La Epístola

Apartado 1054

Irapuato, Gto. México CP 36500

Edición 010 Junio, 1995

Impreso en México

Noticias

La reunión de predicadores será el 18 de junio en la casa de Juan Córdoba, en León Gto., a las cuatro de la tarde.

En enero la iglesia de Irapuato tenía mas de 30 adultos congregándose fielmente pero entre varios viajes de todos los hermanos, y la salida de los Riggs y los Wests, y otros, ahora hay entre 15 y 20 congregándose. Sin embargo, a pesar de todo tenemos varios nuevos y bautizamos a siete personas el domingo pasado, 4 de junio.

Los padres de Rolando Espada murieron en este més pasado, primero su madre, y unas semanas después su papá. Ninguno de los dos había profesado conocer la salvación durante su vida. Rolando sí tuvo oportunidad de hablarles antes de morir, y tiene esperanza que estaban considerando el evangelio en sus días finales. Rolando está en Puerto Rico finalizando ciertos asuntos de su padre. Oremos por el.

Adrián Silva y su familia se han cambiado de Salamanca. Ahora viven en Querétaro. Su nuevo domicilio es:

Calle Fray Bernardino de la Torre #255,

Colonia Quinta de Marquez,

Querétaro, QRO.

Su teléfono es 13-35-20.

Miguel Riggs y su familia ya están en el estado de Michigan. Su nuevo domicilio temporal es:

8248 Stoneham Dr.,

Ypsilanti, MI 48197 U.S.A.

José West y su familia están en Oklahoma pero estarán en Texas a fines de Julio. Aún así, dirige cualquier correspondencia a:

P. O. Box 88,

Leakey, TX 78873 U.S.A.

La iglesia en San Antonio tuvo una campaña de evangelismo de colonia mientras estuvo Miguel Riggs ahí. La predicación ahí se acostumbra hacer en el centro. Las casas, siendo de madera son mas separadas que aquí, y no estábamos seguros que se podría hacer en las colonias igual. Pero aparentemente hubo quien escuchase y esperamos que haya fruto.

La Epístola fue iniciada con el propósito de ayudar a los hermanos llamados a predicador en su ministerio. No es nuestra intención pastorear o predicar a los hermanos de las iglesias, sino considerar asuntos que beneficia al ministerio del predicador, o asuntos de que nos han preguntado. (Es por esto que no hemos enviado la Epístola a todos los hermanos de las iglesias). Si tienes un asunto que quieres que toquemos, escríbenos.

 

Eficacia

Para que la comunicación de tu fe sea eficaz. (Filemón 6)

Yo soy un predicador. Hay muchos ministerios en la iglesia que son importantes pero la "comunicación de nuestra fe" al mundo por la predicación es el ministerio principal de la iglesia. No todos son llamados a predicar, pero toda la iglesia debe reconocer la importancia de la predicación. El que no es predicador no debe menospreciar su ministerio ni el don que tenga, pero tampoco debe olvidar que la predicación es el oficio de la iglesia integral.

Me he fijado que muchas veces la comunicación de nuestra fe no es eficaz. He visto mucho fracaso en mi propio ministerio a través de los años, y también en el ministerio de otros, aunque tenemos la verdad, el llamamiento de Dios, puertas abiertas y buenos ejemplos. Es muy triste tener una ambición espiritual y faltar el poder lograrla. Me he preguntado porqué Dios no da el éxito ministerial a todos sus ministros que el ha llamado, pero queda inegable que no todos reciben el verdadero fruto de su trabajo en esta vida. ¿Qué pues diremos? ¿Es la voluntad de Dios? ¿Podemos consolarnos con galardones futuros? Hay galardones ofrecidos en el cielo para cada buena acción que hacemos, y la Biblia enseña que no debemos menospreciarlos o perderlos por negligencia, pero también hay bendiciones ofrecidas en la tierra a los que trabajan para el reino, y tampoco hay que despreciarlas.

