóstol lo declara ser el decreto irrevocable del Todopoderoso, que "sin santidad, (sin ser purificado por regeneración, y teniendo la imagen de Dios así resellada en el alma) nadie verá al Señor." Y es muy observable, que nuestro Maestro divino, en el pasaje famoso antes referido, tocante a la necesidad absoluta de regeneración, no dice, el que no naciere otra vez, no entrará, sino "el que no naciere otra vez, no puede entrar en el reino de Dios." Es fundado en la misma naturaleza de cosas, que sin que tuviéramos disposiciones hechas en nosotros adecuadas a los objetos que nos han de entretener, no podemos tomar contentamiento ni satisfacción en ellos. Por ejemplo; ¿cuál deleite puede la música mas sonora proveer a un sordo, o cuál placer puede la mas excelente pintura dar a un ciego? ¿Puede el paladar desabrido disfrutar las golosinas mas ricas, o un puerco sucio complacerse con el mas fino jardín de flores? No: ¿y cual razón se puede asignar a ello? Una respuesta se apareja; porque no tiene ninguno de ellos los temperamentos de la mente correspondientes o adecuados a aquello con que han de ser divertidos. Y así es con el alma después; porque la muerte no altera el alma mas, que ensanchar sus facultades, y hacerla capaz de recibir impresiones mas profundas o de placer o dolor. Si se deleitaba conversar con Dios aquí, será transportada con la visión de su majestad gloriosa después. Si estaba encantada con la comunión de los santos en la tierra, estará infinitamente mas con la comunión y sociedad de santos ángeles, y los espíritus de los justos hechos perfectos en el cielo. Pero si lo opuesto de todo esto sea verdad, podemos asegurarnos que el alma no podría ser feliz, si Dios mismo la admitiera (lo cual nunca lo hará) a las regiones de los bienaventurados. Pero es tiempo que me apresure al
Cuarto argumento, porque la redención de Cristo no será completa en nosotros, sin que seamos nuevas criaturas.
Si reflexionamos en verdad sobre el fin primero y mayor de la venida de nuestro bendito Señor, hallaremos que fue de ser una propiciación por nuestros pecados, de dar su vida en rescate por muchos. Pero entonces, si los beneficios de la muerte de nuestro amado Redentor no pasara mas allá de tan solo procurar el perdón de nuestros pecados, tendríamos tan poco motivo para regocijar en él, que un pobre criminal condenado que está al punto de perecer por alguna enfermedad mortal, tendría en recibir un perdón de su juez. Pues cristianos harían bien de considerar, que no solamente hay un impedimento legal a nuestra felicidad, por ser transgresores de la ley de Dios, sino también una impureza moral en nuestras naturalezas, que nos rinde incapaces de disfrutar el cielo (como ya se ha comprobado) hasta que algún cambio poderoso sea hecho en nosotros. Es necesario entonces, para completar la redención de Cristo, que tuviéramos una dotación del Espíritu Santo de Dios para cambiar nuestras naturalezas, y así prepararnos para el disfrute de esa felicidad que nuestro Salvador compró por su preciosa sangre. Por lo tanto las santas escrituras nos informan, que los que Cristo justifica, o cuyos pecados perdona, y a quien imputa su perfecta obediencia, aquellos también santifica, purifica y lava, y completamente cambia sus naturalezas corruptas. Como la escritura dice también en otro lugar, "Cristo nos es justificación, santificación, y luego redención." Pero,
En CUARTO lugar, Procedemos ahora a la próxima proposición, de extraer algunas inferencias de lo que se ha podido entregar, y,
Primero, Si aquel que está en Cristo es nueva criatura, esto sirve como regaño a aquellos que reposan en un escaso cumplimiento de obligaciones exteriores, sin percibir ningún verdadero cambio interior de corazón.
Podemos observar muchísimas personas ser muy puntuales en rendir regularmente la oración pública y privada, como también en recibir la comunión santa, y quizá de vez en cuando también en guardar un ayuno. Pero aquí está la desgracia, que reposan apenas en el uso de medios, y piensan que todo terminó, cuando así han cumplido con aquellas instituciones santas; mientras, si fueran bien informados, considerarían, que todos los medios de gracia instituidos, como oración, ayuno, oír y leer la palabra de Dios, recibir el sacramento bendito, y cosas semejantes, no nos son de mas servicio, que como se prestan para hacernos mejores en lo interior, y seguir la vida espiritual en el alma.
Es cierto, son medios; pero entonces son solamente medios; son una parte, no lo entero de la religión: porque si fuera así, ¿quién mas religioso que el fariseo? Ayunaba dos veces por semana, y daba diezmos de todo lo que poseía, y todavía no era justificado, como nuestro Salvador mismo nos informa, en los ojos de Dios.
