La Epístola
Apartado 1054
Irapuato, Gto. México CP 36500
#28 Diciembre, 1996
Impreso en México
Noticias
La Epístola se está enviando temprano este mes por la conferencia de Aguascalientes.
En la Epístola del mes pasado se anunció que se cancela la reunión de predicadores, pero en la última reunión de predicadores se había anunciado que la íbamos a tener en Aguascalientes el domingo 15 de diciembre. La contradicción es porque yo no asistí a la última reunión de predicadores y me informé mal. Sin embargo, por la confusión, la reunión se cancela de todos modos. Ahora, la próxima reunión de predicadores será 16 de febrero en la granja de José Hernández en León.
La conferencia de la Iglesia en Salamanca fue de bendición. Promediaba alrededor de 40 adultos, con visitas de Querétaro, Celaya, Morelia, León, Irapuato y San Luís Potosí. El viernes la reunión tenía que cambiar de parque por una fiesta ruidosa que hicieron esa noche en el Parque San Antonio. Pero el cambio se hizo sin inconveniencia. Gloria a Dios.
Miguel y José ya tienen automóvil en Varsovia. Han visitado a varias de las ciudades repartiendo folletos y poniendo anuncios en los periódicos y en las paradas de camión. Han recibido 46 respuestas pidiendo cursos por correspondencia. Están rentando un salón de una escuela pública para sus reuniones, y pusieron la dirección en sus folletos. Cuando los padres de los alumnos vieron los anuncios empezaron a quejarse contra la escuela y los directores ahora están bajo mucha presión revocar el contrato. Piensan que están tratando de proselitar sus hijos durante las clases. Pero como todo es legal no pueden cancelar el contrato y tendrán la libertad de reunirse por lo menos este año. Predican diariamente en varios lugares de Varsovia. El mejor lugar, un crucero de mucho tráfico, pasan alrededor de 150 personas por minuto. Dicen que normalmente juntan mas de 50 personas para escuchar. Reciben nuevas visitas a sus reuniones todos los domingos. Pero pocos estudios en las casas. Siguen orando.
Cuautemoc Castillo, Óscar Hernández y Juan Tobar están preparándose cambiar a Guadalajara en enero. Habían pensado en Zacatecas pero como Guadalajara es mucho mas grande optaron por ir primero a donde hay mas necesidad. Guadalajara les va a ser mucho trabajo, y van a necesitar mucha sabiduría para escoger un parque céntrico. Además necesitarán sabiduría para coordinar sus predicaciones, especialmente si no encuentran casas de renta en la misma colonia. Oren por ellos.
Para ofrendar a los tres nuevos evangelistas enviados de León a Guadalajara por ahora tienen que enviar un giro postal a la dirección de Juan Córdova, Claudio #102, Colonia Betania, León, GTO, CP 37430. El giro postal debe ser en nombre del recipiente, Cuautemoc Castillo, Óscar Hernández, o Juan Tobar. En caso que quieren enviar una ofrenda para ser dividida entre los tres, el giro debe ser en nombre del diácono de León, Sergio Valencia. En estas semanas van a abrir cuentas bancarias individuales y les daremos sus números de cuenta tan pronto posible.
Hijos de Predicadores
13 Y mostraréle que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que
él sabe; porque sus hijos se han envilecido, y él no los ha estorbado.
1 Sam. 3
Yo soy hijo de predicador. Se creería que los hijos de predicadores fueran los mas nobles de criaturas, pero por experiencia vemos que no es así. Sucede que hijos de predicadores son conocidos como incrédulos, desenfrenados y rebeldes. Yo sé personalmente que en muchos casos eso sí es cierto. La mayoría de mis amistades de juventud eran hijos de predicadores, o hijos de evangelistas extranjeros. Es triste reconocer que un gran número de aquellos amigos llegaron a conocer profundamente el pecado, y que algunos de ellos todavía se encuentran en una vida incrédula. Algunos murieron en su rebeldía, y otros viven hasta ahora para sentir la vergüenza de su vida extraviada. Lo que vemos en los hijos de Eli, sucedió con los hijos de Samuel, de David y de algunos recientes predicadores famosos también. Como predicadores, pensamos que eso es triste, pero no sospechamos que nuestros hijos pudieran llegar a ser así. Es mas, nos esforzamos para "estorbar" la maldad que hay en nuestros hijos, para no terminar como Eli, llegamos a ser estrictos y exigentes, para demostrar a Dios y a los hombres que controlamos a nuestros hijos. Pero tengo que avisarles, hermanos, que algunos de aquellos predicadores que perdieron sus hijos a la incredulidad y rebeldía también se esforzaron, también eran exigentes y estrictos, y tampoco sospecharon que sus hijos se volverían rebeldes a Dios y a la Biblia. Y lo que es aún mas triste, en mi vista, es que muchas veces la rebeldía de sus hijos se debía precisamente a esos esfuerzos para "estorbar" el pecado en ellos.