Y decid á Archîpo: Mira que cumplas el ministerio que has recibido del Señor. (Colosenses 4:17)

Mas si el vivir en la carne, esto me será para fruto de la obra, no sé entonces qué escoger; (Filip. 1:22)

Porque, hermanos, vosotros mismos sabéis que nuestra entrada á vosotros no fué vana: (1 Tesalonicenses 2:1)

Temo de vosotros, que no haya trabajado en vano en vosotros. (Gálatas 4:11)

Para ser predicadores eficaces tenemos que esforzarnos. El éxito en nuestro ministerio no es garantizado. Pero para asegurarnos un ministerio sobresaliente tenemos que distinguir entre el éxito popular y el éxito verdadero. Y por lo menos en algunos casos, el triunfo auténtico no es lo que solemos anhelar, aún entre ministros verdaderamente espirituales. Hay predicadores famosos que probablemente son fracasos. Hay predicadores que son importantes en la política pero verán su trabajo incendiado algún día y recogerán todos sus tesoros en un solo saco de ceniza. Hay predicadores ricos hoy en día que se han traspasado con muchos dolores. Si hablamos de éxito como predicadores tenemos que saber de lo que se trata.

Eficacia Personal

Primero, hablemos de una eficacia personal, que no siempre se convierte en importancia o fama inmediata. Es posible ser llamados de Dios como predicadores y nunca alcanzar la madurez personal para poder cumplir el ministerio. Hay predicadores que después de muchos años todavía no entienden los principios del evangelio, como lo que es el arrepentimiento, o la diferencia entre conversión y reconciliación. Hay predicadores que no tienen la constancia o la fuerza para defender sus creencias, sino por su timidez evitan controversia, y lo llaman humildad o mansedumbre. Hay predicadores que no pueden persuadir a nadie de las doctrinas difíciles tocante al evangelio, sino a cambio, para "ganar almas" tienen que evitar doctrinas controversiales. No todos los predicadores tendrán las mismas características, pero todos debemos procurar la madurez en nuestro don para cumplir el deber del predicador.

El más efectivo de todos los predicadores en la Biblia era sin duda Jesucristo. Pero su extraordinaria importancia en la historia no se dio a conocer durante su vida. No hay ninguna evidencia escrita por contemporáneos de Jesús que le mencionan. Todo lo que sabemos de el fue escrito después de su muerte. Tenemos evidencias históricas acerca de Pilato, Caifás y Ananías, Herodes, Festo, Agripa, y posiblemente Judas el Galileo (Hec. 5.37), y hasta Juan Bautista, pero no mencionan aquel Jesús Nazareno. (Hay quienes niegan su existencia histórica por eso.) O sea, durante su vida, Jesucristo tenía poca importancia en el mundo entero. Pero aunque su ministerio era local, logró afectar el mundo ancho por su eficacia personal. El afectó profundamente a unos cuantos hombres, y en poco tiempo ese Jesús llegó a ser mas influyente que Cesar. Como ves, la eficacia personal no se califica por su anchura, sino por su profundidad. Y aunque es normal envidiar a ministros "importantes" o influyentes, la eficacia mayor es la personal.

Yo tengo muchos años codiciando la eficacia personal de Jesucristo. Verás en Jesús la capacidad extraordinaria de callar los argumentos de sus enemigos, de avergonzar a los hipócritas y de despertar la conciencia cauterizada.

A veces me conformaría con no mas el primero, que cuando Testigos de Jehová o Católicos empiezan con sus argumentos artificiados para defender su herejía, idolatría, o su sacerdocio pagano, cuanto yo quisiera tener la respuesta sencilla que los dejaría en silencio, para que la verdad corra sin límites. Pero esa eficacia depende de un entendimiento profundo de los principios que se tratan, y nuestra ignorancia viene siendo nuestra debilidad. Aunque hemos sido alumbrados por el Espíritu para persuadirnos del evangelio, necesitamos su enseñanza para poder explicarla. El evangelio ha sido enmarañado tanto por nuestras opiniones y aclaraciones, que requiere un esfuerzo diligente para descubrir su verdadero carácter. Y tantos predicadores se satisfacen con frases gastadas ("Cristo está a la puerta de tu corazón, y está tocando..." "Acepte a Cristo como su salvador personal," "Pida que Cristo entre en tu vida," etc.) que nunca se profundizan en los principios del evangelio. Así que, cuando el perdido disputa ese evangelio superficial el predicador no puede comunicar su fe. No te conformas con repeticiones del evangelio, profundízate en sus preceptos. Si pensamos como Dios piensa, nuestros argumentos serán mas efectivos.