Tu quizás, como el fariseo, puede ayunar a menudo, y hacer largas oraciones; tu puedes, con Herodes, escuchar buenos sermones de buena gana. Pero con todo, si tu continúas vano y trivial, inmoral o mundano, y te difieres de los demás de tus prójimos solamente por ir a la iglesia, o en cumplir con algunas observaciones exteriores, ¿eres mejor que ellos? No, en ninguna manera; tu eres de lejos mucho peor: pues si tu las usas, y a la vez las abusas, tu así animas a otros pensar que no hay nada en ellas y por eso debes contar con recibir la condenación mayor. Pero,
En Segundo lugar, Si aquel que está en Cristo es nueva criatura, entonces esto puede frenar la suposición infundada de otra clase de profesantes, quienes reposan en lograr algunas virtudes morales, e imaginan falsamente que son buenos cristianos, si son justos en sus negocios, templados en su dieta, y no hacen daño ni violencia a nadie.
Pero si esto fuera todo lo necesario para hacernos cristianos, pues ¿no pudieran los paganos antiguos ser buenos cristianos, que eran notables por estas virtudes? ¿O San Pablo antes de su conversión, quien nos dice, que conversó con toda buena conciencia? Pero encontramos que él renuncia toda confianza en obras de esta naturaleza, y solamente desea ser hallado en Cristo, y de conocer la virtud de su resurrección, o tener una prueba experimental de haber recibido el Espíritu Santo, comprado para él por la muerte, y asegurado y aplicado a él por la resurrección de Jesucristo.
El resumen del asunto es esto: Cristianismo incluye moralidad, como gracia también razón; pero si somos solamente simples Moralistas, si no somos labrados en el interior, y cambiados por las operaciones fuertes del Espíritu Santo, y [tampoco] nuestras acciones morales, proceden de un principio de una nueva naturaleza, aunque podemos llamarnos cristianos, nos hallaremos desnudos en el gran día, y entre el número de aquellos, que no tienen ni la justicia de Cristo imputada a ellos para su justificación en los ojos, ni santidad suficiente en sus almas como consecuencia de eso, a fin de hacerles aptos para el disfrute, de Dios. Ni tampoco,
En Tercer lugar, esta doctrina condenará menos a aquellos, que reposan en una mejora parcial de sí mismos, sin experimentar un cabal y verdadero, cambio interior de corazón.
Una breve familiaridad con el mundo nos provee con instancias, de no pocas personas, quienes, quizás, eran antes francamente profanas; pero viendo las consecuencias nocivas de sus vicios, y las muchas inconveniencias en el mundo a que les hayan reducido, de repente, como parece, se civilizan; y por lo tanto se ilusionan que son muy religiosos, porque difieren un poco de su ser anterior, y no son tan escandalosamente impíos como antes eran: mientras, a la vez, tienen una que otra falta favorita y secreta, alguna querida Dalila o Herodías, de la cual no se desprenderán; alguna lujuria escondida, que no mortificarán, algún hábito vicioso, que no se empeñarán en desarraigar. ¿Mas quisieras saber, ¡hombre vano! cualquiera que sea, qué pide Jehová tu Dios de ti? Te debes informar, que nada menos que una conversión entera y firme te adecuará para el reino del cielo. No es suficiente volver de profanidad a civilidad; sino tienes que volver de civilidad a piedad. No solamente algunas, sino "todas las cosas tienen que ser hechas nuevas" en tu alma. Te aprovechará poco hacer muchas cosas, si siempre alguna única cosa te falta. En breve, tu tienes que ser no solamente casi, sino enteramente una nueva criatura, o en vano te jactas que eres cristiano.
En Cuarto lugar, Si él que está en Cristo es nueva criatura, entonces esto puede dictarse como una regla infalible para que cada persona de cualquier denominación, edad, grado o cualidad, se juzgue por ella; esta siendo el único fundamento sólido, sobre el cual podemos edificar una confianza bien cimentada de perdón, paz y felicidad.
Podemos en realidad depender de la caña frágil de una profesión externa; podemos pensar que somos suficiente buenos, si llevamos una vida sobria, honesta y moral, como hicieron muchos paganos. Podemos imaginar que estamos en una condición segura, si asistimos los oficios de religión, y somos constantes en las obligaciones de nuestras cámaras. Pero a menos que todos estos tienden a reformar nuestras vidas, y cambiar nuestros corazones, y sean utilizados como conductos de gracia divina; como les dije antes, también les digo otra vez, cristianismo no les aprovechará nada. Cada uno de nosotros entonces preguntemos en serio a nuestro corazón: ¿Hemos recibido el Espíritu Santo desde que creímos? ¿Somos nuevas criaturas en Cristo, o no? Por lo menos, si no lo somos todavía, ¿es nuestro esfuerzo diario de llegarlo a ser? ¿Utilizamos constantemente y concienzudamente todos los medios de gracia requeridos para ello? ¿Ayunamos, velamos y oramos? No perezosamente pesquisando, sino ¿nos esforzamos laboriosamente para entrar en la puerta estrecha? En breve, ¿renunciamos nuestra propia justicia, tomamos nuestras cruces y seguimos a Cristo? Si es que sí, estamos en aquel camino angosto que lleva a la vida; la buena simiente es sembrada en nuestros corazones, y, si debidamente regada y nutrida por un aprovechamiento perseverante de todos los medios de gracia, crecerá a la vida eterna. Pero al contrario, si solamente hemos oído, y no conocemos experimentalmente, si haya Espíritu Santo; si somos extraños al ayuno, velación y oración, y todos los otros ejercicios espirituales de devoción; si estamos contentos caminar en el camino espacioso, simplemente porque vemos a la mayoría de los demás hacerlo, sin una vez reflexionar si es el correcto o no; en breve, si somos ajenos, mas bien enemigos de la cruz de Cristo, por vidas mundanas, placeres sensuales, y así hacemos que otros piensen, que cristianismo es solamente un nombre vacío, apenas una profesión formal; si así es el caso, digo, Cristo es todavía muerto en vano, para nosotros; estamos debajo de la culpa de nuestros pecados; y no estamos familiarizados con una verdadera y entera conversión.