La Biblia nos explica como criar a nuestros hijos. El libro de Proverbios nos da amplias instrucciones para gobernar nuestra casa. Dios nos encarga de instruir, corregir y castigar a nuestros hijos. Pero por no prestar mucha atención podemos caer en tres errores comunes, la negligencia, la indulgencia y la exigencia excesiva. Todos estos errores resultan en hijos rebeldes.
Negligencia
Hijos nacen ignorantes. Muy distinto que los despachadores de gasolina, todos los niños empiezan en ceros. Todo lo que van a saber tienen que aprender. Esto claramente indica que criar niños es un trabajo involucrado. Pero la mayoría de los padres jóvenes piensan que los niños casi se crían solos. Piensan que son como maíz, que se siembran y luego se observan hasta que se maduran. Piensan de sus hijos como preciosas mascotas que sirven para alegrar y emocionar a sus padres, y que requieren solamente cuidado carnal, como comida, ropa y abrazos. Pero están equivocados seriamente. Aún maíz requiere mucho esfuerzo, pues hay que arar, fertilizar, sembrar, regar, podar, fumigar, limpiar, cosechar, secar, trillar, aventar y moler. Y criar un hijo es tanto mas involucrado que maíz.
6 Instruye al niño en su carrera: Aun cuando fuere viejo no se apartará de ella.
Prov. 22
Negligencia es falta de instrucción. Si es porque la madre tiene que trabajar y deja su hijo con la abuela, o si es porque los padres son perezosos, no importa mucho. La instrucción debe empezar cuando el niño es muy pequeño, y si se hace bien, le seguirá en toda la vida. ¡Pero cuántos padres descuidan la instrucción a sus hijos desde que nacen, y luego cuando empiezan a ser traviesos y tremendos se quejan! Yo he visto pequeños niños sentados en la falda de sus madres que por curiosidad agarran las lentes en su cara, y la madre irritada solamente las quita de él, y se las pone de nuevo, no mas para que el niño lo haga otra vez. ¿Es tan perezosa la madre para no enseñar a su hijo que no se debe agarrar las lentes de alguien? ¿Piensa acaso que un bebé no puede aprender lo que se ha enseñado a cachorros y a ratones? He visto a papás en la reunión que tienen un hijo descontento, y que para calmarlo le dan un juguete, o sus llaves, y el niño las toma y las avienta al piso. El padre, como el payaso que lo es, las levanta y se las da otra vez para que el niño las aviente de nuevo. ¿Acaso no puede aprender un niño capaz de agarrar un juego de llaves, que no se debe aventarlas? Claro que sí, todos los niños pueden aprender estas reglas tan sencillas desde que tienen la capacidad de quebrantarlas. Pero requiere instrucción. No aprenden a solas, y no aprenden con un regaño de vez en cuando, o un grito frustrado al último momento. Aprenden con la inversión de tiempo cuando son pequeños.
Se puede enseñar a un bebé la palabra "no" desde el momento que empieza a agarrar cosas que no debe. Los padres deben formar clases de instrucción e inscribir su pequeño inmediatamente. Se le pone a su alcance juguetes permitidos, y algo prohibido. Cuando toca lo prohibido, se le da una palmadita a la mano y le dice "no." Nada es tan eficaz para instruir el chiquito que el picazón de la vara. No es necesario una paliza, pues no es castigo las palmaditas que se dan. Es instrucción. De curiosidad el bebé volverá a tocar lo prohibido y se le repite la experiencia. En poco tiempo el bebé aprende que la palabra "no" tiene un significado constante, y en unos cuantos días de instrucción el niño es completamente disciplinado en cualquier casa o en cualquier situación. No es tanto trabajo instruir a los niños cuando son pequeños, así que, los niños indisciplinados son testimonio de padres negligentes. Si fallan los padres en la instrucción del niño, no les queda otro sino mucho mas trabajo en su corrección y castigo.