Pero hay ocasiones en que no basta callar al necio, sino es necesario también señalar la hipocresía. La hipocresía es el enemigo mas fuerte de la verdad, porque es tan difícil distinguirla. El sincero muchas veces sabe inmediatamente quienes son los hipócritas pero no por eso puede demostrarlo eficazmente. Y mientras no lo demuestre, la verdad se queda oculta, abismada en el alboroto, vanamente clamando en medio del vocerío. Ahora, para lograr la demostración de la hipocresía tenemos que no ser hipócritas. Tenemos que andar en verdad, y amar la verdad. La mayoría de nosotros tenemos muchos secretos, vivimos una vida doble or triple, nuestro carácter depende mucho de nuestra compañía. Si como hipócrita insistes en demostrar la hipocresía de otros, pronto te encontrarás expuesto también. No serás personalmente eficaz hasta que "exorcizas tus fantasmas." Esto puede ser pedir el perdón de alguien, pagar alguna deuda, confesar la verdad a uno que has engañado, o sencillamente dejar de fingir espiritualidad.

Y mientras esas dos eficacias sirven para distinguir la verdad para los sinceros, encontramos que los sinceros son muy escasos (como dientes de pollo). La máxima efectividad personal sería el poder de picar la conciencia de aún los soberbios, los que no son sinceros.

Una vez unos Testigos de Jehová llegaron a Jesucristo trayéndole una mujer (Juan 8). Sucede que alguien (suponemos que fue su esposo) había encontrado a ella en el acto de adulterio. El adúltero probablemente se había huido y la mujer fue llevada a los Escribas y Fariseos para ser juzgada. La ley de Moisés enseña que ella debe ser apedreada, y la secta de los Fariseos se consideraba los verdaderos sucesores de Moisés, y tenían ambiciones de establecer la autoridad de la ley de Moisés otra vez. Pero los Romanos no cedieron la autoridad capital a ellos, entonces su mas alto castigo para el delincuente solía ser echarle fuera de la sinagoga. En el caso de la mujer adúltera, parece que se sentían moralmente dignos de apedrearla, pero no lo iban a hacer (porque no tenían esa autoridad, Juan 18.31), sin embargo vieron en el caso la oportunidad de probar la ortodoxia (conformidad a su doctrina tradicional) de Jesucristo.

Lo que sucedió es para mi una de las mas fuertes ilustraciones de la eficacia personal de Jesucristo. Preguntaron a Jesús su opinión acerca de la sentencia máxima que impuso Moisés para los adúlteros. Jesucristo no mas dijo que aquel que fuera sin pecado arroje la primera piedra. Ahora, vemos que Jesucristo sí era ortodoxo, no tenía queja contra Moisés. También vemos que Jesús no creía que ningún Testigo de Jehová era digno de ejecutarla. Pero lo sobresaliente de lo sucedido es que aquellos Fariseos y Escribas que pretendían tentarle, fueron "redargüidos de la conciencia," y se fueron uno por uno, comenzando desde los mas viejos. En esta ocasión no solamente los callaba, ni tan solo los avergonzaba, sino que también despertó hasta su conciencia cauterizada, de tal grado que se fueron todos, uno por uno, sinceros por fin. Me parece imposible resucitar una conciencia así sepultada, y el poder de hacerlo es el colmo de eficacia en el ministerio personal. Probablemente la única forma lograr tal eficacia es por oración y ayuno (se me hace que por lo menos un año y medio sin agua).

Yo se que hay cualidades personales que Jesús tenía que le permitían ser tan efectivo, como la santidad, y no olvidemos el amor verdadero, lo cual no puede ser ocultado. Pero prácticamente yo no sé como lograr tales cualidades, aparte de vivir la vida cristiana un día a la vez. Pero yo he visto una eficacia en mi vida y en mis ministerios, y en la vida y ministerios de otros predicadores, que no dependía de un carácter de otro mundo. He comparado mis fracasos con mis triunfos y creo que hay unas claves que determinan el resultado prácticamente. Aprovechar de estas claves sí requiere esfuerzo, pero sabiéndolas, no es tan difícil, y hacen la diferencia entre un ministerio estéril y uno fértil.