Pero de vosotros, amados, espero mejores cosas, y más cercanas á salud, aunque hablo así; Yo humildemente esperaría que son sinceramente persuadidos, de que aquel que no tiene el Espíritu de Cristo no es de él; y que, a menos que el Espíritu, que levantó a Jesús de los muertos, mora en ustedes aquí, tampoco serán sus cuerpos mortales vivificados por el mismo Espíritu para morar con él después.
Permítanme entonces (como se propuso en ULTIMO lugar) exhortarles en serio, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que actúen conforme a aquellas convicciones, y de vivir como cristianos, que son mandados en la santa escritura, a "que dejéis su pasada manera de vivir, en cuanto al Viejo Hombre, y vestir el Nuevo Hombre, que conforme á Dios es criado en justicia y en santidad de verdad."
Se tiene que admitir en verdad, que esta es una obra grande y difícil; pero, bendito sea Dios, no es imposible. Muchos miles de almas felices han sido asistidas por una fuerza divina para llevarlo a cabo, y ¿porqué debemos desesperar de lograrlo? ¿Se ha acortado la mano de Dios, para no salvar? Era el Dios de nuestros Padres, ¿no es Dios de sus hijos también? Si, ciertamente, de sus hijos también. Es un trabajo asimismo, que nos causará algún empeño; nos obligará partirnos de algún deseo, de romper con algún amigo, de mortificar algún amor querido, cual puede sernos sumamente precioso, y quizás tan duro dejar, como de cortar la mano derecha, o sacar el ojo derecho. Pero ¿qué de todo esto? ¿No será el hacerse un miembro verdadero y vivo de Cristo, un hijo de Dios, un heredero del reino del cielo, recompensa abundante por toda esta pena? Sin duda lo será. Comenzar y continuar la obra grande y necesaria, quizás puede, mas bien, seguramente nos expondrá al escarnio de la parte irreflexiva de la humanidad, que se maravillarán, que no corremos con ellos al mismo desenfrenamiento de disolución; y porque negamos a nuestro apetito pecaminoso, y no nos conformamos a este mundo, siendo mandado en la escritura de hacer el uno, y de tener nuestra vivienda en el cielo, opuesto al otro, pueden ellos considerar nuestras vidas como tontería, y nuestro fin como sin honor. Pero ¿no será el contarse entre los santos, y lucirse como las estrellas por los siglos, una recompensa mas que suficiente por todo el escarnio, calumnia, o vituperio, que acaso pudiéramos encontrar aquí?
Ciertamente, aunque no atendiera otra recompensa a una conversión cabal, sino la paz de Dios, cual es la consecuencia inevitable de ella, y cual, aun en esta vida, "sobrepuja todo entendimiento," tendríamos mucho motivo regocijar. Pero cuando consideramos, que esta es la menor de aquellas mercedes que Dios ha preparado para los que están en Cristo, y se han hecho nuevas criaturas; que, este es tan solo el comienzo de una sucesión eterna de placeres; que el día de nuestras muertes, el cual el pecador inconverso y no renovado tiene que temer, será, por decir, solamente el primer día de nuestros nacimientos nuevos, y nos abrirá una escena eterna de felicidad y consolación; en breve, si recordamos, que aquellos que son regenerados y nacidos otra vez, tienen verdadero título a todas las promesas gloriosas del evangelio, y son infaliblemente seguros de ser tan felices, tanto aquí y después, como un Dios todo-sabio, todo-benigno y todopoderoso les puede hacer; se me hace, que cada uno que tiene el menor cuidado de la salvación de su alma preciosa e inmortal, teniendo tales promesas, y tal esperanza, tal eternidad de felicidad puesta por delante, nunca cesaría de velar, orar y esforzarse, hasta encontrar un cambio verdadero, interno, y salvador hecho en su corazón, y por ello saber en verdad, que vive en Cristo, y Cristo en él; que es nueva criatura, y por eso un hijo de Dios; que ya es heredero, y pronto será actualmente poseedor del reino del cielo. Que Dios por su misericordia infinita lo conceda, por medio de Jesucristo nuestro Señor.