Indulgencia
Desde que nacen los infantes tienen necesidades y deseos. Los padres tienen que proveerlos y satisfacerlos. Pero en un par de días el bebé recién nacido aprende que sus lloros y gritos funcionan mejor que las páginas amarillas. Empieza a llorar por toda incomodidad, y para cuando el bebé tiene medio año de vida se le ha quitado de sus padres por lo menos 5 años de la suya. Pequeños aprenden a demandar atención constante, y aprenden a levantar la voz en gritos nada naturales. Y cuando tiene 3 años nadie quiere cuidarlo, y no hay ningunos parientes o amistades que desean una visita de sus padres. Son padres indulgentes. Dan a su hijo todo lo que demanda, así preparándolo para ser triste toda la vida. Padres deben enseñar a sus hijos desde que nacen que la vida no es siempre cómoda, que los sueños no siempre se cumplen. ¿Qué hay de malo en dejar a un niño pequeño llorar (o gritar) hasta que se duerme? ¿Qué hay de malo en rehusar a un niño una paleta mientras otro niño por ahí tiene una? ¿Y qué hay de malo en castigar a un niño que hace una pataleta por algún desánimo?
15 La vara y la corrección dan sabiduría: Mas el muchacho consentido avergonzará á su madre.
Prov. 29
Indulgencia es falta de corrección. La corrección es el esfuerzo de enderezar una naturaleza inclinada al mal. El carácter consentido es natural para el humano. Somos egoístas desde nacimiento. Esa naturaleza necesita corrección, y la corrección requiere negaciones y paciencia, y también a veces la vara. Si se hace a tiempo, y con fidelidad, toda la vida le será buena. Si falla en la etapa propicia de corrección les queda mucho mas trabajo en el castigo.
Exigencia Necesaria
Los padres buenos exigen mas y mas de sus hijos mientras maduran, y la exigencia es impuesta por medio de la vara de corrección. La idea es ayudar al niño diferenciar entre dolor e incomodidad, entre deseos sanos y demandas imponentes, entre descanso y pereza. Corrección es mas eficaz cuando son todavía chiquitos. Es posible formar un espíritu alegre y agradable en los niños si su naturaleza egoísta es corregida a tiempo. Pero aunque hay diferencia entre los dos, la corrección a veces requiere castigo para ser eficaz. No es suficiente instruir y regañar, y no basta corregir el egoísmo del niño con privaciones y denegaciones. Cuando el niño peca voluntariamente, la justicia misma demanda castigo.
12 Porque al que ama castiga, Como el padre al hijo á quien quiere.
Prov. 3
El castigo naturalmente incluye enojo. Por eso a muchos padres les parece malo castigar. "Aman demasiado" a sus hijos. Pero aquellos padres, mas que nada madres, no entienden el amor. Sus bebés les satisfacen emocionalmente, así que sus abrazos y cariños no son muestras de amor hacia su bebé, sino son placeres que reciben del niño. El amor verdadero de los padres siempre hace lo mejor para el bebé, y no deben confundirlo con la gratificación emocional que reciben de sus hijos. Pero por esa emoción falsamente llamada "amor," muchos padres rehúsan castigar a sus hijos con la vara de justicia. El hijo claramente necesita castigo, pero los padres no se lo dan porque no quieren perder el sentimiento agradable que reciben de sus pequeños. Así que mientras profesan amor, en verdad aborrecen a sus hijos.
24 El que detiene el castigo, á su hijo aborrece: Mas el que lo ama, madruga á castigarlo.
Prov. 13
El mismo hecho de no castigar a su hijo cuando hace lo malo demuestra un egoísmo y una pereza hacía el chiquito. No es amor sino una despreocupación inexcusable acerca del carácter de su hijo. Pero aparte de eso, la verdad inevitable es que el detener el castigo de su hijo fomenta un odio profundo entre padres e hijo. Cuando el hijo peca, si no castigan es porque les falta la apreciación de justicia. Pero aunque menosprecia la justicia, el padre siente una injuria personal por el pecado de su hijo, porque en vez de recibir de su hijo la gratificación emocional esperada, recibe deshonra. Mientras el padre siente este desagrado, el hijo siente el rechazo de sus padres, y el hijo sabe que no es por amor a lo bueno, ni por su respeto a la justicia, sino por resentimiento. Cuando el niño reconoce esto, es natural que reaccione con amargura.