Vamos a examinar el ministerio fértil, para saber lo que es. Primero, recuerde que el único éxito que nos será de valor después de la muerte es el oír de Jesucristo:

Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:21)

Las Metas

Ahora, hablando a los predicadores, el ministerio que Dios nos ha dado es:

Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28.19,20)

Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda criatura. (Marcos 16:15)

No es éxito si no es para cumplir estas metas. Hay tres criterios importantes para juzgar el ministerio que tenemos.

1. Hacer notorio el evangelio. Enseñar a todos los Gentiles. Llenar nuestra Jerusalem con nuestra doctrina.

Diciendo: ¿No os denunciamos estrechamente, que no enseñaseis en este nombre? y he aquí, habéis llenado á Jerusalem de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre. (Hechos 5:28)

¿Cuántos ministros "protestantes" se sienten muy cómodos en su ministerio, y se creen exitosos, pero ni siquiera están intentando cumplir las últimas palabras de Jesús? Tienen su "templo" (edificio), sus diversiones, sus dramas, sus escuelas, sus seminarios, sus bibliotecas, sus conjuntos, y son tan ocupados en estas cosas que ¡nunca han "predicado" el evangelio en ningún lugar público en 30 o 40 años de ministerio! ¿Tú crees que esto es raro? No, hermano, pero pastores y misioneros graduados de seminarios, estudiados y estudiosos, vestidos de traje, respetados en la comunidad, sin faltas económicas, ni están en la lucha por ser eficaces para Dios, ¡porque no predican! Cristo no dijo "establezcan seminarios en todas las ciudades." No dijo, "edifiquen edificios en cada colonia." No dijo "Estad disponibles cuando alguien os necesita." Tampoco dijo "repartan folletos, escriban libros, hagan hospitales y caridades." Aunque algunas de estas cosas a veces tienen un servicio, no podemos calificar nuestro ministerio por ellas. Entonces te pregunto, "¿A cuántos predicaste el evangelio esta semana, o este año?" La respuesta que das será uno de los juicios de tu ministerio.

2. Genuinos convertidos.

Mas muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y fué el número de los varones como cinco mil. (Hechos 4:4)

Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el evangelio. (1 Corintios 4.15)

Ahora, no erréis, hermanos, hay quienes creen que el éxito en nuestro ministerio es tener muchas personas en la iglesia, lo cual se ve muy bien, e impresiona a las demás religiones. Pero hay una diferencia entre convertir a pecadores y atraer a mucha gente. Si atracción a la gente es el criterio entonces los sacerdotes son mucho mas efectivos que nosotros, pues atraen a miles. Así nos valdría mas aprender cantar "Rock". Sepas hermano, que un solo convertido sin nuestra conciliación para lograrlo vale miles de reclutas que atraemos por nuestros estratagemas.

Pero por el otro lado, hay algunos que por saber que el número no es tan importante se consuelan en su iglesia pequeña, sin reconocer que es tan pequeña porque está espiritualmente muerta. No debemos fijarnos tanto en números pero tampoco debemos consolarnos en esterilidad.

Es importante que tengamos convertidos genuinos. No cuentan cristianos que se cambian de una iglesia para otra. No rechazamos a los creyentes que quieren congregarse con nosotros pero no son un criterio para éxito. Las mas grandes iglesias y sectas muchas veces han crecido por medio de atracciones aparte del Espíritu Santo, y la obra del evangelio. Un buen conjunto musical, supuestos sanidades, un pastor muy divertido y cosas al estilo resultan en una iglesia grande, pero no necesariamente exitosa. Verdaderos convertidos son personas quebrantadas y atraídas por el Espíritu Santo, y que se someten a la buena doctrina, y sus vidas se transforman. Si no estamos recibiendo verdaderos convertidos, nuestro ministerio es estéril. No te consuelas si tu ministerio es así, sino preocúpate.

Porque ¿cuál es nuestra esperanza, ó gozo, ó corona de que me gloríe? ¿No sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo en su venida? Que vosotros sois nuestra gloria y gozo. (1 Tes. 2:19,20)

3. Multiplicarnos ministerialmente.

Otro criterio para juzgar nuestra eficacia es en el reemplazo. Un predicador que cumple los primeros dos criterios, o sea, sí predica el evangelio haciendo notoria la buena doctrina, y que también logra convertir pecadores, no puede estar satisfecho hasta que el ve a otros haciendo la misma obra. Su más grande alegría es ver a uno de sus convertidos predicando, y hasta superando los dones de el mismo. En un sentido, ningún ministro es eficaz sin cumplir este último criterio.

Y muchos de los hermanos en el Señor, tomando ánimo con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. (Filipenses 1.14)

Y lo que has oído de mí entre muchos testigos, esto encarga á los hombres fieles que serán idóneos para enseñar también á otros. (2 Timoteo 2:2)

Hay miles de predicadores cristianos entre "evangélicos" y "protestantes" que nunca han juzgado su ministerio según estos criterios, y al oír de ellos sin duda tendrán objeciones. Pero la mayoría ni siquiera se han propuesto ninguna meta, y sin meta no hay fracaso. Pero "el que no conoce fracaso, tampoco conoce victoria". Conozca tus metas, predicador, y lucha por lograrlas.

Así que, yo de esta manera corro, no como á cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: Antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado á otros, yo mismo venga á ser reprobado. (1 Corintios 9.26,27)

Las Claves

Yo me he puesto a analizar mis fracasos frecuentes durante mis años de predicar, y creo que puedo distinguir tres claves para el éxito.

1. La Diligencia.

La diligencia se conoce por fidelidad. Estar siempre donde anunciaste que ibas a estar, en el centro, o en la reunión, o en un estudio. Y estar a tiempo. También conocemos la diligencia por obediencia.

¿Qué tan difícil es cumplir el mandamiento de Cristo? El no nos mandó convertir el mundo, nos mandó predicarles. Un predicador que tiene que trabajar en un empleo tiene que limitar sus predicaciones a las noches, y si tiene familia, tiene también que apartar tiempo para estar en la casa. Pocos predicadores de tiempo parcial predican mas que tres o cuatro veces por semana, y eso es razonable. Por razones bien pensados los predicadores de tiempo completo solemos predicar dos veces por día, y eso ocupa menos de dos horas cada vez, incluyendo la ida y vuelta. Hay tiempos que tenemos muchos estudios y nos cansamos por lo pesado, pero no es siempre así, pues, ni es a menudo así. Pero al hacer nuestro horario, es necesario disciplinarnos a ser fiel a ello. Si no somos exigentes de nosotros mismos en esto, llegaremos a desperdiciar meses enteros, sin cumplir el ministerio que tenemos.

Pero hay quienes predican fielmente, y tampoco cumplen. No basta solamente llegar a la colonia, repartir folletos y predicar un sermón familiar. Para cumplir, se requiere un corazón despierto, y una mente ágil. Se requiere preparación de antemano para traer un mensaje fresco y vivo. Se requiere diligencia en la casa, en la lectura, en la oración. El que no se disciplina así, será un fracaso.

Una cosa mas, la predicación tiene dos partes, la palabra de la reconciliación, (el predicar), y el ministerio de la reconciliación (el ganar almas, 2 Corintios 5.18,19). Si tú predicas, está preparado para invertir el tiempo necesario en estudios prolongados en las casas para explicar repetidas veces aquel evangelio. Si quieres ganar almas, tienes que robarlas del Diablo, y para hacer eso primero tendrás que "prender al valiente para saquear su casa." (Mateo 12.29)

2. La Ambición.

Es importante ambición espiritual. No puedo imaginar uno que escoge la predicación no mas como una carrera, aunque el mundo está lleno de ellos. Yo nunca pensé así. Yo siempre he tenido una meta espiritual, y esto me ha hecho menospreciar carreras mundanas, riqueza, mi patria, y aún mi salud. Yo no envidio a nadie en el mundo, ni por ser rico, famoso, guapo (ni lo piensas), o importante. Mi ambición es ser predicador, soldado de Dios, y ganador de almas. Sin embargo, a menudo pierdo mi ambición inmediata. Me levantó, cumplo mi deber en cuanto a la predicación, y luego regreso a casa ansioso de hacer algo "necesario" o "interesante". ¿Cómo puedo lograr mi ambición si no estoy al pendiente de ella? Yo tengo que animarme diariamente, armarme del mismo pensamiento con que empezé. Como el taxista siempre atento al peatón, no tanto por no atropellarlo, sino por ganas de cliente, o como el chófer de camión que se interesa en cada cien tirado, no por su valor sino porque de eso se trata el negocio. Interésate de tu ambición mayor.