Por supuesto, accidentes, como verter la leche o extraviar el billete en el mandado, no son errores dignos de castigos ni de regaños duros, a menos que es negligencia repetida. El castigo es por pecado. Es la apreciación de justicia, pero mas importante aún, castigo es el remedio de culpa. Todos los hijos entienden el bien y el mal. Todos llegan a comprender la culpa. Cuando los pequeños niños hacen mal sienten la culpa en sus conciencias, y la culpa es muy pesada en el corazón nuevo. Culpa resulta en vergüenza, la cual es aumentada cuando los padres se dan cuenta y le acusan. Esa vergüenza, y el enojo de sus padres producen en el niño pequeño emociones fuertes, un remordimiento, la perfecta oportunidad para el padre cultivar en su hijo el amor de la justicia. Pero esta ternura en el hijo no permanece mucho tiempo y demasiados padres la desperdician.
El niño culpable naturalmente quiere ser libre de su culpa y el remordimiento, pero es confuso y espantado, y no puede hacer nada sino esconderse como Adam y Eva. ¡Cuántos padres solamente se enojan y así lo dejan! ¡Qué error! Considéralo. ¿Qué está pensando el pequeño cuando siente el peso de su culpa, y ve que sus padres justamente le odian? Pues, le es razonable porque se odia a si mismo. Si el padre no hace nada para castigarlo solamente convence al chiquito que no hay remedio para la culpa, y que su vergüenza es perpetua. Después, cuando el padre olvida su enojo, el niño aprende que ni la culpa ni la vergüenza importan. Los hijos así dejados tarde o temprano se hacen desenfrenados porque se acostumbran a la culpa, y es mas, no existe ningún remedio. Saben que jamás pueden recuperar el verdadero respeto de sus padres, y aprende vivir sin respeto propio. Basta unas cuantas veces la secuencia de hacer mal, sufrir el enojo de sus padres, y ser abandonado en su culpa, para que el niño comience a cauterizar su conciencia, y reaccionar con amargura a los regaños. Parece a los padres un odio hacia ellos, pero en realidad es un odio a si mismo. Si las cosas siguen así, la furia de un verdadero criminal es soltada. Considerándolo con cuidado, el que rehúsa el castigo ¡cuánto aborrece a su hijo!
El remedio es tan sencillo. Cuando un niño peca, tanto la culpa y el enojo del padre se pueden absolver con un castigo completo y apropiado. Cuando el padre aprecia la justicia y aplica el castigo adecuado, la justicia es propiciada, el niño es lavado de culpa, su corazón es renovado como primavera, y los dos se abrazan con un amor inefable. Es importante que el castigo sea completo y preciso, adecuado a la ofensa, no para desquitarse de una frustración o saciar una venganza cruel de los padres, sino para limpiar eficazmente la conciencia del hijo, permitiéndole gozar de una genuina reconciliación. Castigo cabal resulta en la experiencia de justicia, un baño de la conciencia, cual experiencia no hay ninguna otra semejante. Y cuando se administra el castigo, es importante que el padre se apacigua, aceptando el castigo como suficiente, y que se realice una reconciliación completa.
Exigencia Excesiva
18 Castiga á tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se excite tu alma para destruirlo.
Prov. 19
Es importante el castigo oportuno. El castigo no debe ser mañaneado, porque la culpa se almacena, el enojo se fomenta, y el castigo tardío resulta en severidad inexcusable. Hoy en día demasiados niños son verdaderamente abusados por sus padres y por eso no tenemos la libertad de dejar moretones en nuestros hijos, aún cuando son bien merecidos, y aún sabiendo que la Biblia nos manda hacerlo. Tenemos que ser sabios. Por eso en vez de usar vara redonda, cinturón o chicote para castigar al niño culpable, necesitamos usar una tabla. En vez de pegar en el pañal (que requiere golpes duros para administrar el dolor del castigo, y de consiguiente deja moretones), necesitamos pegarle en la carne de su pierna, que con menos fuerza podemos aplicarle el castigo sin dejar señas desaprobadas por los incrédulos psicólogos oficiales del estado. Y mas que nada necesitamos ser consistentes. Severidad no es sustituto para la constancia. Castiga a tiempo, madruga a castigar, para no necesitar la severidad.