3. La Fe.

También es importante nuestra actitud. La fe se demuestra en varios aspectos. Uno, el celo. ¿Predicas tú sin pasión? ¿Acaso no te molesta que te mintieron por tanto tiempo acerca de las imágenes, para defraudarte de tu salario? ¿Nunca te llenas de entusiasmo acerca de las doctrinas de gracia? ¿No odias tú al Diablo, que engañó a tus padres y abuelos y los hundió en el abismo? ¿Dónde están los Davides para exclamar "¿quién es este Filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? No desmaye ninguno a causa de él; ¡tu siervo irá y peleará con este Filisteo!"? ¿Acaso no hay verdades y doctrinas cercanas a tu corazón, de las cuales tu puedes clamar con pasión? Predicadores que divierten o que alegan nos sobran. Pero los que arden son escasos. ¡Avívate hermano!

Segundo, determinación. No hablo de paciencia, sino terquedad. ¿Cuántos predicadores estaban a la orilla de grande bendición y se rindieron por cansado, desilusionado o desinteresado? Son como Esaú que por hambre y cansancio vendió su primogenitura. Debemos ser como Jacob que luchó con el ángel toda la noche y aunque fue hecho cojo por lo demás de su vida, ¡prevaleció con Dios! ¿Qué debía haber pensado aquel ángel cuando al rehusar bendecir a Jacob, Jacob se precipita encima de el? Y luego al luchar toda la noche el angel no pudo desalojarlo, y se vio constreñido a herirlo, pero aún así Jacob no le soltaba. El ángel para desprenderse hubiera tenido que matarle. ¿Cuánto quieres tú la victoria? No busques la fe que mueve montañas. Busca la fe que mueve a Dios.

Tercero, alegría. No creo en toda mi vida haber visto un mendigo alegre. Tampoco creo haber visto un negociante triste acerca de sus ideas. Pero yo he visto (y lo he cometido también) predicadores tocando puertas para invitar la gente a escuchar, y los invitan con un sincero disgusto. Un empleado muchas veces te atiende con poca cortesía, pero el que busca su propio éxito siempre te atiende con agrado. ¿Cuál eres, hermano, un mendigo o asalariado? O ¿te interesa la victoria en tu ministerio? Trata a la gente con sincera afición y sonrisa.

Cuarto, confianza. El desánimo destruye al predicador. El pesimismo es su derrota. Si sales tú a predicar, pero andas desalentado, tu predicación no llevará fruto. Yo he oído a predicadores que al iniciar su sermón dicen que ya saben que nadie quiere oír. No sé como lo saben pero sucede que casi siempre tienen razón. Otros empiezan confesando que no son buenos predicadores, y también se cumple la profecía. Otros predican su sermón entero dirigiéndose a los "necios" "cobardes" "incrédulos" "perezosos" que rechazan el evangelio, sin considerar aquellos que Dios pudo haber tocado. Es que predican pensando que su predicación será infértil sin reconocer que ¡la predicación es el medio que Dios usa para dar fe al incrédulo! Pero si dudan que Dios de veras convierte corazones de mármol, ¿porqué predicar? Se han rendido antes de pelear. Cuando predicas, reconozca que el evangelio es poderoso, y sumamente deseable, dulce, hermoso y suave, que merece ser repetido, y que todos los sabios en el mundo lo desean escuchar. No te desanimes por timidez o pesimismo. No menosprecies tu ministerio.

Yo creo que debemos anhelar la efectividad verdadera. Creo que debemos llorar y lamentar cuando seguimos fracasando. Creo que debemos señalar una meta espiritual y esforzarnos para lograla. Y creo que merecemos regocijarnos cuando vemos fruto que abunde a nuestra cuenta.

Así que cada uno examine su obra, y entonces tendrá gloria sólo respecto de si mismo, y no en otro. (Gálatas 6.4)