Hay otro peligro, mayormente para predicadores y hombres espirituales que son celosos de ser dirigidos por la Biblia. El celo para castigar a veces llega a un extremo entre nosotros, y castigan demasiado. A veces padres no hacen diferencia entre las tres etapas de la crianza de los niños. Aunque el castigo se debe usar solamente por el pecado, aplican el castigo severo (incluyendo el enojo) cuando el niño pequeño solamente está reaccionando conforme a su naturaleza egoísta. En otras palabras, castigan en enojo cuando deben estar corrigiendo con paciencia. Además, a veces aún castigan severamente antes de haber invertido el tiempo necesario para instruirlo. Padres se fastidian con su bebé y en frustración le dan un castigo que con suerte no le enseñará nada, pero que a veces enseña a un bebé que los castigos de sus padres son irrazonables, que no tienen nada que ver con sus hechos. Aún cuando el castigo es necesario algunos padres exceden. Algunos castigan tan frecuentemente por tantas diferentes cosas que el niño confundido completamente desasocia el castigo del crimen. Todo lo que hace recibe castigo, y el castigo llega a ser en su mente como una aflicción que tiene que soportar. Cuando ve que será castigado se suspira, lo aguanta, llora, lo olvida, y reasume sus actividades con resignación. Jamás sospecha que pudiera haber evitado el castigo. Tanto castigo le convence que él es sencillamente malo de grano, y por eso ni siquiera intenta mejorarse. El niño está desanimado y el desánimo se convertirá en rebelión. Ningún niño debe ser persuadido así que no hay remedio para él.
21 Padres, no irritéis á vuestros hijos, porque no se hagan de poco ánimo.
Col. 3
Ningún esfuerzo de los padres resulta en hijos perfectos. Todos los hijos hacen errores, y tenemos que permitir a nuestros hijos ser tan humanos como nosotros. Demasiadas veces padres exigen de sus hijos comportamiento que los padres mismos solamente fantasean tener. Padres a veces aparentan una santidad o nobleza exagerada porque quieren que sus hijos piensen así de ellos. Pero por no ser francos acerca de sus propias debilidades producen en sus hijos una amargura profunda e irrevocable. Y demasiadas veces padres espirituales se preocupan mas por su reputación que por el bien de sus hijos, como Jephté.
39 Pasados los dos meses volvió á su padre, é hizo de ella conforme á su voto que había hecho. Y ella nunca conoció varón.
Jueces 11
Es incomprensible como pudo Jephté sacrificar su única hija por no mas guardar un voto suyo, hecho en un momento irracional. Se hubiera suicidado por su propia vergüenza antes de sacrificar a su hija. Pero padres predicadores también hacen lo mismo cuando castigan a sus hijos severamente para demostrar su dominio en la casa. Y su castigo es tanto mas severo cuando por algún pecado o error en su hijo el predicador es avergonzado delante de otros. Sin saberlo, estos predicadores se están preparando para la vergüenza mayor de su vida, cuando su hijo repudia a su padre y a la fe de sus padres.
Eli es un ejemplo de un padre que perdió sus hijos al pecado, y Dios le acusa de que no los estorbaba en su pecado. A primera vista eso nos hace sospechar que era un padre indulgente, que consentía a sus hijos permitiéndoles hacer todo cuanto querían. Así algunos, mayormente los mas exigentes, no sospechan que sus hijos puedan acabar igual. Pero en mi experiencia con hijos de pastores y predicadores, la rebeldía es causada mas por exigencia desmedida que por indulgencia y negligencia. La historia no dice que Eli era indulgente ni negligente. No nos relata qué tipo de padre era Eli. Aunque leemos que Eli no estorbaba a sus hijos cuando ya eran grandes y rebeldes, no sabemos cómo llegaron a ser tan rebeldes. No sabemos sus errores mientras los criaba. Entre los predicadores que fracasaron como padres que yo he conocido, había pocos padres indulgentes, algunos negligentes, pero la mayoría fueron demasiado exigentes. Yo sospecho que Eli era como nosotros. Sabemos que él era celoso de justicia y santidad, y por eso pienso que era también exigente de sus hijos desde que nacieron. Pero como vemos, la exigencia puede exceder.
Hermano, ni tu ministerio, ni tu reputación tiene el mismo valor que tus hijos. No gozarás si ganas toda tu ciudad y pierdes tu hijo. No seas negligente en cuanto a la instrucción, ni seas siempre ausente por razones "espirituales." No seas indulgente en cuanto a la corrección. No rehúsas castigo a tus hijos. Sea exigente por un verdadero aprecio de la justicia y la conciencia limpia. Pero no sacrifiques tus hijos sobre el altar de tu reputación. No aparentas lo que no eres, sé pronto para confesar tus pecados a tus hijos. Examínate hermano, que todas tus decisiones acerca de tus hijos sean hechas por el bien de ellos, y no por motivos escondidos. Eli perdió sus hijos, pero no tenemos que perder los nuestros. Con humildad y determinación podemos aplicar justamente los consejos de la Biblia y volver nuestros hijos bien instruidos al Dios que nos los entregó.